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– Esta lección aporta una manera de introducir a un novato a montar escenas públicas, -dijo, con voz más alta, como un instructor. -En el caso de Jessica, ella es muy nueva, y estoy orgulloso de que me haya otorgado su confianza. Confianza o no, con un nuevo sub, la timidez puede ser difícil de superar. Uno de los tipos de inhibición es el enfoque de la lección de esta noche.

– Nosotros, por supuesto, comenzamos con un examen de los senos. -Sus dedos levantó sus pechos, acariciando en círculos, masajeando. -Pechos lozanos, como se puede ver.

Ok, ella estaba bien. Había estado esperando algo como esto.

Sus dedos encontraron sus pezones, los acariciaron hasta convertirlos en puntos duros, apretando lo suficiente para hacerla estremecerse, nunca lo suficiente para hacer daño.

– Y también sensibles.

Cada pellizco despertaba más terminaciones nerviosas en sus pechos, en su núcleo. Ella no podía verlo, no podía ver dónde tenía las manos, y su piel se ponía extremadamente sensible, como ansiosa por el próximo toque de sus dedos.

Sus manos corrieron hacia abajo de su torso, acariciando el estómago. Lo oyó moverse de su lado hacia el final de la mesa, entonces, el chirrido del taburete rodante. Ella sabía lo que estaba por venir. Sus piernas se cerraron involuntariamente antes de obligarse a sí misma a relajarse. Un murmullo de risas provino de los espectadores.

– Dado que nuestra pequeña sub aquí es novata, por su comodidad, les voy a pedir silencio durante la demostración.

El ruido de la gente se redujo a susurros. Firmes dedos calientes se cerraron alrededor de su tobillo derecho, y ordenó:

– Dame tu pie, Jessica. Ahora.

Ella lanzó un suspiro, permitiéndole levantarle una pierna y colocar su pie derecho en un estribo. Apretó los dientes cuando una correa se cerró alrededor de su tobillo, fijando su pie al metal frío.

Maldita sea, su médico nunca utilizaba correas… las restricciones lo hacían de alguna manera más exasperante.

Le agarró el pie izquierdo. Separándole las piernas, lo puso en el otro estribo. El aire se sentía terriblemente frío contra sus tejidos calientes. Otra correa sobre su pie. Ella estaba restringida… brazos y pies. Ciega. Tenía las manos cerradas en puños mientras trataba de no entrar en pánico.

Él esperó, una tibia mano arrastrándose arriba y debajo de su pantorrilla. -Para las nuevas subs, la experiencia de estar en una escena puede ser abrumadora. La vergüenza, incluso el miedo, puede impedirles excitarse o incluso lograr la liberación. Como resultado, muchas veces la cantidad regular de estimulación no logrará su propósito para las principiantes.

Sus músculos se aflojaron mientras escuchaba su cálida y profunda voz.

Entonces él agarró sus caderas, la deslizó hacia el final de la mesa.

– La posición es muy importante en la mesa de examen, -dijo. -El culo del paciente debe estar justo por encima del borde. -Él lo acomodó. -Y para lo que voy a estar haciendo, permitirle demasiado movimiento no sería bueno.

Algo estaba cerrándose en la parte inferior de su abdomen. Una correa, sosteniéndola con firmeza en ese lugar.

Empujó los estribos a cada lado, ampliando la distancia de sus piernas hasta que estuvo completamente abierta. Oh, Dios. Ella podía hacer esto. Debía hacerlo. Sus piernas temblaban sin control.

Algo raspó contra el piso. Un clic. Podía sentir el calor de una lámpara entre sus piernas – sobre sus áreas privadas – y ella apretó los dientes.

Oyó a alguien moverse, escuchó la voz del Maestro a su lado. Sus dedos acariciando su cara y sus labios cepillando sobre los de ella con suavidad. -Tranquila, pequeña, nadie te hará daño. ¿Algo te duele?

Ella se las arregló para decir:

– No, señor.

Luego dijo:

– Comienza muy lentamente, suavemente, -y ella no entendió lo que quería decir hasta que las manos se asentaron sobre sus pechos. No las manos del Maestro.

Ella se arqueó en el aire, sacudiendo la cabeza.

– No.

– Jessica. -La voz del Maestro era tranquila, pero firme. Implacable. -No tienes permiso para hablar. ¿Puedes estar en silencio?

Mordazas… había visto fotos en Internet. Su voz le decía que iba a hacer eso, él no mentía. Ella asintió bruscamente.

– Excelente. -Sus pasos sonaban, moviéndose hacia el extremo de la mesa. -Continúa, por favor.

Las manos del extraño se movieron, acariciando suavemente sus pechos ya sensibles por las atenciones anteriores del Maestro. Ella trató de no prestarle atención, ignorarlas, pero los dedos eran callosos y excitantemente ásperos contra su piel sensible. Podía sentir sus pezones apretarse traicioneramente.

– Muy bien -murmuró el Maestro. -Y baja aquí, comenzaremos aquí con un examen superficial. Hermosos labios rosados. -Un dedo acarició hacia abajo a través de sus pliegues, haciéndola sacudirse por la sorpresa. La tocó más abajo, contra su recto, y ella intentó no acobardarse. -Un pequeño culo saludable, nunca fue utilizado.

Sus dedos tocaron su núcleo.

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