Читаем Zulú полностью

– Lo mismo que tú, gran jefe -contestó Epkeen-. Nos han dado pistas falsas. -Exhaló el humo de su cigarrillo, sin apartar la vista del documento de la agente de información-. La casa de Muizenberg, el Pinzgauer de la agencia ATD, la cuenta en el extranjero: parece que Terreblanche vuelve a estar en activo.

– Sí. El objetivo de la operación ya no sería el de intoxicar a la juventud como en tiempos del apartheid, sino eliminarla, pura y simplemente: la base de tik para enganchar al consumidor, y el virus para matarlo…

– Basson ya estudió el tema -comentó Brian-. ¿Crees que el cerdo ése está en el ajo?

Al otro lado de la mesa, con la nariz metida en un batido que no era precisamente lo que más le convenía dado su sobrepeso, Janet Helms se hacía la misma pregunta.

– No -dijo Neuman-. Basson está demasiado vigilado. Pero Terreblanche sí está metido en esto. El y sus cómplices.

– ¿Debeer?

– Entre otros.

La foca, que llevaba media hora tumbada al sol en el muelle, se zambulló en el agua, ante la admiración de los curiosos. El camarero le pidió a Epkeen que apagara su cigarrillo (era una terraza para no fumadores), pero éste lo mandó a paseo.

– Vale -resumió-. Supongamos que Terreblanche y sus compinches han fabricado una droga mortal y han utilizado a la banda de Gulethu para venderla por toda la costa. Supongamos que la casa de Muizenberg ha sido su escondite, que la banda estuviera encargada de vigilar los alrededores y que levantaran campamento al acercarnos nosotros, dejando algunos cadáveres en el sótano para alejarnos de la pista verdadera… Supongamos también que Simón y su banda fueran también pequeñas piezas del engranaje: bastaba un poco de tik o de Mandrax para controlarlos. ¿Para qué querrían administrarles a ellos también esa porquería de droga?

– Para limitar su esperanza de vida -dijo Neuman-. El período de incubación del virus es demasiado largo para que pudiéramos encontrarlo en Nicole o en Kate -explicó-, pero el surfista de False Bay y Simón contrajeron el mismo virus hace varias semanas: una cepa de sida, introducida en la droga… Eso significa que todas las personas que consumieron el producto están hoy infectadas. Sin un tratamiento rápido, les quedan sólo unos pocos meses de vida…

– Entonces el objetivo no eran los jóvenes blancos de la costa, sino los chavales del township.

– Eso parece.

Janet Helms tomaba apuntes en su libreta, con el regusto dulce del batido en los labios. El afrikáner soltó un taco para el fondo de su espresso.

– ¿Y dónde está Terreblanche?

– Por el momento, en ninguna parte -dijo Neuman.

– No he encontrado nada en los ficheros de la SAP -confirmó la mestiza-, ni en los diferentes servicios administrativos o médicos. Tan sólo una nota en los archivos del ejército.

– ¿Y eso cómo puede ser?

– Es un misterio -dijo-. Terreblanche tiene acciones de empresas sudafricanas pero hace años que ya no reside aquí. Me ha resultado imposible localizarlo en el extranjero. He rebuscado en los archivos del ejército, pero no hay prácticamente nada sobre él: sólo su hoja de servicios y su participación en el Project Coast del Doctor Muerte.

– Siempre podemos tratar de hablar de este asunto con el fiscal general para que abra una investigación -propuso Epkeen.

– Nos mandaría a hacer gárgaras -dijo Neuman-. No tenemos nada, Brian: sólo información obtenida de manera ilegal y un organigrama de hace veinte años sobre un asunto definitivamente archivado. Comprar una casa mediante una cuenta en el extranjero o patrullar en Pinzgauer la noche de un homicidio no es un delito que se pueda perseguir: necesitamos pruebas.

Por la megafonía, una voz grabada invitaba a los turistas a no aventurarse fuera de las verjas del complejo comercial, como si una horda de delincuentes estuviera esperando para desvalijarlos. Epkeen se encendió otro cigarro.

