La hija de Evda llevaba, como todos los alumnos de la clase, unos pantalones anchos y cortos que sólo se diferenciaban por unos flecos rojos a lo largo de las costuras laterales.
— Es un adorno hindú — respondió bajito Evda Nal a la sonrisa interrogante de su amiga.
Apenas ambas mujeres hubieron retrocedido al pasillo, la profesora salió de la clase.
En pos de ella salieron impetuosos algunos alumnos, entre ellos, la hija de Evda. La muchacha se paró de pronto al ver a la madre, cuyo orgullo y constante ejemplo quería imitar. Evda ignoraba que en la escuela existía un círculo de admiradores suyos que habían decidido seguir en la vida el mismo camino que la célebre psicóloga.
— ¡Mamá! — susurró la muchacha y, luego de lanzar una mirada tímida a la acompañante, se abrazó a su madre.
La profesora se detuvo y acercóse más.
— Debo informar al Consejo de la escuela — dijo, sin hacer caso del gesto de protesta de Evda Nal —. Sacaremos algún provecho de su visita.
— Mejor será que saquen ustedes provecho de ésta… — bromeó Evda, presentando a Veda Kong.
La profesora de historia se arreboló, rejuveneciéndose al instante.
— ¡Magnífico! — exclamó, procurando conservar el tono ejecutivo —. Pronto se celebrará la fiesta de la nueva promoción. De su marcha a la vida. Los consejos de Evda Nal y una breve conferencia de Veda Kong sobre las civilizaciones y razas antiguas serán un gran regalo para nuestros jóvenes. ¿Verdad que sí, Rea?
La hija de Evda palmoteo de contento. La profesora se fue, a leve paso gimnástico, a las oficinas, que se encontraban en un cuerpo del edificio, largo y recto.
— Rea, ¿quieres dejar hoy la lección laboral y dar conmigo un paseo por el jardín? — propuso Evda a su hija —. Ya no tendré tiempo de volverte a ver antes de la elección de tus « trabajos de Hércules ». Y la última vez no decidimos nada en concreto…
Rea, sin decir palabra, tomó a su madre del brazo. Los estudios, en cada ciclo de la escuela, se alternaban siempre con lecciones de trabajo manual. Aquel día tocaba una de las lecciones preferidas de la muchacha: el pulido de cristales ópticos, pero ¿podía haber algo más interesante y de mayor importancia que la llegada de su madre?
Veda Kong se dirigió hacia el pequeño observatorio astronómico, que se divisaba a lo lejos, dejando solas a la madre y a la hija. Rea, apretándose cariñosa contra el robusto brazo de su madre, caminaba pensativa.
— ¿Dónde está tu pequeño Kai? — preguntó Evda, y la muchacha se puso triste.
Kai era su alumno. Los mayores frecuentaban las escuelas cercanas del primero o del segundo ciclo y cuidaban de los pequeños que habían elegido para ejercer sobre ellos su tutela. El sistema de educación completa exigía que se prestase a los maestros una ayuda también integral.
— Kai ha pasado al segundo ciclo y se ha marchado lejos. Me da tanta pena… ¿Por qué se nos traslada de un sitio a otro cada cuatro años, de ciclo en ciclo?
— ¿Tú no sabes que la psique se cansa y embota a causa de las impresiones monótonas?
— Sí, pero lo que yo no comprendo es por qué al primero de los cuatro ciclos de tres años se le denomina ciclo cero, pues en él también se realiza un importantísimo proceso de educación e instrucción de los niños de uno a cuatro años…
— Es una denominación vieja y desacertada. Sin embargo, nosotros procuramos no cambiar, salvo caso de necesidad extrema, los términos establecidos. Estos cambios siempre dan lugar a gastos innecesarios de energía humana. Y evitarlo es un deber de todos, sin excepción alguna.
— Bueno, pero la división en ciclos, en cada uno de los cuales se estudia y se vive aparte de los demás, con los continuos desplazamientos, es también un gran gasto de energías. ¿Verdad?
— Ese gasto se compensa con creces con la aguzación de las percepciones y del beneficioso efecto de la instrucción, que, de lo contrario, decaería irremisiblemente.
Vosotros, los pequeños, a medida que crecéis y recibís educación, os vais convirtiendo en seres de cualidades diferentes. La vida conjunta de grupos de distinta edad impide la debida enseñanza e irrita a los propios escolares. Nosotros hemos reducido la diferencia al mínimo, separando a los niños en cuatro ciclos, según su edad, y a pesar de ello, eso no es aún lo más perfecto… Pero hablemos primero de tus proyectos y tus cosas. Yo tendré que daros a todos una conferencia, y tal vez en ella disipe tus dudas.