Читаем El puente полностью

Escuchó a Jefferson Airplane con los auriculares, pero el disco estaba rayado. Echó un vistazo a la colección de libros de su amigo, bebiendo de la lata y apurando el último porro. Al final, se acercó a la ventana, contemplando los tejados de pizarra, el palacio en ruinas y la abadía.

La luz del día se escapaba lentamente del cielo nublado. Las calles estaban iluminadas y las carreteras estaban plagadas de coches aparcados o circulando lentamente; sin duda, la gente empezaba a efectuar sus compras navideñas. Se preguntó cómo habría sido aquel lugar cuando en el palacio todavía habitaban los reyes.

Y el reino de Fife. Ahora era una extensión reducida, pero había sido lo suficientemente grande en otros tiempos. Roma también había empezado pequeña, pero aquello no la había detenido; cómo habría sido el mundo si una parte de Escocia (antes de existir como estado) hubiera florecido como lo hizo Roma… No, no tenían el bagaje ni el legado históricos en Escocia en aquella época. Atenas, Roma, Alejandría; todas tenían bibliotecas cuando aquí solamente había fortalezas; no éramos bárbaros, pero tampoco civilizados. Cuando estábamos listos para tomar parte, ya era demasiado tarde; siempre llegábamos pronto o con retraso, y los mayores logros los hemos llevado a cabo para otros pueblos.

Bueno, «escocesismo» sentimental, pensó. ¿Qué tal centrarnos en la conciencia de clases antes que en el nacionalismo? Bien, efectivamente.

¿Cómo era ella capaz de hacerlo? Al margen de que aquel fuera su hogar, donde vivía su madre y sus amigos más antiguos, donde se forjaron sus primeros recuerdos y su personalidad, ¿cómo podía dejar todo lo que tenía en aquel momento? Al margen de él mismo; él abandonaba el escenario sin rechistar si era necesario…, pero ella tenía tanto que hacer y que decir… ¿cómo era capaz de hacerlo?

Sacrificio personal, la mujer detrás del hombre, cuidar de él, relegarse a un segundo plano…: aquello era totalmente contrario a todos sus principios y creencias.

Él aún no había sido capaz de hablarlo abiertamente con ella. Su corazón latía a toda prisa; dejó la lata sobre la mesa, pensando. En realidad, no sabía lo que quería decir realmente; solo tenía claro que necesitaba hablar con ella, abrazarla, estar a su lado y decirle todo lo que sentía por ella. Debía contarle cómo se encontraba, lo que pensaba sobre Gustave, sobre ella, sobre él mismo. Tenía que ser completamente sincero con ella, de forma que, al menos, ella fuera consciente de sus sentimientos con exactitud, sin falsas ideas. Era importante, maldita sea.

Terminó su lata de cerveza de un trago y dobló la lata roja. Unas gotas se escaparon del aluminio aplastado y cayeron sobre su mano. Se limpió. Debía decírselo. Tenía que hablar con ella en aquel preciso momento. ¿Qué hacía ella aquella noche? Estaban en casa, ¿no? Sí, así era. Lo habían invitado, pero a él le apetecía ver a Stewart. Decidió llamarla. Se acercó al teléfono.

Línea ocupada. Posiblemente, otra conferencia de larga distancia con Gustave. Incluso cuando no estaba en Francia pasaba la mitad del tiempo con él. Colgó el teléfono y caminó de un lado al otro por la habitación, con el corazón latiendo a toda velocidad y las manos sudorosas. Tenía ganas de orinar; se dirigió al baño, se lavó las manos después, se enjuagó la boca con elixir. Se encontraba bien, no se sentía colocado ni borracho. Volvió a intentar llamar por teléfono, pero la línea seguía ocupada. Se quedó de pie, junto a la ventana. Si miraba hacia abajo, bien pegado al cristal, podía ver el Jaguar. Un fantasma blanco y esbelto en la calle oscura. Consultó de nuevo su reloj. Se sentía bien, muy sereno. Podía conducir perfectamente.

¿Por qué no?, pensó. Podía arrancar el Jaguar albino en la oscuridad, dirigirlo hacia la autopista y recorrer el puente-carretera con el motor revolucionado, una arrogante sonrisa y un brote de dolor auricular por culpa del primer cabrón que se presenta a hacer daño… mierda, demasiado miedo y asco, muy al estilo de Hunter S. Thompson. Joder, ese libro siempre ha provocado que conduzcas demasiado rápido, tío. Eso te pasa por escuchar a White Rabbit hace un rato. No, no, mejor olvídate de conducir, no estás en condiciones.

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