Lo inesperado de la pregunta la hizo tensarse por dentro. ¿Por qué él seguía haciendo estas imposibles preguntas inquisitivas, maldita sea? ¿Cómo podría ella posiblemente responder a esta?
– No he venido para… Es sólo curiosidad. -Curiosidad por ver lo que él podía hacerle. Su respiración se aceleró.
– ¿Curiosidad por
– Principalmente por ver. -De verdad.
– ¿No sientes curiosidad en cuanto a lo que se
Ella hizo una mueca.
– He intentado eso antes. ¿Te acuerdas? ¿La pala?
– Me acuerdo, sí. -La curva en su mejilla apareció, pero al menos no se reía. -Bueno, gatito, vamos a ver cómo te gusta ser restringida… y
Él la besó. Cuando su lengua se frotó contra la de ella, el calor la llenó. Intentó llevar sus manos hacia arriba para tocarlo, sólo que no podía, y se sorprendió, luego el calor corrió a través de ella. Su boca se movió por el costado de su cuello, los dientes cerrándose suavemente sobre la piel, volviéndole la piel de gallina.
Una vez más ella trató de moverse. Una vez más los dedos la mantuvieron en su lugar, y ella realmente se sentía empapada.
– Tienes una piel suave que ruega por ser tocada, -susurró, lamiendo el hueco en su clavícula. -Pezones que quieren ser succionados. -Con su mano libre, pasó su dedo por el escote bajo de la camiseta, acariciando la parte superior de sus pechos.
Ella contuvo la respiración, deseando que vaya más allá. No queriendo que lo haga. Maldita sea, detestaba estar tan confundida.
Sonriendo, él empujó el elástico de la camiseta más abajo hasta que sus pechos estaban la mitad afuera. Las puntas de sus dedos se deslizaron debajo de la camiseta para tocar un pezón, y este se puso duro como una piedra. Su boca se cerró con un suspiro, y luego se congeló cuando se dio cuenta de que él no estaba mirando hacia abajo, sino estudiando su rostro, sus expresiones. Mientras su mirada capturaba la de ella, sus dedos ligeramente circulaban el pezón, vueltas y vueltas, hasta que ella pudo sentir la necesidad creciendo dentro suyo, hasta que ella estuvo mordiéndose el labio. Demasiadas sensaciones: la sensación de una dura mano restringiéndola, de sus dedos sobre su cuerpo. La urgencia la llenaba mientras su núcleo latía.
– Se siente diferente, ¿no? -Susurró. -¿Quieres más?
– No. -Él la veía demasiado claramente, y eso era tan aterrador como la forma en que su cuerpo estaba reaccionando. -No, no quiero.
Su mandíbula se apretó.
– Yo realmente sé cuando mientes, pequeña. Para tu comodidad, no te lo he pedido antes, pero ahora… -Su mirada fija la inmovilizó en su lugar. -Ahora vas a ser honesta conmigo.
– Yo -Ella sacudió la cabeza, renuente a exponer su necesidad. Realmente ella no podía mentir.
– Creo que vamos a ir a satisfacer algunas de tus curiosidades y algunas de esas necesidades que no quieres admitir. -Le dirigió una mirada demoledora. -Tu respuesta es “sí, señor”.
Su corazón estaba martilleando como si hubiera estado corriendo kilómetros, y sus manos se volvieron sudorosas en su agarre. ¿
Él sonrió, tiró de ella sobre sus pies, y la condujo a una puerta cerrada rotulada como Privada y luego dentro de una pequeña habitación abajo por un pasillo. Con un gesto de su mano en el marco de la puerta, dos candelabros de pared brillaron con suaves luces parpadeantes.
Ella se detuvo justo dentro de la puerta, una muñeca todavía bajo su control. La música palpitante del club era un suave murmullo en los oídos mientras miraba a su alrededor. Los oscuros paneles del cuarto contenían una gran cama de hierro forjado con un cobertor brillante color zafiro, un armario antiguo, y nada más. Se humedeció los labios. ¿Qué estaba haciendo? Esto era demasiado, demasiado irrevocable. Tiró contra su agarre.
– No, Jessica, -murmuró. -Tú estás aquí porque quieres estar. Si te vas, siempre te preguntarás lo que podría haber sido.
Su respiración se volvió más rápida cuando la llevó hasta la cama, pero él simplemente se sentó en el borde y la atrajo sobre su regazo, atrapándole la mano.
– Antes que nada, esta vez entre nosotros es simplemente por placer. Confía en mí para saber cómo darte ese placer. ¿Puedes hacer eso?, -Sus ojos estaba absortos como si él pudiera ver dentro de su alma.
Ella asintió rígidamente con la cabeza entonces.
– No me azotarás… o nada de eso, ¿verdad?
– No, gatito. -Acarició un dedo hacia abajo de su mejilla. -Has experimentado el peor de los castigos físicos que yo imparto.
Sus músculos se relajaron un poco.
– Está bien.