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Estaba claro que la superioridad de las escobas de Slytherin daba sus resultados, y mientras tanto, la bludger loca hacía todo lo que podía para derribar a Harry. Fred y George se acercaban tanto a él, uno a cada lado, que Harry no podía ver otra cosa que sus brazos, que se agitaban sin cesar, y le resultaba imposible buscar la snitch, y no digamos atraparla.

—Alguien... está... manipulando... esta... bludger... —gruñó Fred, golpeándola con todas sus fuerzas para rechazar un nuevo ataque contra Harry.

—Hay que detener el juego —dijo George, intentando hacerle señas a Wood y al mismo tiempo evitar que la bludger le partiera la nariz a Harry.

Wood captó el mensaje. La señora Hooch hizo sonar el silbato y Harry, Fred y George bajaron al césped, todavía tratando de evitar la bludger loca.

—¿Qué ocurre? —preguntó Wood, cuando el equipo de Gryffindor se reunió, mientras la afición de Slytherin los abucheaba—. Nos están haciendo papilla. Fred, George, ¿dónde estabais cuando la bludger le impidió marcar a Angelina?

—Estábamos ocho metros por encima de ella, Oliver, para evitar que la otra bludger matara a Harry —dijo George enfadado—. Alguien la ha manipulado..., no dejará en paz a Harry, no ha ido detrás de nadie más en todo el tiempo. Los de Slytherin deben de haberle hecho algo.

—Pero las bludger han permanecido guardadas en el despacho de la señora Hooch desde nuestro último entrenamiento, y aquel día no les pasaba nada... —dijo Wood, perplejo.

La señora Hooch iba hacia ellos. Detrás de ella, Harry veía al equipo de Slytherin que lo señalaban y se burlaban.

—Escuchad —les dijo Harry mientras ella se acercaba—, con vosotros dos volando todo el rato a mi lado, la única posibilidad que tengo de atrapar la snitch es que se me meta por la manga. Volved a proteger al resto del equipo y dejadme que me las arregle solo con esa bludger loca.

—No seas tonto —dijo Fred—, te partirá en dos.

Wood tan pronto miraba a Harry como a los Weasley

—Oliver, esto es una locura —dijo Alicia Spinnet enfadada—, no puedes dejar que Harry se las apañe solo con la bludger. Esto hay que investigarlo.

—¡Si paramos ahora, perderemos el partido! —argumentó Harry—. ¡Y no vamos a perder frente a Slytherin sólo por una bludger loca! ¡Venga, Oliver, diles que dejen que me las apañe yo solo!

—Esto es culpa tuya —dijo George a Wood, enfadado—. «¡Atrapa la snitch o muere en el intento!» ¡Qué idiotez decir eso!

Llegó la señora Hooch.

—¿Listos para seguir? —preguntó a Wood.

Wood contempló la expresión absolutamente segura del rostro de Harry.

—Bien —dijo—. Fred y George, ya lo habéis oído..., dejad que se enfrente él solo a la bludger.

La lluvia volvió a arreciar. Al toque de silbato de la señora Hooch, Harry dio una patada en el suelo que lo propulsó por los aires, y enseguida oyó tras él el zumbido de la bludger. Harry ascendió más y más. Giraba, daba vueltas, se trasladaba en espiral, en zigzag, describiendo tirabuzones. Ligeramente mareado, mantenía sin embargo los ojos completamente abiertos. La lluvia le empañaba los cristales de las gafas y se le metió en los agujeros de la nariz cuando se puso boca abajo para evitar otra violenta acometida de la bludger. Podía oír las risas de la multitud; sabía que debía de parecer idiota, pero la bludger loca pesaba mucho y no podía cambiar de dirección tan rápido como él.

Inició un vuelo a lo montaña rusa por los bordes del campo, intentando vislumbrar a través de la plateada cortina de lluvia los postes de Gryffindor, donde Adrian Pucey intentaba pasar a Wood...

Un silbido en el oído indicó a Harry que la bludger había vuelto a pasarle rozando.

Dio media vuelta y voló en la dirección opuesta.

—¿Haciendo prácticas de ballet, Potter? —le gritó Malfoy, cuando Harry se vio obligado a hacer una ridícula floritura en el aire para evitar la bludger. Harry escapó, pero la bludger lo seguía a un metro de distancia. Y en el momento en que dirigió a Malfoy una mirada de odio, vio la dorada snitch. Volaba a tan sólo unos centímetros por encima de la oreja izquierda de Malfoy... pero Malfoy, que estaba muy ocupado riéndose de Harry, no la había visto.

Durante un angustioso instante, Harry permaneció suspendido en el aire, sin atreverse a dirigirse hacia Malfoy a toda velocidad, para que éste no mirase hacia arriba y descubriera la snitch.

¡PLAM!

Se había quedado quieto un segundo de más. La bludger lo alcanzó por fin, le golpeó en el codo, y Harry sintió que le había roto el brazo. Débil, aturdido por el punzante dolor del brazo, desmontó a medias de la escoba empapada por la lluvia, manteniendo una rodilla todavía doblada sobre ella y su brazo derecho colgando inerte.

La bludger volvió para atacarle de nuevo, y esta vez se dirigía directa a su cara. Harry cambió bruscamente de dirección, con una idea fija en su mente aturdida: coger a Malfoy.

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