La doctora María Sara, con un movimiento rápido, se levantó, era interesante observar que la rapidez de sus gestos no perjudicaba una especie de fluidez natural que les quitaba toda apariencia de brusquedad, y fue a la mesa a buscar una hoja de papel que entregó a Raimundo Silva, A partir de ahora, los trámites de trabajo de revisión serán los que constan en estas instrucciones, no hay alteraciones de fondo en el modo como las cosas se hacían hasta ahora, y, como podrá ver, lo más importante es que, en los casos en que el corrector trabaje solo, como usted, las pruebas pasarán por una revisión final, que tanto podré hacer personalmente yo como otro corrector, aunque siempre se respetarán por encima de todo los criterios del primero, lo que se pretende es sólo establecer una última revisión que impida errores y remedie faltas de atención, O desvíos intencionales, añadió Raimundo Silva, intentando una sonrisa amarga, Se equivoca, ése fue un episodio del que ni siquiera vale la pena decir que después del robo, trancas la puerta, porque tengo la seguridad de que los ladrones no volverán jamás y la puerta podrá seguir como estaba, las reglas que ahí tiene obedecen a simple sentido común, no es un código penal para disuadir y castigar atentados de criminales empedernidos, Como yo, Un único delito, que además, repito, no volverá a ocurrir, no hace de una persona normal un delincuente, y mucho menos empedernido, Gracias por la confianza, No necesita mi confianza, es una cuestión de lógica y de psicología elemental, sólo un niño no lo entendería, Tengo mis limitaciones, Cada uno tiene las suyas. Raimundo Silva no respondió, se quedó mirando el papel que sostenía en las manos, pero sin leerlo, para un corrector tan veterano como él era, difícilmente se inventaría una sorpresa capaz de durar más, en efectos, que el tiempo de su enunciación. La doctora María Sara permanecía sentada, pero había enderezado el tronco y se inclinaba un poquito hacia delante, como para hacer ver que, por su parte, había terminado la conversación, y que en el segundo inmediato, si nada en contra ocurría, estaría en pie para pronunciar las últimas palabras, esas palabras a las que no se suele prestar atención, esas fórmulas de despedida cuyo sentido han desgastado la repetición y el hábito, comentario, por otra parte, repetido, introducido aquí como eco de otro, hecho en diferente tiempo y lugar y que en consecuencia no merece desarrollo, vide Retrato del Poeta en el Año de su Muerte.