Por las próximas horas, el Maestro no trató de llevarla a alguna de las salas de escenas o hacer algo más que acariciarla y besarla, como si supiera que no estaba lista para algo más íntimo. No en este momento. Deambularon por entre la multitud, uniéndose a la gente aquí y allá para charlar, y evitando a las parejas ocupadas más íntimamente.
Eran como una pareja normal en una cita, pensó, tratando de ignorar la forma en que su cuerpo se sentía cuando se acercaba al de él y la forma en que su voz podía calentar el aire a su alrededor.
– Tienes un problema desagradable en la mazmorra, Z. -Uno de los custodios llegó trotando, con la cara enrojecida.
El Maestro Z dio dos pasos hacia esa dirección, luego se detuvo y le frunció el ceño a Jessica.
– Mmmh, no es un buen lugar para ti. -La llevó a una zona cercana con asientos ocupada por una acicalada mujer de alrededor de cuarenta años y una rubia regordeta de la edad de Jessica. -Señoras, ¿puedo dejar a Jessica con ustedes?, -Preguntó.
– Por supuesto, Maestro Z, -la mujer más grande respondió. -Estaríamos felices de estar con ella.
– Puedo ir contigo, -Jessica le dijo al oído.
– No a la mazmorra, no si hay problemas, -dijo, empujándola hacia una silla. Para su sorpresa, él enganchó sus manos juntas y luego a una larga cadena en el suelo, antes de darle un fuerte beso en la boca. Miró a la mujer. -Gracias, señoras.
Ellas apenas tuvieron la oportunidad de devolverle la sonrisa antes de que se alejara, moviéndose aparentemente rápido.
Bueno. Jessica dio un tirón a la cadena que era lo suficientemente larga para que ella se pusiera de pie y tal vez diera un paso. -Maldición, ¿qué he hecho mal esta vez?
– Eres nueva, ¿no?, -Dijo la morena.
Jessica asintió con la cabeza.
– Mi nombre es Leonora. Tú no hiciste nada. La cadena significa que ya tienes un Dom y que no estás disponible.
– Oh. -Mientras el alivio la traspasaba, Jessica se reclinó en la silla, curvando sus pies debajo de ella. -Gracias.
La rubia se inclinó hacia adelante, su camisón más largo que el de Jessica, pero la parte superior mucho más estrecha y más baja. -Nunca había visto que el Maestro Z encadene a nadie fuera de una escena antes. Realmente debes gustarle.
Jessica se rió. -¿Debería sentirme halagada por estar encadenada? No creo que nunca vaya a entender este lugar.
– Es bastante extraño al principio, -dijo Leonora. -Pero este es el mejor lugar en la zona para aprender. El Maestro Z está atento a todo.
Era una de las cosas que encontraba tan admirable en él. -Por lo tanto, tal vez tú me puedas decir… -Ella levantó la vista cuando un hombre vestido con elegante cuero rojo se acercó, sonriéndole.
– Hola. No te he visto antes. -Su porte lo proclamaba como un Dom, pero le faltaba ese algo especial que el Maestro Z, Cullen y Daniel tenían. Él vio la cadena unida a los puños de sus muñecas y frunció el ceño.
– Ya estás ocupada, ¿eh?
Se volvió hacia la pequeña rubia. -Maxie, ven conmigo.
Maxie negó con la cabeza. -No quiero estar contigo, Nathan, y no puedo irme de aquí, de todos modos.
Su rostro se oscureció. -Yo no acepto una negativa de las subs, especialmente no de putas como tú. -Él se agachó y la agarró por la muñeca.
Jessica saltó sobre sus pies y se dio cuenta que con sus brazos encadenados, un puñetazo no iría muy lejos. Le dio una patada al hombre en su lugar, justo en el blanco.
Él soltó la mano de Maxi y dio media vuelta. Mayormente cabreado.
A medida que avanzaba, Jessica iba hacia atrás hasta que la maldita cadena se tensó. Equilibrando la mayor parte de su peso sobre una pierna, estaba preparaba para patearlo con el otro pie.
– Detente ahora. -Daniel se acercó y tiró del brazo de Nathan detrás de él, empujándolo hasta que el tipo estuvo de puntillas para evitar que su hombro fuera dislocado.
– Momento de terminar la noche, amigo, -dijo Daniel, su voz suave, su cara enojada. -Alguien se pondrá en contacto acerca de tu membrecía. – Él arrastró al tipo afuera.
Con el corazón latiendo fatigosamente, Jessica se hundió en la silla. Cullen apareció y se arrodilló al lado de su silla. -Tienes que dejar de golpear a los miembros, cariño. Por ser una sub, tienes un real problema de agresión. -Su sonrisa desapareció, dejando su rostro duro mientras la examinaba. -¿Te duele algo?
– No. Estoy bien. -Jessica pasó sus manos hacia arriba y abajo de sus brazos, sintiendo frío. Vio a la rubia haciendo lo mismo. -¿Estás bien?
Maxie asintió con la cabeza. -No puedo creer que hayas hecho eso. -Sus ojos vidriosos, y ella sollozó. -Podrías haber sido herida. Nathan puede ser realmente perverso.
Jessica sonrió. -Los moretones sanan. Ver a alguien ser lastimado cuando podía hacer algo para detenerlo… Eso no se cura tan rápido. -Al igual que la culpa que le dejó su hermana. Ella apretó la boca.
Cullen se puso de pie. -Maxi, ¿por qué no vienes y te sientas en el bar durante un rato? Déjame mantener un ojo sobre ti.