Читаем En el primer cí­rculo полностью

Y pacientemente le explicaba a Klykachev que todo había sido hecho sólo en el papel (porque sólo el testimonio verbal lo confirmaba, y no en r ealidady de hecho, porque no estaba registrado en el papel).


Por ejemplo, ¿de qué servía a los atletas del instituto —sin incluirlos prisioneros, obviamente— jugar al volleyball en todos los períodos del almuerzo (hasta quitando un poco de tiempo al trabajo a causa de ello?). Quizás fuera cierto. Tal vez, en verdad, jugaron. Por su puesto que no había objeto en que Stepanov o Klykachev o ningún otro verificara esto saliendo al patio para ver si la pelota saltaba de un lado al otro. Pero, ¿por qué estos jugadores de volleyball, después de haber jugado tantos partidos y adquirido tanta experiencia, por qué no habían trasmitido esta experiencia y producido un diario especial atlético para el pizarrón del boletín: "El volleyball Rojo" o "El Honor del Miembro del Equipo Dínamo"? Y si después Klykachev hubiera quitado con cuidado ese periódico del tablero y lo hubiera guardado en el archivo de documentos del Partido, entonces ninguna inspección hubiera dudado que la tarea "Juego de Volleyball", fue realizada y que el Partido lo había supervisado. Pero, ¿quién creería ahora la palabra de Klykachev?


Así era con todo. — ¡Las palabras no pueden ser archivadas en la ficha! — y con esa profunda declaración Stepanov asumió sus funciones.


Así como un sacerdote jamás creería que nadie puede mentir en el confesionario, Stepanov jamás imaginaba que la documentación escrita pudiera mentir.


Klykachev, con su cabeza estrecha y su cuello largo, no trató de discutir con Stepanov; con franca gratitud en los ojos estuvo de acuerdo con él y aprendió de él y Stepanov pronto se suavizó con respecto a Klykachev, mostrando con ello que no era una persona mal intencionada. Escuchó con atención el recelo que tenía Klykachev con respecto al ingeniero Coronel Yakonov, que no sólo tenía un prontuario dudoso sino que era un antiguo enemigo del pueblo y ahora dirigía un instituto tan importante y secreto como Mavrino. Stepanov mismo se hizo en extremo vigilante. Hizo de Klykachev su mano derecha, le dijo que visitara más a menudo el Comité del Partido, y lo instruyó con bondad dándole el tesoro de su propia experiencia.


Así Klykachev llegó a conocer al nuevo organizador del Partido antes y con más intimidad que cualquier otro. Klykachev lo había bautizado "El Pastor" y los "Jóvenes" tomaron este nombre ponzoñoso. Y precisamente a causa de la relación de Klykachev con "El Pastor", las cosas anduvieron bastante bien para los "Jóvenes". Pronto comprendieron que era muy ventajoso para ellos tener un organizador del Partido que no estaba abiertamente en su campo, un hombre objetivo y legalista, que se mantendría al margen.


Stepanov era un hombre legalista. Ante cualquier sugerencia de que alguien merecía misericordia, de que no debía descargarse sobre él toda la severidad de la ley, que se debía mostrar piedad, arrugas de pena se marcaban en la frente de Stepanov (que era alta porque no tenía pelo en las sienes), e inclinaba los hombros como si soportara un nuevo peso. Pero, con llameante convicción, encontraría la fuerza para erguirse, y volverse abruptamente a un miembro tras otro, los pequeños reflejos blancos y cuadrados de las ventanas reproduciéndose en sus anteojos.


—¡Camaradas! ¡Camaradas! ¿Qué es lo que oigo? ¿Cómo pueden, decir esas cosas? Recuerden, ¡siempre hay que apoyar la ley! ¡Apoyen la ley con todas sus fuerzas! Esa es la única forma real de ayudar a esta persona por quien ustedes quieren violar la ley. Porque la ley se ha establecido sólo para servir a la sociedad y al hombre. Sin embargo, con mucha frecuencia no comprendemos eso y, en nuestra ceguera, queremos eludir la ley.


Por su parte, Stepanov estaba satisfecho con los "Jóvenes" y su ansiedad por las reuniones del Partido y la crítica del Partido. Veía en ellos al núcleo de la colectividad saludableque trataba de crear en cada lugar nuevo en que trabajaba. Si la colectividad no descubría antes los líderes infractores de la ley que había en su medio, si la colectividad guardaba silencio en las reuniones, Stepanov, con todo derecho, consideraba que la colectividad no era saludable. Si la colectividad como un solo hombre atacaba a uno de sus miembros, especialmente a uno que era necesario atacar, esa actividad de acuerdo con la idea compartida por gente colocada aún más arriba que Stepanov era saludable.


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