Читаем La Cúpula полностью

– Ahora cuéntamelo todo.

Jackie lo hizo, y no se olvidó del pésame de Henry Morrison, poco delicado pero sincero.

– Esa parte la susurró -dijo mientras tomaba la taza que Piper le ofreció-. Ahora mismo la comisaría parece el cuartel general de la maldita Gestapo. Perdón por el lenguaje grosero.

Piper le quitó importancia con un ademán.

– Henry dice que si protesto en la asamblea del pueblo de mañana, no haré más que empeorar las cosas, que Rennie sacará a relucir un puñado de acusaciones por incompetencia inventadas. Seguramente tiene razón. Pero el mayor incompetente que hay esta mañana en la comisaría es el que está al mando. En cuanto a Rennie… Está llenando la comisaría de agentes que le serán fieles en caso de que haya alguna protesta organizada en contra de su forma de dirigir la situación.

– Desde luego -dijo Piper.

– La mayoría de los nuevos policías no tienen la edad legal para comprar cerveza pero van por ahí con pistola. Se me pasó por la cabeza la posibilidad de decirle a Henry que él podría ser el siguiente en saltar, ha realizado ciertos comentarios sobre la forma en que Randolph dirige la comisaría, y está claro que los lameculos se habrán chivado, pero a juzgar por la expresión de su cara, ya lo sabía.

– ¿Quieres que vaya a ver a Rennie?

– No serviría de nada. De hecho, no lamento estar fuera, lo que no soporto es que me hayan despedido. El gran problema es que lo que va a suceder mañana por la noche podría afectarme. Tal vez debería desaparecer con Barbie. Eso si encontráramos un escondite en el que ocultarnos.

– No entiendo de qué hablas.

– Lo sé pero voy a contártelo. Y aquí es donde empiezan los riesgos. Si no guardas el secreto, acabaré en la cárcel. Quizá me pongan al lado de Barbie cuando Rennie mande formar su pelotón de fusilamiento.

Piper la miró muy seria.

– Tengo cuarenta y cinco minutos antes de que llegue la madre de Georgia Roux. ¿Es tiempo suficiente para que me cuentes lo que tengas que contarme?

– De sobra.

Jackie empezó con el examen de los cuerpos en la funeraria. Describió la marca de las puntadas de la cara de Coggins y la bola de béisbol de oro que Rusty había visto. Respiró hondo y a continuación le contó su plan para sacar a Barbie del calabozo durante la asamblea extraordinaria que se iba a celebrar la noche siguiente.

– Aunque no tengo ni idea de dónde puedo esconderlo si logramos sacarlo de allí. -Tomó un sorbo de té-. ¿Qué te parece?

– Que necesito otra taza. ¿Tú?

– Estoy servida, gracias.

Desde la encimera Piper dijo:

– Vuestro plan es peligrosísimo, supongo que no necesitas que te lo diga, pero quizá no exista otro modo de salvarle la vida a un inocente. Nunca he creído que Dale Barbara fuera culpable de esos asesinatos, y después de mi encontronazo con las fuerzas del orden del pueblo, la idea de que intenten ejecutarlo para evitar que se haga con el mando de la situación no me sorprende demasiado. -Luego añadió, recurriendo al razonamiento de Barbie, aunque sin saberlo-: Rennie no sabe adoptar una perspectiva a largo plazo, y los policías tampoco. Lo único que les preocupa es quién es el amo del cotarro. Ese tipo de actitud está destinada al fracaso.

Regresó a la mesa.

– El día en que volví aquí para hacerme cargo de la casa parroquial, que era mi ambición desde niña, me di cuenta de que Rennie era un monstruo en fase embrionaria. Ahora, y disculpa si la expresión te parece muy melodramática, ha nacido el monstruo.

– Gracias a Dios -dijo Jackie.

– ¿Gracias a Dios que ha nacido el monstruo? -Piper sonrió y enarcó las cejas.

– No, gracias a Dios que lo ves así.

– Hay más, ¿verdad?

– Sí. A menos que no quieras formar parte de ello.

– Cielo, ya estoy implicada. Si pueden meterte en la cárcel por conspiración, a mí podrían hacerme lo mismo por no denunciarlo. Somos lo que a nuestro gobierno le gusta llamar «terroristas autóctonos».

Jackie asimiló la idea en un silencio sombrío.

– Tú no estás hablando solamente de liberar a Dale Barbara, ¿verdad? Quieres organizar un movimiento de resistencia activa.

– Supongo que sí -admitió Jackie, y lanzó una risa de impotencia-. Después de estar seis años en el Ejército de Estados Unidos, nunca me lo habría imaginado, siempre he apoyado a mi país ciegamente, sin importarme que estuviera bien o no lo que hiciera, pero… ¿Se te ha pasado por la cabeza la posibilidad de que la Cúpula no desaparezca? ¿Ni este otoño, ni este invierno? ¿Quizá ni siquiera el año que viene ni en toda nuestra vida?

– Sí. -Piper mantenía la calma, pero tenía las mejillas pálidas-. He pensado en ello. Como la mayoría de los habitantes de Chester's Mills, aunque solo sea de pasada.

– Entonces piensa en esto: ¿quieres vivir durante un año, o cinco, en una dictadura gobernada por un idiota homicida? Suponiendo que vayamos a tener cinco años.

– Por supuesto que no.

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