El caso es que Charlie se acostó varias veces con Al, debido a que no quería que surgieran crisis con él, y debido también a que después de su larga abstinencia con Joseph, el cuerpo de Charlie necesitaba a Al. Y, además, Michel le había ordenado que lo hiciera. Charlie no había permitido a Al que la volviera a visitar en su casa, debido a que Al volvía a estar sin hogar, y Charlie temía que Al intentara quedarse, lo cual era precisamente lo que había hecho antes, hasta que llegó el momento en que Charlie arrojó sus ropas y sus aparejos para afeitarse a la calle. De todas maneras el piso de Charlie albergaba nuevos secretos que nada en la tierra, ni bajo el poderío de Dios, sería capaz de revelar, y compartir con él. La cama de Charlie era la cama compartida con Michel, la pistola de Michel había reposado bajo la almohada, y no había nada, ni Al ni nadie, que pudiera obligarla a profanar aquello. Por otra parte, Charlie estaba ya cansada de Al, debido a que Joseph la había advertido que la película de Al se había ido al garete, y Charlie sabía, desde mucho tiempo atrás, lo muy bestia que Al podía ser cuando se sentía herido en su orgullo.
El primer encuentro tuvo lugar en el pub habitual de él, en donde Charlie encontró al gran filósofo, arropado por dos femeninas discípulas. Mientras caminaba al encuentro del hombre en cuestión, Charlie pensó: oleré a Michel, porque Michel está en mis ropas, en mi piel, en mi sonrisa. Pero Al estaba muy ocupado en demostrar lo muy poco que le importaba oler cualquier cosa. Con el pie, Al apartó una silla para que Charlie se sentara, y Charlie mientras se sentaba, pensó: Que Dios me asista, apenas hace un mes, este enano era mi asesor sumo, y era quien conseguía que el mundo funcionara, que el mundo hiciera tic-tac. Cuando el pub se cerró y todos fueron al piso de un amigo, y los dos se aposentaron en el cuarto libre, el cuarto de invitados, Charlie quedó aterrada al pensar que era Michel quien se encontraba dentro de ella, y que era la cara de Michel la que estaba mirando su cara, y que era el cuerpo oliváceo de Michel el que estaba junto al suyo, en la penumbra… Michel, su joven asesino, que la llevaba al borde del abismo. Pero detrás de Michel había todavía otra figura, la figura de Joseph, que al fin era poseído por ella. La sexualidad contenida de Joseph, al final estallaba, quedando liberada, y el cuerpo con cicatrices de Joseph, lo mismo que su mentalidad igualmente herida, era poseída por Charlie.
Además de los suplementos dominicales de los periódicos, Charlie leía esporádicamente diarios capitalistas y escuchaba programas de radio orientados hacia el consumismo, pero nada supo acerca de una muchacha inglesa, pelirroja, buscada en relación con el paso de contrabando a Austria de cierta cantidad de explosivos rusos. No, esto jamás había ocurrido. Lo hicieron otras dos chicas, sí, esta es una de mis fantasías. En muchos otros aspectos del estado del ancho mundo había dejado de interesar a Charlie. Leyó la noticia del estallido de una bomba puesta por palestinos en Aachen, o Aix-la-Chapelle, y de un bombardeo de represalia llevado a cabo por los israelitas en un campamento del Líbano, del que resultó un alto número de civiles muertos. Leyó que en Israel se había levantado una furia creciente de día en día, y se sintió debidamente estremecida al leer una entrevista con un general israelí que prometía solucionar de raíz el problema palestino. Pero Charlie después de su cursillo intensivo en actividades secretas había perdido su fe en la descripción oficial de hechos y acontecimientos, y jamás recobraría tal fe. Las únicas informaciones que leía con fe eran las referentes a una osa panda del zoo de Londres que se negaba a ser cubierta por el correspondiente oso, a pesar de que las feministas insistían en que el fracaso se debía al macho. El parque zoológico era también uno de los lugares de Joseph. Se encontraban en un banco del parque, aunque sólo fuera para estar con las manos juntas, antes de separarse e ir cada cual a sus asuntos.
Joseph decía: pronto. Pronto.
Flotante, interpretando constantemente un papel ante un público invisible, vigilando todas sus palabras y todos sus gestos para no cometer una indiscreción momentánea, Charlie se vio obligada a confiar en gran manera en la observación de rígidas costumbres. En los fines de semana iba a su club infantil, en Peckham, y allí, en un gran patio con arcadas, que por su tamaño permitiría incluso representar obras de Brecht, ponía en funcionamiento su grupo de arte dramático, lo cual le gustaba en gran manera. Proyectaban representar una pantomima rock en Navidad, representación que sería un ejemplo de pura anarquía.