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—¡Pero hemos ganado! —le dijo Ron, sonriendo tímidamente—. Todo gracias a tu jugada. ¡Y la cara que ha puesto Malfoy... Parecía que te quería matar!

—Me gustaría saber cómo trucó la bludger —dijo Hermione intrigada.

—Podemos añadir ésta a la lista de preguntas que le haremos después de tomar la poción multijugos —dijo Harry acomodándose en las almohadas—. Espero que sepa mejor que esta bazofia...

—¿Con cosas de gente de Slytherin dentro? Estás de broma —observó Ron.

En aquel momento, se abrió de golpe la puerta de la enfermería. Sucios y empapados, entraron para ver a Harry los demás jugadores del equipo de Gryffindor.

—Un vuelo increíble, Harry —le dijo George—. Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no se daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento.

Habían llevado pasteles, dulces y botellas de zumo de calabaza; se situaron alrededor de la cama de Harry, y ya estaban preparando lo que prometía ser una fiesta estupenda, cuando se acercó la señora Pomfrey gritando:

—¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos!

¡Fuera! ¡FUERA!

Y dejaron solo a Harry, sin nadie que lo distrajera de los horribles dolores de su brazo inerte.


Horas después, Harry despertó sobresaltado en una total oscuridad, dando un breve grito de dolor: sentía como si tuviera el brazo lleno de grandes astillas. Por un instante pensó que era aquello lo que le había despertado. Pero luego se dio cuenta, con horror, de que alguien, en la oscuridad, le estaba poniendo una esponja en la frente.

—¡Fuera! —gritó, y luego, al reconocer al intruso, exclamó—: ¡Dobby!

Los ojos del tamaño de pelotas de tenis del elfo doméstico miraban desorbitados a Harry a través de la oscuridad. Una sola lágrima le bajaba por la nariz larga y afilada.

—Harry Potter ha vuelto al colegio —susurró triste—. Dobby avisó y avisó a Harry Potter. ¡Ah, señor!, ¿por qué no hizo caso a Dobby? ¿Por qué no volvió a casa Harry Potter cuando perdió el tren?

Harry se incorporó con gran esfuerzo y tiró al suelo la esponja de Dobby.

—¿Qué hace aquí? —dijo—. ¿Y cómo sabe que perdí el tren? —A Dobby le tembló un labio, y a Harry lo acometió una repentina sospecha—. ¡Fue usted! —dijo despacio—. ¡Usted impidió que la barrera nos dejara pasar!

—Sí, señor, claro —dijo Dobby, moviendo vigorosamente la cabeza de arriba abajo y agitando las orejas—. Dobby se ocultó y vigiló a Harry y selló la verja, y Dobby tuvo que quemarse después las manos con la plancha. —Enseñó a Harry diez largos dedos vendados—. Pero a Dobby no le importó, señor, porque pensaba que Harry Potter estaba a salvo, ¡pero no se le ocurrió que Harry Potter pudiera llegar al colegio por otro medio!

Se balanceaba hacia delante y hacia atrás, agitando su fea cabeza.

—¡Dobby se llevó semejante disgusto cuando se enteró de que Harry Potter estaba en Hogwarts, que se le quemó la cena de su señor! Dobby nunca había recibido tales azotes, señor...

Harry se desplomó de nuevo sobre las almohadas.

—Casi consigue que nos expulsen a Ron y a mí —dijo Harry con dureza—. Lo mejor es que se vaya antes de que mis huesos vuelvan a crecer, Dobby, o podría estrangularle.

Dobby sonrió levemente.

—Dobby está acostumbrado a las amenazas, señor. Dobby las recibe en casa cinco veces al día.

Se sonó la nariz con una esquina del sucio almohadón que llevaba puesto; su aspecto eran tan patético que Harry sintió que se le pasaba el enojo, aunque no quería.

—¿Por qué lleva puesto eso, Dobby? —le preguntó con curiosidad.

—¿Esto, señor? —preguntó Dobby, pellizcándose el almohadón—. Es un símbolo de la esclavitud del elfo doméstico, señor. A Dobby sólo podrán liberarlo sus dueños un día si le dan alguna prenda. La familia tiene mucho cuidado de no pasarle a Dobby ni siquiera un calcetín, porque entonces podría dejar la casa para siempre. —Dobby se secó los ojos saltones y dijo de repente—: ¡Harry Potter debe volver a casa! Dobby creía que su bludger bastaría para hacerle...

—¿Su bludger? —dijo Harry, volviendo a enfurecerse—. ¿Qué quiere decir con

«su bludger»? ¿Usted es el culpable de que esa bola intentara matarme?

—¡No, matarle no, señor, nunca! —dijo Dobby, asustado—. ¡Dobby quiere salvarle la vida a Harry Potter! ¡Mejor ser enviado de vuelta a casa, gravemente herido, que permanecer aquí, señor! ¡Dobby sólo quería ocasionar a Harry Potter el daño suficiente para que lo enviaran a casa!

—Ah, ¿eso es todo? —dijo Harry irritado—. Me imagino que no querrá decirme por qué quería enviarme de vuelta a casa hecho pedazos.

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