Читаем La Cúpula полностью

Rusty se quitó el delantal, cubrió con él la caja, de la que sobresalía la lente, se levantó y retrocedió. Por un instante no sucedió nada. Entonces el delantal empezó a arder. Desprendió un olor acre y repugnante. Observó que la superficie brillante se llenaba de ampollas y burbujas, observó cómo aparecieron las llamas. Acto seguido, el delantal, que en realidad no era más que un trozo de plástico recubierto con una lámina de plomo, se deshizo en pedazos. De repente varios trozos ardieron, el mayor de los cuales se encontraba aún encima de la caja. Al cabo de un instante, el delantal, o lo que quedaba de él, se desintegró. Solo quedaron unos cuantos remolinos de ceniza y el olor, pero por lo demás… puuf. Había desaparecido.

¿He visto eso?, se preguntó Rusty, y luego lo dijo en voz alta, se lo preguntó al mundo. Percibía el olor del plástico quemado y otro olor más fuerte; dedujo que era el del plomo fundido, lo cual era una locura, algo imposible, pero el delantal había desaparecido.

– ¿De verdad he visto eso?

Como respondiendo a su pregunta, la luz púrpura emitió un destello desde el capuchón del tamaño de un nudillo que había sobre la caja. ¿Eran aquellos fogonazos una forma de renovar la Cúpula, del mismo modo en que al apretar la tecla de un ordenador se actualiza la pantalla? ¿O acaso permitían que los cabeza de cuero observaran el pueblo? ¿Ambas cosas? ¿Ninguna?

Se dijo que no debía acercarse a la caja plana de nuevo. Se dijo que lo más sensato que podía hacer era regresar a la camioneta (sin el peso del delantal podría correr), luego huir de allí a toda prisa, deteniéndose únicamente para recoger a sus compañeros, que lo esperaban más abajo.

Pero lo que hizo fue acercarse otra vez a la caja y arrodillarse ante ella, una postura que para su gusto recordaba demasiado a un gesto de adoración.

Se quitó uno de los guantes, tocó el suelo alrededor de la cosa y apartó la mano rápidamente. Estaba caliente. Los pedazos del mandil quemado habían chamuscado algunos fragmentos de hierba. Entonces alargó la mano para tocar la caja y se armó de valor para sufrir otra quemadura o descarga… aunque no era eso lo que más le preocupaba: tenía miedo de ver aquellas formas de cuero, que parecían cabezas sin llegar a serlo, reunidas unas junto a otras urdiendo una conspiración de risas.

Pero no sucedió nada. No tuvo visiones y no sintió calor. La caja gris resultaba fría al tacto, a pesar de que había visto cómo bullía y ardía el delantal de plomo.

La luz púrpura volvió a destellar. Rusty fue precavido y no puso la mano delante. En lugar de eso, agarró la cosa por los lados mientras se despedía mentalmente de su mujer y sus hijas y les pedía perdón por ser tan rematadamente estúpido. Esperaba verse envuelto en llamas y arder. Cuando eso no sucedió, intentó levantar la caja. Aunque era del tamaño de un plato llano, y no mucho más grueso, no pudo moverla. Era como si estuviera soldada a un pilar que se hundía treinta metros en el lecho de roca de Nueva Inglaterra; sin embargo, no era así. Descansaba sobre una alfombra de hierba, y cuando Rusty deslizó los dedos por ambos lados, se tocaron por debajo. Los entrelazó e intentó levantar la cosa. No hubo descarga, visiones, ni calor; tampoco ningún movimiento. Ni la más mínima vibración.

Pensó: Estoy agarrando una especie de artilugio extraterrestre. Una máquina de otro mundo. Puede que incluso baya visto fugazmente a los seres que la manejan.

Desde un punto de vista intelectual la idea era increíble, alucinante incluso, pero no le emocionaba, quizá porque estaba demasiado aturdido, demasiado abrumado por un exceso de información que no podía asimilar.

¿Y ahora qué hago? ¿Ahora qué demonios hago?

No lo sabía. Sin embargo, se dio cuenta de que no debía de estar tan emocionalmente impasible como creía porque sintió que un arrebato de desesperación empezaba a hacer mella en él y a duras penas logró evitar la vocalización de ese sentimiento en un grito. Los cuatro compañeros que estaban abajo podían oírlo y creer que tenía problemas. Algo que, por supuesto, era cierto. Pero no estaba solo.

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