Rusty no se lo podía creer, pero no encontró otra explicación.
Twitch se puso en cuclillas.
– Mira aquí.
Rusty se arrodilló. La extensión de un kilómetro cuadrado que había detrás del hospital se había asfaltado ese mismo verano, y puesto que el frío aún no había podido agrietarla, era una superficie suave y lisa. De modo que resultaba fácil ver las huellas de neumáticos que había frente a las puertas correderas del cobertizo.
– Parecen las marcas de un volquete -observó Twitch.
– O de cualquier camión grande.
– Da igual, la cuestión es que hay que ir a echar un vistazo al almacén que hay detrás del ayuntamiento. Twitch no confía en Gran Jefe Rennie. Él mala persona.
– ¿Por qué iba a robarnos el propano? Los concejales tienen de sobra para ellos.
Se dirigieron hacia la puerta que conducía a la lavandería del hospital, también cerrada, por lo menos de forma temporal. Había un banco junto a la puerta. Un cartel pegado en los ladrillos decía A PARTIR DEL 1 DE ENERO ESTÁ PROHIBIDO FUMAR AQUÍ. ¡DÉJALO AHORA Y EVITA LAS PRISAS!
Twitch sacó su paquete de Marlboro y se lo ofreció a Rusty; éste lo rechazó con un gesto de la mano pero enseguida lo reconsideró y cogió un cigarrillo. Twitch los encendió.
– ¿Cómo lo sabes? -preguntó.
– ¿Cómo sé qué?
– Que tienen de sobra para ellos. ¿Lo has comprobado?
– No -admitió
– Tal vez Rennie
– No entiendo para qué lo necesitan. No tiene sentido.
– Nada de lo que está sucediendo lo tiene -dijo Twitch, que lanzó un bostezo tan grande que Rusty oyó cómo le crujían las mandíbulas.
– Deduzco que ya has acabado la ronda. -Rusty tuvo un instante para meditar sobre el matiz surrealista de la pregunta. Desde la muerte de Haskell, Rusty se había convertido en el médico jefe, y Twitch, que hasta hacía tres días era enfermero, ocupaba entonces el cargo de Rusty: médico asistente.
– Sí. -Twitch lanzó un suspiro-. El señor Carty no llegará a mañana.
Rusty pensaba lo mismo acerca de Ed Carty, que sufría un cáncer de estómago terminal y aún aguantaba.
– ¿Comatoso?
– Así es, senséi.
Twitch podía contar los demás pacientes con los dedos de una mano, lo cual, tal como sabía Rusty, era una suerte. Quizá hasta podría haberse sentido afortunado, si no hubiera estado tan cansado y preocupado.
– Diría que George Werner está estable.
Werner, residente en Eastchester, de sesenta años y obeso, había sufrido un infarto de miocardio el día de la Cúpula. Sin embargo, Rusty creía que sobreviviría… esta vez.
– En cuanto a Emily Whitehouse… -Twitch se encogió de hombros-. No tiene buena pinta, senséi.
Emmy Whitehouse, de cuarenta años y que no tenía ni cien gramos de sobrepeso, había sufrido un infarto una hora después del accidente de Rory Dinsmore. Su caso era mucho peor que el de George Werner porque la mujer era una fanática del ejercicio y padecía lo que el doctor Haskell llamaba un «colapso de gimnasio».
– La chica de los Freeman está mejorando, Jimmy Sirois se mantiene estable y Nora Coveland está bien. Le daremos el alta después de comer. En general, la situación no está muy mal.
– No -dijo Rusty-, pero empeorará. Te lo aseguro. Y… si sufrieras una herida muy grave en la cabeza, ¿querrías que te operara yo?
– Pues no -respondió Twitch-. No he perdido la esperanza de que aparezca en cualquier momento Gregory House.
Rusty apagó el cigarrillo en la lata y miró hacia el cobertizo del propano, que estaba casi vacío. Quizá debería ir a echar un vistazo al almacén que había detrás del ayuntamiento. ¿Qué daño puede causarle?
En esta ocasión fue él quien bostezó.
– ¿Cuánto tiempo aguantarás? -preguntó Twitch, con voz seria-. Solo lo pregunto porque en este momento eres el único médico del pueblo.
– Tanto como sea necesario. Lo que me preocupa es estar tan cansado que la pifie. Y también tener que enfrentarme a algo que esté más allá de mis habilidades. -Pensó en Rory Dinsmore… Y en Jimmy Sirois. Pensar en Jimmy era peor, porque con Rory ya no se podía cometer errores médicos. Sin embargo, con Jimmy…
Rusty se vio a sí mismo de nuevo en el quirófano, escuchando el leve pitido de los aparatos de monitorización. Se vio a sí mismo mirando la pierna pálida y desnuda de Jimmy, con una línea negra dibujada en el lugar por el que iban a realizar la incisión. Pensó en Dougie Twitchell poniendo a prueba sus conocimientos de anestesiólogo. Sintió cómo Ginny Tomlinson le ponía un escalpelo en la mano enfundada en el guante de látex y luego lo miraba por encima de su mascarilla, con sus serenos ojos azules.
Twitch le puso una mano en el brazo.