Читаем Club Shadowlands полностью

Demasiado extraño. No había pedido nada. Después de cerrar la puerta, puso el paquete sobre la mesa de café de cristal y comenzó a rasgarlo. Dentro del sobre, un suave papel tisú envolvía un… ¿camisón? Sorprendida, ella lo levantó. Definitivamente un camisón del estilo baby-doll. Un suave rosa con un top con correas y dobladillo de encaje. Seda real.

Ella nunca había usado nada así en su vida. Lo que en el… Había una tarjeta en la parte inferior del paquete. Letra negra manuscrita. Esta noche es la noche de la ropa interior para las subs. Me gustaría verte con esto y nada más. Maestro Z.

Oh. Mi Dios. Su corazón parecía trastabillar aún cuando sus piernas se volvieron inestables. Se dejó caer en el sofá. Quería verla. Un estremecimiento la recorrió.

Y entonces frunció el ceño. Ella no le había dado su número, por no hablar de su dirección. ¿Cómo había sabido dónde enviar algo? Por supuesto. El chofer de la limusina, ella le había dado su dirección. Audaz, Maestro Z.

Una vez más, él había sabido cómo se sentía. Algunos hombres podrían haber aparecido en la puerta de su casa. El corazón le dio un golpe duro ante la idea de ver al Maestro. Pero él no era tan insistente. En su lugar, había encontrado una manera refinada para decirle que quería verla. Una sensación de calor creció en su pecho. No se había olvidado de ella.

Ahora la decisión la tenía ella.

Frunció el ceño frente a su regalo. ¿Vestirse con esa cosa diminuta? Por supuesto que no. Lo miró durante un largo rato. Luego, mordiéndose el labio, se desvistió y se lo puso. Fresca seda flotó alrededor de su cuerpo. La parte superior sin mangas levantaba sus pechos hasta que casi se desbordaban, y la parte inferior… Bueno, las había visto más cortas. En serio. Pero no mucho. Aunque el encaje del borde caía adelante y atrás a mitad del muslo, los costados sólo llegaban a sus caderas. Descubrió una pequeña tanga que quedaba en el paquete y la balanceó con un dedo. ¿Vestirse con esto? ¿Cuál sería el punto?

Se acercó a un espejo. El camisón realmente se veía muy bien en ella, ¿no? Giró para que el dobladillo acariciara sus piernas. Había visto atuendos menos modestos en las despedidas de solteros. Él no había enviado algo que la hiciera parecer totalmente prostituta. En realidad, no podía imaginar al Maestro Z enviando nada vulgar.

Ella giró otra vez. Si dejaba su pelo suelto, cubriría una gran parte del escote. Para el viaje, podría ponerse un abrigo y dejarlo en el pequeño guardarropa. Sus manos comenzaron a sudar.


¿Estaba realmente considerando esto?


Zachary vagaba por el club, asintiendo con la cabeza a los clientes habituales. El lugar estaba llenándose agradablemente. Las noches de la lencería eran muy populares, tanto por la experiencia como por la gente nueva. Inspeccionó las habitaciones temáticas de la parte posterior: la inflexible mazmorra, la sala médica, la oficina, la sala de juegos. Todas estaban limpias y surtidas. Los monitores de la mazmorra asignados a cada área se encontraban en sus lugares.

Se preguntó qué estaría haciendo Jessica ahora. ¿Mirando sorprendida su regalo? ¿Tratando de decidir qué hacer? Su confianza en sí misma y en su atractivo no era fuerte, eso podía influir en su decisión. ¿Sería lo suficientemente consciente de sus deseos como para poner un pie por este camino?

Juntando las manos en su espalda, dio la vuelta hacia la sala principal. ¿Qué tan valiente era ella?


Su estómago se removió con anticipación cuando Jessica llegó a la entrada de Shadowlands.

Ben levantó la vista de sus papeles, y una gran sonrisa dividió sus fuertes rasgos. -Bueno, mira, si estás de vuelta.

La acogida fue sincera, y ella le sonrió a cambio. -Supongo que sí.

– El Maestro Z se alegrará. -Él giró sobre sí mismo hacia su caja de archivos, sacó los papeles que llevaban su firma. -El jefe dijo: “Esta vez, léelos”.

Ella se rió y empezó a leer las tres páginas. Varias veces se detuvo para recobrar el aliento por las formas en que podría haberse metido en problemas y las sanciones que implicaban. El Maestro no le había mentido sobre el castigo por arruinar la escena de alguien. En todo caso, lo había obtenido livianamente.

Ben estaba sonriendo en el momento en que terminó.

– ¿Un poco abrumador?

– Bastante abrumador, -murmuró. Si ella hubiera leído los formularios la semana pasada, nunca hubiera puesto un pie adentro. Al menos esta vez tenía el beneficio de algunas investigaciones en Internet.

– Dame tu abrigo, y deja los zapatos en un cubículo. -Él asintió con la cabeza hacia el almacenamiento de zapatos incorporado junto al perchero.

Después de ubicar a sus zapatos, se quitó el abrigo, sintiéndose como si se estuviera desnudando.

Él emitió un bajo silbido, haciéndola ruborizarse.

– Te ves muy bien. Entra ahora.

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