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– Tú le gustas, mascota. Tener a un verdadero extraño tocándote podría haber sido demasiado con lo que tratar después. En este momento.

Y la tácita promesa de más curvó los dedos de sus pies y acabó con cualquier palabra que ella había pensado decir.

– Me complace que te sientas lo suficientemente valiente como para ser voluntaria, gatito. Y estoy muy contento contigo. Confiaste en mí lo suficiente como para dejarte ir, para que cuidara de ti. Esa es la piedra fundamental en todo esto -Él la besó con tanta suavidad que ella sintió lágrimas en sus ojos. -Es inusual que las circunstancias lancen a una persona dentro de esto tan rápidamente. Eres una mujer fuerte.

Ella sopló un aliento. -No me siento muy fuerte ahora mismo.

– No. Y es por eso que simplemente nos sentaremos aquí y observaremos al mundo pasar por un rato.

– Ya hemos estado aquí bastante tiempo, -ella suponía, mirándolo a los ojos para confirmarlo. -¿No deberías ir y controlar las cosas?

Él comprimió su espalda contra su pecho, su voz un murmullo en su oído. -Tú, mascota, eres más importante que esas cosas.

Y la abrazó.


Finalmente se sentó otra vez. -Estoy lista para seguir.

– Así que estás lista. -Él empujó la manta hacia atrás de los hombros.

El aire frío rozó sus pechos desnudos, y ella chilló, cubriéndose a sí misma. Con una risa baja, cogió su camisón y lo deslizó sobre su cabeza. Después de ajustar las tiras detrás de su cuello, acomodó sus pechos con manos seguras, como si tuviera todo el derecho de tocarla con tanta facilidad.

– Estás sonrojándote de nuevo. -Sostuvo un dedo en su mejilla, entrecerrando los ojos. -Después de todo lo que hice en la…

Ella le puso la mano sobre su boca, tratando de hacerlo callar.

– Mis dedos estuvieron en lugares más íntimos que tus senos, -le susurró, ignorando su mano. El idiota. -Al igual que mi boca, mis labios y mi lengua.

El recuerdo de la forma en que se había quebrado la última vez, con tan sólo sus manos y boca, envió calor reuniéndose otra vez en su ingle. -Eres imposible.

Sus labios se curvaron debajo de los dedos de ella. -Y estuviste muy chillona.

Oh, Dios, lo había estado. Ella apoyó la frente en su hombro, ocultando su rostro.

– ¿Cómo puedo enfrentar a alguien aquí de nuevo? -Gimió. -Ellos vieron…

Él tomó sus hombros, presionó un beso en su mejilla. -Gatito, muchos de los subs aquí han hecho una escena pública.

– Eso no ayuda. -Cada lugar privado de su cuerpo había estado en exhibición.

– Arriba, nos vamos -dijo con energía, haciéndola poner de pie. Tiró la manta sobre el respaldar del sofá. Cuando ella se alisó su falda-demasiado-corta hacia abajo, se dio cuenta que no llevaba nada debajo de ella.

– Creo que te mereces un trago, ¿no? -Le envolvió un brazo alrededor mientras la llevaba hacia la barra. Ella realmente adoraba la forma en que la mantenía tan cerca de él, como si estuviera orgulloso de ella.

Cullen estaba allí, y ella se quedó inmóvil, aún a pocos metros de la barra. Él la había tocado, besado sus pechos. El brazo del Maestro la instó a seguir hacia adelante, pero sus pies no se movían. Ella lo miró y sacudió la cabeza.

Él suspiró, su mirada se encontró con la de Cullen. Cullen había estado observándolos. Oh, Dios.

El Maestro inclinó la cabeza hacia ella, y trató de retroceder, pero el agarre que había sido tan suave era ahora una banda de acero alrededor de su cintura. Cullen se acercó alrededor de la barra. Ella se quedó mirando el suelo, parpadeó cuando sus grandes botas aparecieron en su campo de visión. -Jessica.

Ella no podía moverse. Su risa resonó. Una mano callosa le cogió la barbilla, obligándola a mirar hacia arriba. -No te asustes, amor. Puesto que tú eres la sub del Maestro Z, yo sólo puedo tocarte con su permiso, y puedo ver que no va a suceder a menudo en absoluto. Él sólo me dejó jugar porque tú necesitabas las sensaciones extra sobre tu parte superior.

Y porque el Maestro sabía que estaba excitada ante el pensamiento de dos hombres. Seguramente Cullen no sabía eso.

Él le sonrió, una línea de color blanco en un rostro de luchador. -He disfrutado mucho tocándote, mascota, pero no necesitas huir de mí. ¿Estamos claros en eso?

Ella asintió con la cabeza, sin saber por qué había estado tan asustada.

– Si lo permites, Z, me gustaría un abrazo de tu sub para saber que estoy perdonado y que estamos bien otra vez. -Él dio un paso atrás.

El Maestro murmuró, -Permitido, -y el apretón de su brazo se alejó.

Cullen mantuvo sus brazos abajo. Esperando. Sus ojos tenían esa mirada que tienen los del Maestro, una orden tácita.

Muy bien. Ella le gustaba a Cullen, él sólo había sido amable con ella. Y… muy bien. Con un suspiro, ella dio un paso hacia él, sintió sus brazos llegar a su alrededor, muy diferentes a los del Maestro, pero reconfortantes de la misma manera. Era tan alto, su cabeza sólo llegaba al centro de su pecho. Él la apretó una vez, dejándola ir.

– ¡Vaya! -Él le golpeó la mejilla con un dedo. -Todo mejor. Ahora, ¿qué puedo darte para beber?

CAPÍTULO 12

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