Читаем Club Shadowlands полностью

Ella estuvo rígida hasta que comenzó a entender sus palabras, luego se relajó y lo miró. -¿Estás seguro?

– Tan seguro sobre ellos como lo estoy de que no estás lista para tener mis dedos deslizándose en ningún otro lado que no sea tu coño.

Su brusca inhalación, seguida de una onda sorpresiva de calor, lo endureció como una roca. Sí, la atracción estaba definitivamente allí. ¿Le seguiría la confianza necesaria?

Así que cuando ella se forzó a mostrarse enojada por sus palabras contundentes y levantó su cabeza para regañarlo, él simplemente tomó sus labios, esos suaves labios rosados que había estado anhelando desde la última vez. Su brazo alrededor de ella frustró su intento de dar un paso atrás. Puso su otra mano a lo largo de la mandíbula, manteniendo la inclinación en el ángulo correcto para jugar con su boca, para mordisquear sus suculentos labios, pasar la lengua a través de la piel aterciopelada y provocarla hasta que se abrió para él, permitiéndole ir más profundo para descubrir los secretos en su interior. Cuando chupó su lengua, pudo sentirla derretirse.

Sus labios parecían arder debajo de los suyos mientras él los atormentaba, hasta que ella aplanó su curvilíneo cuerpo en su contra en un esfuerzo por acercarse. Verdadero placer.

A regañadientes, él se retiró, agarrándola de los brazos y alejándola de él. Cuando ella parpadeó y volvió a su entorno, la sub atada frente a ellos recibió la polla de su maestro con un grito de alegría y comenzó a tener espasmos dentro de un ruidoso y feliz orgasmo.

Jessica se volvió de un rojo oscuro, casi atragantándose. -Ah. Supongo que tenías razón sobre ellos, ¿eh?

Sonriendo, Zachary pasó un brazo alrededor de ella, manteniéndola alejada.

Ellos no estaban regresando a la barra, él la estaba llevando hacia la parte delantera de la habitación.

Jessica rezagó sus pasos.

– ¿Dónde estamos…?

– Has tenido un día largo y probablemente te perdiste la cena, -dijo el Maestro. -Debes estar muerta de hambre ahora.

¿Comida? Eso parecía tan… mundano en este lugar exótico, pero la idea hizo gruñir a su estómago.

– Supongo que tengo un poco de hambre.

Ella no había notado antes lo que había al otro lado de la barra, pero la esquina frontal frente a la pista de baile contenía largas mesas llenas de bocadillos. El Maestro le entregó un pequeño plato, y ella se acercó a la mesa, recogiendo pequeños pasteles de carne, champiñones rellenos, canapés de cangrejo. Él no tomó nada para comer, sólo sirvió algo de té helado para cada uno.

– ¿No tienes hambre?, -Preguntó ella.

– Comí antes.

En una desocupada sala de estar, ella se sentó en el sofá, y él tomó una silla. Él rara vez estaba sin tocarla, ella se dio cuenta, mirándolo por encima de la mesa de café y sintiendo que más que la distancia física crecía entre ellos. Apoyó el plato sobre la mesita del café, cada vez más vergonzosa.

– Así que, -dijo. Ella había vuelto a sentirse incómoda por la presencia de un hombre, ¿no era eso extraño? -¿Cómo llegaste a poseer un club como este?

Él se reclinó en la silla, obviamente a gusto, las piernas estiradas hacia fuera delante de él. Una delgada mano sostenía su taza de té mientras la contempló por un momento. -Este estilo de vida puede ser solitario, y la gente asiste a los clubes por compañía. No me gustan algunos de los abusos que tienen lugar en ellos y quería ver si podía hacerlo mejor.

Ella comenzó a recoger un pastel y se detuvo. ¿Cómo iba a poder comer frente a él? Probablemente pensaba que era demasiado gorda para eso. Cuando miró hacia abajo, sus caderas y muslos parecían como si estuvieran abultados por debajo de la estrecha falda. Cruzó las manos sobre su regazo.

Conversación. Ellos estaban teniendo una conversación.

– ¿Abuso?

– Al igual que con cualquier estilo de vida alternativo, el BDSM puede atraer inestables personalidades. Aquí, al menos, trato de asegurar que consensual sea más que un eslogan. Pero a pesar de nuestros procedimientos de selección y entrenamiento… todavía tenemos algunos problemas. -Su mirada estrechada parpadeó del plato a sus manos. Con el ceño fruncido, apoyó su taza de té sobre la mesa. -¿Ya no tienes hambre?

Ella se encogió de hombros, sintiéndose torpe e inepta. ¿Por qué no podía ser toda delgada y esas cosas, y por qué nunca le molestaba a menos que se sintiera atraída por un hombre?

Él sacudió la cabeza y pausadamente se cambió de asiento, uniéndose a ella en el sofá.

– Ven aquí, mascota. -Con un apretón inquebrantable, la arrastró hasta que sus muslos y hombros estaban rozando los suyos.

¿Podía él sentir la forma en que sus caderas se aplastaban?

– Jessica, me gusta tu cuerpo, en caso de que no lo hayas notado. -Se volvió hacia ella, empujándola contra la parte posterior del sofá. Lentamente arrastrando los dedos hacia abajo de su cuello, a través de sus pechos, su estómago, y el calor fluyó dentro de ella como una corriente. Ella se movió incómoda cuando su mano se ubicó sobre su cadera regordeta.

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