Bien: el sábado por la noche en el bar Oxford ahogó sus penas, y a la mañana siguiente se le habían borrado todas las conversaciones. El domingo fue a la lavandería y al supermercado; en la tele anunciaron que un periodista ruso llamado Litvinenko había sido envenenado en Londres, lo que le hizo incorporarse en el sillón y subir el volumen del televisor. Gates y Curt hablaron en broma de puntas de paraguas y ahora sucedía eso de verdad. Una de las hipótesis era que la mafia rusa había envenenado un plato de
– Es lógico -se limitó a decir Rebus, cogiendo las bebidas.
Él creía saber cómo pensaba Macrae. «
– Es lógico -repitió en voz alta ahora entrando por un callejón.
Diez minutos más tarde aparcaba en Gayfield Square. No estaba el coche de Siobhan, Subió al DIC y se encontró con Hawes y Tibbet sentados juntos en una mesa, mirando el teléfono.
– ¿Ninguna novedad? -dijo Rebus.
– Once llamadas hasta ahora -contestó Hawes dando golpearos con el dedo en la libreta que tenía delante-. Un automovilista que salía del aparcamiento a las nueve y cuarto aquella noche y que, por tanto, no tenía nada que contar pero quería charlar -alzó la mirada hacia Rebus-. Le gusta el montañismo y correr, por si quiere tomar nota.
Sin necesidad de mirar notó que Tibbet contenía una risita y le dio un codazo.
– Se pasó casi una hora hablando con Phyl -añadió Tibbet tras sofocar un gruñido.
– ¿Y qué más? -preguntó Rebus.
– Chalados anónimos y diversos bromistas -contestó Hawes-. Y uno que esperamos que vuelva a llamar. Empezó contando algo sobre una mujer que merodeaba por la calle, pero se cortó la comunicación sin que diera más detalles.
– Seguramente vería a Nancy Sievewright -les previno Rebus. Pero se preguntó: «¿
– ¿Cree que miente? -preguntó Hawes mirando la página.
– No parecía recordarlo muy bien. Pero seguramente habrá preparado a su amiga.
– Yo suelo captar cuando alguien me está explicando un cuento chino -comentó Tibbet.
– Porque eres un buen policía, Colin -espetó Rebus. Tibbet sacó pecho y Hawes se echó a reír al advertirlo.
– Te acaban de explicar un cuento chino -dijo ella señalándole con el dedo-. Vámonos -añadió levantándose, y Tibbet la siguió avergonzado, deteniéndose en la puerta.
– ¿Se le da bien atender el teléfono? -preguntó a Rebus.
– Suena y lo cojo… ¿Se hace así?
Tibbet procuró ocultar su indignación cuando Hawes se dio la vuelta para llevárselo.
– Por cierto -dijo ella a Rebus-, si se aburre puede mirar la tele. Tenemos el vídeo que pidió Siobhan.
Rebus lo vio encima de la mesa. Estaba marcado con un «
– Se enterará de algo -oyó que le decían; tal vez Tibbet más que Hawes.
Se quedó realmente sorprendido.
– Acabaremos haciendo de ti un hombre, Colin -musitó cogiendo el vídeo.
Capítulo 12
Charles Riordan no estaba en el estudio. La recepcionista les dijo que aquella mañana se había quedado en casa y, al pedírselo a ellos, les dio una dirección en Joppa. Tardaron quince minutos en coche hasta la zona más allá de las apacibles aguas grises del Firth of Forth. En un momento dado, Goodyear dio unos golpecitos en el cristal de la ventanilla.
– Ahí hay un albergue de gatos y perros -dijo-. Fui una vez con idea de elegir una mascota, pero me fue imposible… Decidí volver en otra ocasión.
– Yo nunca he tenido animales de compañía -dijo Clarke-. Ya me cuesta cuidar de mí misma.
Goodyear se echó a reír.
– ¿Y novio?
– Un par de ellos.
Él volvió a reírse.
– Me refiero ahora.
Ella apartó los ojos de la carretera lo justo para clavarlos en él.
– No preguntes tanto, Todd.
– Es que estoy nervioso.
– ¿Y por eso me haces tantas preguntas?
– No, no, qué va. Es que… bueno, será porque tengo interés.
– ¿En mí?
– En todo el mundo -hizo una pausa-. Yo creo que todos cumplimos un propósito y uno no sabe cuál si no se pregunta.
– ¿Y tu «