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– Yo en realidad soy católico -dijo (Venga ya, pensó Piper)-, pero no hay iglesia católica en Mills…, seguro que eso usted ya sabe, siendo pastora como es… y ya sabe lo que dicen de cualquier puerto en una tempestad. He pensado en pasarme por aquí y rezar un poco por Brenda. Siempre me gustó mucho esa mujer. -Se frotó la mejilla con una mano. El rasgueo de la palma contra el rastrojo de barba sonó exageradamente fuerte en el silencio hueco de la iglesia. Su peinado a lo Elvis se le había desmadejado-. La quería, en realidad. Nunca se lo dije, pero yo creo que ella lo sabía.

Piper lo miraba cada vez con mayor horror. No había salido de la casa parroquial en todo el día y, aunque sabía lo que había sucedido en el Food City (muchos de sus parroquianos la habían llamado), no se había enterado de lo de Brenda Perkins.

– ¿Brenda? ¿Qué le ha pasado?

– La han asesinado. Y también a otros. Dicen que ha sido ese tal Barbie. Lo han detenido.

Piper se tapó la boca con una mano y se balanceó como si fuese a perder el equilibrio. Rommie corrió hacia ella y le pasó un brazo por la cintura para sostenerla. Y así era como estaban, de pie ante el altar, casi como un hombre y una mujer a punto de casarse, cuando la puerta de la entrada volvió a abrirse y Jackie hizo pasar a Linda y a Julia.

– A lo mejor resulta que este sitio no es tan bueno como yo creía -dijo Jackie.

La iglesia era una caja de resonancia y, aunque no había hablado en voz muy alta, Piper y Romeo Burpee la oyeron perfectamente.

– No se vayan -dijo Piper-. No, si es por lo que ha sucedido. No puedo creer que el señor Barbara… Habría dicho que ese hombre era incapaz de algo así. Me colocó el brazo en su sitio cuando me lo dislocaron. Fue muy delicado todo el tiempo. -Se detuvo a pensarlo un poco-. Todo lo amable y delicado que podía ser, dadas las circunstancias. Vengan aquí delante. Por favor, vengan aquí delante.

– Algunas personas pueden recolocar un brazo dislocado y, aun así, ser capaces de cometer un asesinato -dijo Linda, pero se estaba mordiendo el labio y no dejaba de darle vueltas a su alianza.

Jackie le puso la mano en la muñeca.

– Íbamos a mantener todo esto entre nosotras, Lin… ¿Recuerdas?

– Ya es demasiado tarde para eso -dijo Linda-. Nos han visto con Julia. Si escribe un artículo y estos dos dicen que nos han visto con ella, nos echarán la culpa.

Piper no tenía una idea demasiado clara de a qué se refería Linda, pero captó el sentido general. Levantó el brazo derecho y barrió la sala con un gesto.

– Están en mi iglesia, señora Everett, y lo que se dice aquí no sale de aquí.

– ¿Lo promete? -preguntó Linda.

– Sí. Así que ¿por qué no hablamos de ello? Justamente estaba rezando para pedir una señal, y aquí están todos ustedes.

– Yo no creo en esas cosas -dijo Jackie.

– Yo tampoco, en realidad -dijo Piper, y se rió.

– Esto no me gusta -añadió Jackie, dirigiéndose a Julia-. No importa lo que diga la reverenda, aquí hay demasiada gente. Perder el trabajo, como Marty, es una cosa. Eso podría sobrellevarlo, total el sueldo es una porquería. Pero conseguir que Jim Rennie se enfade y la tome conmigo… -Negó con la cabeza-. Eso no es buena idea.

– No somos demasiados -dijo Piper-. Somos justo la cantidad idónea. Señor Burpee, ¿sabe usted guardar un secreto?

Rommie Burpee, que en su época había cerrado una buena cantidad de negocios turbios, asintió y se llevó un dedo a los labios.

– Seré una tumba -dijo. «Seré» sonó «segué».

– Vamos a la casa parroquial -propuso Piper. Cuando vio que Jackie aún parecía dudosa, la reverenda alargó la mano izquierda hacia ella… con mucho cuidado-. Vamos, razonemos todos juntos. ¿Ayudados por una copita de whisky, quizá?

Y al oír eso, Jackie por fin se convenció.

3

31 ARDE LIMPIA ARDE LIMPIA

LA BESTIA SERÁ LANZADA VIVA DENTRO

DE UN LAGO DE FUEGO QUE ARDE (AP 19:20)

«Y SERÁN ATORMENTADOS DÍA & NOCHE

X LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS» (20:10)

ARDAN LOS MALVADOS

PURIFÍQUENSE LOS PIADOSOS

ARDE LIMPIA ARDE LIMPIA 31

31 VIENE EL JESUCRISTO DE FUEGO 31


Los tres hombres que se apretaban en la cabina del estruendoso camión de Obras Públicas se quedaron mirando el críptico mensaje con cierto asombro. Alguien lo había escrito en el edificio del almacén que había detrás de los estudios de la WCIK, negro sobre rojo y en unas letras tan grandes que casi cubrían toda la superficie.

El hombre que iba sentado en medio era Roger Killian, el dueño de la granja de pollos que tenía una prole con cabezas apepinadas. Se volvió hacia Stewart Bowie, que era el que iba al volante del camión.

– ¿Eso qué quiere decir, Stewie?

Fue Fern Bowie el que respondió.

– Quiere decir que ese condenado de Phil Bushey está más zumbado que nunca, eso es lo que quiere decir. -Abrió la guantera del camión, sacó un par de guantes de trabajo grasientos y tras ellos apareció un revólver del 38. Comprobó que estuviera cargado, después volvió a encajar el cilindro en su lugar con un rápido gesto de muñeca y se guardó el arma en el cinturón.

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