El anciano le miró con unos ojos muy tranquilos que, obviamente, no esperaban ninguna aclaración ni nada por el estilo. Ojos desprovistos de cualquier rasgo sentimental, sólo pensativos y comprensivos. El alemán levantó el índice hacia arriba y dijo: "Veo, Signore, que hoy tendrá usted un día muy productivo… Y Mitra es testigo de ello…".
Por alguna razón Vincent estaba seguro de que nunca había leído sobre ningún dios, y mucho menos sobre los de Mesopotamia, pero cuando escuchó a uno de ellos, toda la información sobre él le vino a la mente. Mitra es el dios del acuerdo, el dios del contrato; a través de él los dioses y los hombres sellan sus acuerdos; a través de él se forma ese equilibrio que puede mantener el mundo al menos dentro de unos límites; a través de él se puede obtener la confirmación final de cualquier cosa. Algunas imágenes extrañas pasaron por mi mente: el sol abrasador, los acantilados pedregosos del desierto y la figura de un hombre solitario de pie, solo, que te miraba tranquilamente ....
Sólo tardó un momento, pero cuando Vincent se despertó, la puerta se cerró de golpe a pocos metros de él. En el pasillo no había nadie más que él otra vez. Tenía que seguir moviéndose, el hambre se hacía sentir.
Fuera no hacía demasiado calor, pero el sol brillaba con fuerza. Las casas de los alrededores tenían cuatro o cinco pisos y eran del mismo tipo que las de esas zonas: cajas grises de hormigón, a menudo con balcón. Muchos coches en las estrechas calles y poca gente.
Vincent se hizo a un lado y siguió su camino con valentía. Sentía en su interior la misma confianza y fuerza que había sentido durante toda la mañana. Todo a su alrededor no parecía más que una realidad que podía cambiarse a voluntad. Pero la saturación no estaba en ninguna realidad, sino claramente sólo en la conectada a la persona. Algo que sólo se puede sentir. Algo que vive y algo que respira. Y en algún momento se dio cuenta de que necesitaba la vida de los demás. Al menos de alguna forma. Las propias vidas, o el tiempo de esa vida, o al menos parte de ella. Lo que nunca se tiene en exceso. Y no se podía encontrar en lugares donde la gente apenas llegaba a fin de mes, o donde sólo pensaban en que mañana fuera tan bueno como hoy, en lugar de seguir adelante.
Necesitaba acercarme al mar. Más cerca de los lugares donde la gente se había abierto paso a través de las dificultades y había logrado victorias para ocupar el lugar que necesitaba. Esas eran las únicas vidas que tenía sentido tomar para alimentarse, nada menos. Y ahora quería moverse a pie. A través de esta ciudad, a través de esta gente, sintiendo con el tiempo cómo el carácter tanto de la ciudad como de la gente cambiaba de un barrio a otro. Cómo uno sería capaz de sentir sus pensamientos, su esencia, su mundo interior. Y, sobre todo, sentir su futuro.
Era el futuro lo que se sentía tan sutilmente en la gente. Al fin y al cabo, es el futuro lo que más espera la gente.
Excepto que el futuro en sí era muy diferente. Y fue en esto en lo que empezó a sentir esa diferencia fundamental entre las personas. Algo interior le hizo reflexionar ahora sobre ello. Antes, la gente, la gente corriente, no tenía tanto protagonismo como ahora. Antes, incluso hace 60-70 años, los círculos dirigentes veían a la gente de forma muy diferente. Antes todo se consideraba sólo pasos materiales: cuánto y qué. Pero entonces las cosas empezaron a cambiar mucho.
Empezó a llegar la época de la sociedad de la información. Y no se trataba de la información en sí o de la forma en que se transmitía. Se trataba de qué habilidades se necesitaban para desarrollarla.
Se necesitaba personal altamente cualificado, y en grandes cantidades. Llegó un momento en que se necesitaba una persona altamente desarrollada, independientemente de su lugar y esencia. Y se le necesitaba no sólo de palabra, sino también por un buen dinero. Y tal con el paso del tiempo se hizo más y más. Y esta cantidad comenzó a crecer exponencialmente en calidad. La historia llegó a un punto en el que no siempre era posible encontrar un especialista especialmente complejo independientemente del dinero que se le ofreciera -en algunos casos el trabajo era tan complejo que era necesario encargarlo a equipos de especialistas por las condiciones que el mismo equipo estableciera-. Y esto supuso, de hecho, una auténtica revolución en el mundo laboral.
Al mismo tiempo, aumentaron las oportunidades de movilidad social horizontal, incluida la internacionalización de esta movilidad, especialmente dadas las posibilidades de lejanía física. Era fácil cambiar la estructura de la vida cotidiana sin cambiar la estructura de la realidad circundante, y también sin dedicarle tiempo. En palabras sencillas, un profesional podía cambiar de una ciudad a otra permaneciendo en el mismo lugar de residencia. Al mismo tiempo, los ingresos y las perspectivas no hacían sino aumentar.