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– ¿Qué es eso? -preguntó, y señaló.

Al principio Joe no vio nada. Después se produjo un fogonazo de una luz púrpura muy brillante. Casi resplandecía demasiado para mirarla directamente. Poco después volvió a encenderse otra vez. Joe consultó su reloj para intentar cronometrar los fogonazos, pero su reloj se había detenido a las 16.02.

– Me parece que es lo que estábamos buscando -dijo mientras se ponía de pie. Esperaba sentir las piernas como de goma, pero no fue así. Salvo por el exceso de calor, se encontraba bastante bien-. Larguémonos de aquí antes de que esa cosa nos deje estériles o algo parecido.

– Tío -dijo Benny-. ¿Quién quiere tener hijos? Podrían salirme como yo. -Aun así, se montó en la bicicleta.

Volvieron por el mismo camino por el que habían llegado y no pararon para descansar ni para beber hasta que cruzaron el puente y se encontraron otra vez en la 119.

SAL

1

Las agentes que estaban de pie junto al H3 de Big Jim seguían hablando,(Jackie daba caladas nerviosas a un cigarrillo), pero interrumpieron su conversación cuando Julia Shumway pasó ofendida junto a ellas.

– ¿Julia? -preguntó Linda con voz dudosa-. ¿Qué es lo que ha…?

Julia siguió andando. Lo último que quería hacer mientras siguiera furiosa era hablar con otro representante de la ley y el orden como los que de pronto parecía que había en Chester's Mills. Estaba ya a medio camino de las oficinas del Democrat cuando se dio cuenta de que no era solo enfado lo que sentía. El enfado ni siquiera constituía la mayor parte de sus emociones. Se detuvo bajo el toldo de Libros Nuevos y Usados Mills (CERRADO HASTA NUEVO AVISO, decía el letrero escrito a mano que había en el escaparate), en parte para esperar a que se le calmara el corazón, que le latía a toda velocidad, pero sobre todo para mirar en su interior. No tardó mucho.

– Solo estoy asustada, nada más -dijo, y se sobresaltó un poco al oír el sonido de su propia voz. No pretendía decirlo en voz alta.

Pete Freeman la alcanzó.

– ¿Te encuentras bien?

– Sí. -Era mentira, pero lo pronunció con bastante firmeza. Desde luego, ella no podía ver lo que decía su rostro. Levantó una mano e intentó atusarse el pelo de la parte de atrás de la cabeza, que aún llevaba revuelto por el sueño. Se lo alisó… pero los mechones volvieron a alborotarse. Y, por si no hubiera bastante con todo lo demás, voy despeinada, pensó. Qué bonito. El toque final.

– Pensaba que Rennie de verdad iba a hacer que el nuevo jefe de policía te arrestara -dijo Pete. Tenía los ojos muy abiertos y en ese momento parecía mucho más joven que el hombre de treinta y tantos que era.

– Eso quería yo. -Julia encuadró con sus manos un titular invisible-, UNA REPORTERA DEL DEMOCRAT CONSIGUE UNA ENTREVISTA EXCLUSIVA EN LA CÁRCEL CON EL ACUSADO DE LOS ASESINATOS.

– Julia… ¿Qué está pasando aquí? Aparte de la Cúpula, quiero decir. ¿Has visto a todos esos chicos rellenando impresos? Da un poco de miedo.

– Sí que los he visto -dijo Julia-, y tengo intención de escribir sobre ello. Tengo intención de escribir sobre todo esto. Además, no creo que sea la única que tendrá serias preguntas para James Rennie en la asamblea municipal del jueves por la noche.

Le puso una mano en el brazo a Pete.

– Voy a ver qué puedo descubrir sobre esos asesinatos, después escribiré lo que tenga. Además de un editorial todo lo duro que me vea capaz de redactar sin que resulte agitador. -Profirió un ladrido sin humor en lugar de una risa-. Cuando se trata de agitar a las masas, Jim Rennie cuenta con la ventaja de jugar en su cancha.

– No entiendo qué…

– No pasa nada, tú ponte a trabajar. Necesito un par de minutos para recuperar el dominio de mí misma. Después, a lo mejor seré capaz de decidir con quién tengo que hablar primero. Porque no tenemos precisamente una barbaridad de tiempo si queremos enviar algo a la prensa esta noche.

– A la fotocopiadora -repuso él.

– ¿Qué?

– Enviarlo a la fotocopiadora esta noche.

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