Para una sub… obligada a pasar sus inhibiciones, Jessica había dado desinhibidamente sus respuestas, sin reservarse nada. Sin embargo, para alguien con su personalidad, modesta, controlada, reservada, ser tan expuesta frente a extraños sería un golpe a su propio sistema.
Si tenía que pasar el resto de la noche sólo sosteniéndola, entonces así lo haría.
A medida que sus temblores disminuían, ella podía oír un suave ruido sordo en su oído, más real que la música que se reproducía en alguna parte. La fragancia del jabón cítrico mezclado con el almizclado olor a hombre la rodeó, y ella se dio cuenta que su mejilla estaba apoyaba sobre la piel y el vello de un pecho flexible. Tenía brazos alrededor de ella.
Parpadeó, sintiéndose acurrucada y cálida. Segura. Una manta la cubría desde los pies hasta los hombros, ocultándola de los demás. Su mirada vagó sobre la gente que pasaba caminando, personas que miraban pero no hablaban.
Simplemente yació allí por un tiempo, incapaz de conseguir que sus pensamientos se reúnan con la suficiente rapidez como para querer moverse. Ella estaba en su lugar feliz, habría dicho su sobrino.
El Maestro… y este era el Maestro, ella reconoció su olor y sus brazos… no parecía tener prisa por irse. Finalmente, se las arregló para tomar una profunda respiración y levantar la cabeza.
Su mano acariciaba arriba y abajo sobre su brazo. -Bienvenida de nuevo, pequeña, -él murmuró, su voz enviando un divertido temblor a través de ella. Podía sentir sus labios tocando su pelo.
Se incorporó un poco, girando para poder mirarlo, sintiendo como si lo estuviera mirando por primera vez. Él era tan… masculino, tan dominante. Tenía líneas en las esquinas de sus ojos, su mandíbula sombreada por la barba era fuerte, su rostro delgado y duro. Negras cejas se arquearon hacia arriba ahora que ella tocaba su barbilla. Cuando sus labios se curvaron en esa apenas perceptible sonrisa suya, ella le pasó el dedo sobre el labio inferior, notando la suavidad aterciopelada cubriendo a la firmeza. Muy parecido a él, tan suave en la superficie, pero inflexible… demandante… por debajo.
– No recuerdo salir de esa habitación. -Su voz estaba ronca, un poco cruda, y ella frunció el ceño. -No recuerdo una manta.
Él levantó la mano de su hombro para acariciar su rostro. -Cuando una sub experimenta algo tan intenso, no es inusual para ella retraerse hacia adentro, dentro de su propia cabeza. Tenemos mantas en todas las habitaciones.
– Oh. -Wow. Pero ser sostenida de esta manera era maravilloso. Dejó que su mente flote de nuevo a lo que había sucedido, la impotencia, las sensaciones que se habían vuelto cada vez más abrumadoras, hasta que no podía dejar de correrse. Recordó las manos de Cullen, la boca sobre ella. Se estremeció.
La gente observando.
Se puso un poco rígida. -Les explicaste cómo manejar a una novata… ¿Cómo supiste que yo te dejaría…?
– No lo sabía, mascota. -Él cepilló hacia atrás el pelo de su cara. -Tanto la sub de Daniel como la de Melissa son nuevas para montar escenas públicas.
– Oh.
Bajando la cabeza, ella murmuró en su hombro, -Estaba muy avergonzada.
– Lo sé -Su mano acunó la parte posterior de su cabeza, su estable ritmo cardíaco debajo de su oído era reconfortante. -Puedo decirlo. También estabas excitada por eso.
Ella se puso rígida. Por supuesto que no. Todos esos ojos, mirando hacia ella, hacia sus pechos desnudos, su… Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
– Mmmhmm.
– Tú dejaste… dejaste que otra persona me tocara. -El impacto de eso aún reverberaba a través de ella.
– Lo hice. ¿Por qué supones que permití eso?
¿Qué era esto, un examen? Pero ella estaba demasiado cómoda, demasiado cansada para indignarse. ¿Por qué lo hizo? -¿Para darme más… estimulación?
– Bien. -Besó la parte superior de su cabeza. -Esa fue una de las razones. Pero yo no podría haber usado ese método con una sub diferente. ¿Por qué?
¿Él había hecho eso sólo por ella? Pero… Ella se congeló cuando la respuesta la alcanzó. -Debido a la forma en que reaccioné en el cuarto de juegos. Los dos hombres.
– Te habías excitado con la idea entonces. Y una vez que superaste el terror, te excitó tener las manos de Cullen sobre ti.
Oh, Dios, ella lo había estado. -¿Eso no te molesta? ¿Compartir?
Sopló una risa. -Me encuentro más posesivo contigo de lo normal. ¿Pero qué clase de maestro sería si sé que quieres experimentar algo, y no hago que eso suceda?
¿Lo había hecho por ella? Sintió sus brazos a su alrededor mientras pensaba en eso. Cómo se había sentido cuando las manos del Maestro habían estado sobre ella y la boca de otro hombre en sus pechos. Un desconcertante toque de excitación se desplegó en su interior. Le había gustado tener dos hombres. Oh, claro que sí.
¿Cuántas desconcertantes revelaciones sobre ella iba a descubrir el Maestro?
– ¿Se supone que tengo que agradecerte?, -Se quejó.
– Con el tiempo, creo que lo harás -dijo él, un atisbo de risa en su voz.
– ¿Por qué Cullen?