– Ese cementerio es poco recomendable -añadió Walsh cogiendo un rótulo de plástico reluciente que decía «
– ¿Ese lugar les causa algún problema? -preguntó Rebus.
– Algún yonqui que se acerca a pedir limosna… Para mí que fueron ellos los que el año pasado le dieron esa paliza en la escalera a un pobre hombre.
– Su compañero no me dijo nada de eso. ¿Se resolvió el caso?
Walsh lanzó un resoplido, respuesta más que elocuente para Rebus.
– ¿Sabe por casualidad qué comisaría lo investigó?
– Eso ocurrió antes de que yo empezara a trabajar aquí -Walsh entrecerró los ojos-. ¿Es porque ese hombre era extranjero o porque era alguien importante?
– No sé a qué se refiere -espetó Rebus mientras bajaban por la rampa de salida.
– ¿Es por eso que dedican tanto tiempo al caso?
– Es porque lo asesinaron, señor Walsh -añadió Rebus, sacando el móvil.
Megan MacFarlane estaba en una reunión en Leith. Roddy Liddle dijo que probablemente podría dedicarles diez minutos en un Starbucks cercano de la cuesta del Parlamento, y allí fue donde la esperaron Clarke y Todd Goodyear. Éste tomaba té, mientras llegaba el café americano de Clarke con un chorro extra de exprés, a lo que ella añadió además dos rebanadas de pastel de zanahoria que Goodyear trató de pagar.
– Invito yo -insistió ella. Después pidió el ticket en caja por si podía cargarlo como gastos. Se sentaron a una mesa cerca de la ventana con vistas a Canongate casi oscurecida-. Fue una tontería hacer el Parlamento en este sitio -comentó Clarke.
– Ojos que no ven, corazón que no siente -replicó él.
Ella sonrió y le preguntó qué le parecía el DIC. Goodyear reflexionó un instante.
– Estoy contento de que me haya incorporado.
– De momento -amonestó ella.
– Y parece que forman un buen equipo. Eso también me gusta. En cuanto al caso…
– Vamos, dilo.
– Creo que tal vez son, y no es una crítica, un poco esclavos del inspector Rebus.
– ¿Se puede ser «
– Bueno, ya sabe a qué me refiero… él es viejo, tiene experiencia y ha visto mucho a lo largo de los años. Por eso cuando tiene una corazonada tienden a seguirla.
– Es la manera en que se abordan algunos casos, Todd. Se lanza al agua una piedra que crea ondas de expansión.
– Pero no corresponde a la realidad, ¿verdad? -preguntó él acercando más la silla a la mesa, acalorado por su razonamiento-. En realidad, todo es lineal. Una persona comete el crimen y la labor del DIC es descubrirla. La mayoría de las veces es algo bastante sencillo: el criminal se siente culpable y él mismo se entrega, o alguien ha sido testigo del crimen, o es alguien ya fichado a quien se identifica por las huellas digitales o el ADN -hizo una pausa-. Me da la impresión de que el inspector Rebus detesta este tipo de casos en los que el móvil es fácil de descubrir.
– Tú apenas conoces al inspector Rebus -espetó Clarke.
Goodyear se percató de que había ido demasiado lejos.
– Sólo quiero decir que le gustan las cosas complicadas, las que resultan más difíciles.
– ¿En las que hay menos de lo que parece, quieres decir?
– Quiero decir que hay que mantener una perspectiva abierta.
– Gracias por el consejo -replicó Clarke con voz tan fría como el pastel de zanahoria. Goodyear miró su taza y, en aquel momento, vio aliviado que se abría la puerta y Megan MacFarlane se acercaba a la mesa. Iba cargada con tres kilos de archivadores que dejó de golpe en el suelo. Roddy Liddle estaba en el mostrador pidiendo las consumiciones.
– Lo que hay que aguantar -se lamentó MacFarlane, sonriendo inquisitiva a Todd Goodyear al tiempo que Clarke hacía las presentaciones.
– Soy admirador suyo -dijo Goodyear a la diputada-. Me gustó mucho la postura que adoptó sobre la red de tranvías.
– ¿No tendrá unos miles de amigos que piensen lo mismo? -dijo MacFarlane dejándose caer en la silla mirando al techo.
– Y siempre he sido partidario de la independencia -añadió el joven. Ella giró la cabeza hacia él antes de volverse hacia Clarke.
– Este agente me gusta más -comentó.
– Por cierto, el inspector Rebus -dijo Clarke-, lamenta no haber podido venir. Pero fue él quien la vio en el programa
– ¿Únicamente se trata de eso? -replicó MacFarlane irritada-. Pensaba que a lo mejor habían detenido a alguien.
– ¿Fue en esa ocasión cuando conoció al señor Todorov? -insistió Clarke.
– Sí.
– ¿Se conocieron en el estudio?
– En el Cubo -puntualizó MacFarlane-. Sí, nos citaron allí para la grabación.
– Creí que era un programa en directo -terció Goodyear.
– No -lo corrigió la diputada de MSP-. Naturalmente, Jim Bakewell, que es «
Se animó de nuevo rememorando los hechos y dio las gracias a Liddle cuando llegó con su café solo y un exprés para él. El ayudante acercó una silla para unirse a ellos y estrechó la mano de Goodyear.