Zachary escuchaba a James y sus ideas para una escena con su medianamente nueva sub, pero su mente estaba más en Jessica que en la conversación. Él podría decir que los pensamientos de ella estaban en él y en la forma en que la había hecho sentir. Ella estaba confundida… y muy excitada. Excelente.
Volvió su atención a James, repitiendo mentalmente lo que el joven le había dicho.
Nueva sub, inhibida. Maravillosa en privado, pero no podía conseguir excitarla en escenas públicas.
– Entonces no lo hagan, -dijo Zachary. Su hijo en edad universitaria le habría añadido un ¡
– Pero me encanta montar escenas en el club, Z. Es algo a lo que no quiero renunciar. Maldición, ella no puede solucionarlo por mí después de todo. -James suspiró, su insatisfacción evidente.
Zachary alejó sus pensamientos de Jessica para poder centrarse en el problema. James y Brandy estaban bien juntos, cada uno reunía las necesidades del otro. Sería una lástima que algo tan menor los separe. -Puedes montar una escena sin hacerla llegar a su clímax.
– Sí, pero como que de eso se trata todo en una escena, por lo menos así es para mí.
– Muy bien, entonces. -Zachary frunció el ceño. -Si Brandy se corre fácilmente cuando está sola contigo, entonces se siente inhibida por verse expuesta. Si tú puedes llevarla al orgasmo una o dos veces en una escena pública, probablemente va a estar bien después de eso.
– Sí, eso es lo que pienso. A ella le gusta hacer ese tipo de cosas frente a la gente… sólo que no se corre.
– Una mujer está en su momento más vulnerable entonces, tanto física como emocionalmente. -Zachary miró hacia la puerta del baño. Jessica debería salir pronto. -James, déjame darte algunos consejos prácticos y…
– Mierda Z, no soy bueno para recordar instrucciones. ¿Me puede mostrar? ¿Hacer una de tus lecciones en la escena?
La educación siempre había sido una prioridad en el club, y aunque inducir un clímax público no era parte del entrenamiento habitual, probablemente era una preocupación de muchos de los nuevos Dom y subs. -Muy bien. La semana que viene.
– Perfecto. Voy a asegurarme de que tenga la noche libre. -La sonrisa de James mostraba su alivio antes de que asintiera con la cabeza hacia el baño. -Sabes, he visto a tu sub antes. Ella visita el refugio de animales cada semana.
James era un técnico veterinario, recordó Zachary. -¿Haciendo qué?
– Socializar con los animales, ya sabes, pasear a los perros, acurrucar a los gatos. Los animales la adoran.
– Es bueno saberlo. -Un amor, como él había pensado.
– Sí, pensé que debía mencionarlo. Ella no es del tipo de jactarse.
– No. -La mujer tenía profundidades que él no había explorado todavía, física o emocionalmente.
– Bueno, gracias por la ayuda, Z, -dijo James. -Voy a ir a decirle a Brandy sobre la semana que viene.
Justo después que el joven se fue, Jessica regresó.
Zachary se volvió hacia Jessica, saboreando sus inequívocas emociones detrás del ruidoso tintineo del joven. Su mente era tan transparente, él ocasionalmente podría obtener imágenes en lugar de sólo emociones.
Ahora mismo, sus barreras se volvieron a levantar, su excitación bajó. Ella era como aguas termales en una montaña alta, todo ese calor cubriendo a la nieve recién caída. Ahora, cuánto tiempo podía ella hacer esto último, se preguntó, divertido. -Vamos a dirigirnos hacia el otro lado de la habitación.
La determinada mirada que el Maestro acababa de darle a Jessica la perturbó.
En el baño, ella había tenido una firme charla consigo misma mientras se enfriaba. Ella no haría una idiota de sí misma estando toda caliente y mojada. Seguro, ella quería descubrir más sobre las cosas del bondage, pero no hasta el punto de renunciar a todo control. -¿Qué hay en el otro lado?
– Sólo un lugar para sentarse más cómodamente, -dijo el Maestro suavemente. -Tú tienes una voz suave, y es difícil oírte cuando estamos cerca de la pista de baile.
La condujo hacia una zona llena de pequeños grupos de sillas y sofás. La gente estaba sentada y hablando en voz baja. Bueno, algunos de ellos. Pasaron junto a un sofá donde una mujer estaba arrodillada a los pies de un hombre jugando abiertamente con su polla.
Jessica apartó los ojos y se sonrojó.
– Las personas seguramente no son modestas aquí, ¿verdad? -murmuró.
Su risa le envió hormigueos a través de ella. Infierno, no importaba lo que él haga, ella se estremecía, como si cada célula de piel sobre su cuerpo estaría sensibilizada a su toque o a su voz. Sólo la sensación de su mano acariciando su brazo desnudo le hacía curvar los dedos de los pies.
Encontrando un sillón vacío, él se sentó, tirando de ella a su lado. Él estaba tan cerca que su aroma se envolvía a su alrededor mientras su peso la inclinaba hacia él. Ella juntó las manos en su regazo.
– ¿Y ahora qué?, -Preguntó con una vívida voz.
– Ahora nos ponemos serios. -Su oscura, profunda voz de barítono le hizo temblar el estómago. -¿Por qué volviste a aparecer?