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– Nunca he tenido que castigar a alguien a quien acabo de conocer, -le dijo, dejando que su propio enojo se evidencie. -La disciplina es una cuestión de confianza entre un Dom y un sub. No tenemos esa confianza entre nosotros. Tener que representar una escena, una escena de castigo como esa, fue muy desagradable. Me preocupaba hacerte daño, Jessica, -gruñó. -Me dejarás sostenerte, y ofrecerte un poco de consuelo a cambio.

Sus ojos se abrieron. Anteriormente, ella había entendido el daño que sus acciones negligentes habían ocasionado al Maestro Smith y a su sub. ¿Podría entender el malestar que le había causado a él? Casi podía oír esa mente inteligente girando en torno a los acontecimientos. Esta era una mujer muy lista.

Y luego murmuró:

– Lo siento -en su camisa.

– Como yo, -respondió él de la misma manera, Sin concederle la gracia del perdón. No todavía.

Ella sorbió un poco, avanzando lentamente debajo de sus defensas.

– ¿Qué quieres que haga?

– Simplemente siéntate conmigo, pequeña, -suspiró. -Hasta que nos recuperemos un poco. Eres una muy reconfortante mujer, y a mi cuerpo le gusta tenerte en su contra.

Con sus palabras, su mente se abrió más que cualquier dolor persistente. Él pudo sentir la forma en que su cuerpo de repente se volvió consciente de él otra vez, de su dureza en contra de su suavidad, de su mano acariciando su cabello, de su olor. Incluso mientras se relajaba, se retorcía un poco para aliviar el dolor de su culo dolorido. Su pene reaccionó a los provocativos movimientos. Ella tenía el tipo de cuerpo que más disfrutaba: redondo, suave, y abundante.

Cuando él se endureció, ella se quedó inmóvil, dándose cuenta de que sus movimientos lo habían incitado.

Él se rió entre dientes, presionando los labios en la parte superior de su cabeza.

– Quiero un beso, y luego te llevaré a la entrada.

– ¿Eso es todo?-Preguntó con suspicacia.

Sus ojos se entrecerraron, y acarició con los dedos la parte inferior de su pecho, su pulgar frotando el pezón. Su alarma estaba acompañada por una llamarada de calor.

– ¿Tal vez debería pedir más?, -Murmuró.

Ella puso su mano sobre la de él, tratando de alejarse, tan exitoso como un gatito tirando de la mano de un ser humano.

– Bésame, -le dijo.

Con un acongojado suspiro, ella inclinó la cabeza hacia él.

Esta vez él iba más despacio. Rozó sus labios tentándola, como en sus días con las Operaciones Especiales, examinando el terreno. Su boca era suave con una pequeña arruga en el centro del labio inferior, dividiéndolo en dos pequeños montecitos. Él profundizó el beso, abriéndole los labios con los suyos, persuadiéndola a responder. Bajo su lento asalto, su boca se suavizó, como los pezones de una mujer después de haberse corrido. Profundizando aún más, él invadió su boca, tomando posesión.

Sus dedos se apretaron alrededor de su mano, mientras él apretaba sus dedos alrededor de su pecho. Un jadeo. Leyó en su mente la preocupación por las exasperantes emociones de una mujer al acrecentarse sus necesidades. El calor abrasó el camino desde sus pechos a su coño, y cuando él chupó su lengua dentro de su boca, incrementó las sensaciones en su cuerpo de la forma en que un ascensor lleva a una persona a la cima.

Cuando su magnífico cuerpo se estremeció de hambre, él se alejó lentamente antes de poder estar tentado a más. Una promesa era una promesa, y ella ya estaba abrumada. Si el frío de la entrada enfriaba su lujuria, entonces que así sea. Por supuesto, si sus necesidades y pensamientos la conducían de vuelta a su territorio… Bueno, su imaginación ya la había llevado a su cama, su coño abierto para su lengua, sus dedos, y luego su polla. Él disfrutaría tomándola una y otra vez hasta que sus gritos de éxtasis la dejaran flácida y lista para tomarlo otra vez.

Él sacudió la cabeza para aliviarse un poco, luego rozó otro beso en su boca que era casi tan lujuriosa como sus pechos.

– Arriba, pequeña. -La ayudó a pararse, pasando un brazo alrededor de ella cuando sus rodillas su doblaron. Sólo para molestarla, aplicó fuerza otra vez entre sus piernas, y para ver si el castigo se estaba convirtiendo en algo más, pasándole la mano por el culo, apretó cada dulce mejilla a la vez, recordando el vívido rosa que había brillado sobre su piel blanca.

Ella contuvo la respiración, y, oh, sí, otro gratificante incremento de calor.

– Como he dicho, el dolor es una sensación muy cercana a la excitación, -murmuró, todavía acariciando las nalgas, disfrutando de su confusión mientras el dolor se transformaba en una erótica sensación. -Si te pellizcara aquí, probablemente te correrías.

Su espalda se puso rígida, y ella trató de alejarse. No estaba acostumbrada a palabras que tentaran sus deseos, incluso mientras sus dedos estaban en su culo.

Sin decir más, a pesar de que ya estaba pensando en lo que le estaría diciendo luego, lo que le diría cuando la primera muñeca fuera encadenada a su cama, él la llevó a la entrada donde Ben custodiaba la fría y estéril habitación.

CAPÍTULO 05

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