– Puedo ir a buscarle las cosquillas a Debeer -dijo.

– Con eso corremos el riesgo de alertar a Terreblanche -objetó Neuman-. No quiero que se nos escape… Janet -dijo, volviéndose hacia el aspirador de batidos-: trate de dibujarme el organigrama de los colaboradores de Basson en Project Coast, con sus coordenadas y toda la información que logre encontrar. Terreblanche pudo contratar a antiguos químicos para este asunto. Busque en los ficheros de los servicios especiales, en los del ejército… Poco importa cómo lo consiga.

Janet asintió por encima de los restos de batido. Sería capaz de piratear los ordenadores del Pentágono si se lo pidiera.

– ¿Puede introducirse en las redes informáticas sin dejar rastro? -quiso saber.

– Pues… sí… Con las contraseñas y un ordenador seguro lo tendría que conseguir… Pero, en fin, es arriesgado, capitán…

Se jugaba la carrera, a fin de cuentas.

– Ha habido demasiadas filtraciones en este caso -dijo Neuman-. Si la muerte de Kate fue una puesta en escena para acusar a Gulethu y cerrar el caso, eso significa que Terreblanche y sus cómplices tuvieron acceso a los informes de autopsia de la morgue. O incluso a nuestros propios ficheros.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Секреты Лилии
Секреты Лилии

1951 год. Юная Лили заключает сделку с ведьмой, чтобы спасти мать, и обрекает себя на проклятье. Теперь она не имеет права на любовь. Проходят годы, и жизнь сталкивает девушку с Натаном. Она влюбляется в странного замкнутого парня, у которого тоже немало тайн. Лили понимает, что их любовь невозможна, но решает пойти наперекор судьбе, однако проклятье никуда не делось…Шестьдесят лет спустя Руслана получает в наследство дом от двоюродного деда Натана, которого она никогда не видела. Ее начинают преследовать странные голоса и видения, а по ночам дом нашептывает свою трагическую историю, которую Руслана бессознательно набирает на старой печатной машинке. Приподняв покров многолетнего молчания, она вытягивает на свет страшные фамильные тайны и раскрывает не только чужие, но и свои секреты…

Анастасия Сергеевна Румянцева , Нана Рай

Фантастика / Триллер / Исторические любовные романы / Мистика / Романы
Eagle Station
Eagle Station

In this thrilling geopolitical adventure from New York Times bestselling legend Dale Brown, Brad McLanahan and the Space Force must fight to preserve America's freedom when ruthless enemies forge an unlikely alliance to control not only the earth, but the moon and beyond.Because its enemies never stop trying to undermine the United States' security, the men and women who serve to protect America must always be vigilant. Few know this better than warriors Brad McLanahan and Nadia Rozek. Newly married, the two are just beginning to settle into their new life together when they are called back into action.Though the Russians were badly defeated by Brad and the Iron Wolf Squadron in their previous bid for world dominance, they are back and doubling down on their quest for control of outer space. In addition to their cutting-edge weaponry, they have a formidable new ally: China's energetic and ruthless leader, President Li Jun.To protect America and the rest of the free world from the Russians and the Chinese, the Americans plan to mine the moon's helium-3 resources, which will allow them to fully exploit the revolutionary fusion power technology Brad and his team captured from the Russians aboard the Mars One weapons platform.But Leonov and Li have devised a daring plan of their own. They are building a joint secret base on the moon's far side fortified with a powerful Russian plasma rail gun that can destroy any spacecraft entering lunar orbit. If the heavily armed base becomes operational, it will give America's enemies control over the world's economic and military future.As this latest skirmish in the war for space accelerates, Brad, Nadia, and their compatriots in the Space Force must use their cunning and skill — and America's own high-tech weaponry — to derail the Sino-Russian alliance and destroy their lunar site before it's too late for the U.S.… and the entire world.

Дейл Браун

Триллер