Y cuando todo esto se complementó con la posibilidad del intercambio instantáneo de información, se cerró definitivamente el ciclo completo de producción y consumo, ampliando gradualmente su influencia. El espacio sociocultural comenzó a fragmentarse y pluralizarse cada vez más, lo que permitió que absolutamente todo el mundo encontrara algo de su agrado, dejándole a solas con ello, si así lo deseaba. El ser humano pudo sentirse parte de un gran todo, confiando plenamente en su independencia y libertad.
Tal esquema dio lugar a la omnipresente necesidad global de un intercambio interminable de entidades efímeras: imágenes, vídeos, música y, lo que es más importante, pensamientos. Y esto requería cada vez más trabajadores altamente cualificados, así como personas creativas.
La sociedad postmaterialista se ha formado 4 criterios principales de su existencia. El primero es el nuevo modelo de consumo, en el que prevalecen los valores intangibles y el deseo de autorrealización. Donde no bastaba con que una persona se ganara la vida dignamente, sino que además debía tener una educación adecuada, y sin umbrales de edad para ello: se podía estudiar hasta la muerte y, lo más importante, era digno de elogio.
La segunda es el expresivismo. Un deseo franco e inconfesable de encontrarse a sí mismo. Poder influir realmente en algo. Autorrealizarse de la forma más adecuada para cada uno. Para ser creativo, libre. Y adquirir nuevas experiencias interesantes.
La tercera es la competencia. La capacidad de trabajar en nuevas tareas con plena comprensión de la importancia y el papel de cada uno en el proceso. Es decir, no motivación monetaria, sino énfasis en la autoconciencia de alcanzar el resultado final calculando los propios costes morales y físicos.
La cuarta es la creatividad. El hombre moderno no sólo se da cuenta de que no está solo en el planeta, sino que también comprende su diferencia respecto a los demás. Acepta la diversidad del mundo y, en este sentido, tiene la oportunidad objetiva de pensar y resolver problemas de diferentes maneras, eligiendo la más adecuada en cada momento. Haciendo todo esto de forma consciente, exacta, precisa. Trabajando como una máquina, pero sin dejar de ser un ser humano de pleno derecho en su interior.
Vincent pasó por delante de unas casas y luego por delante de otras. Veía a través de la gente que veía a su alrededor. Podía ver por sus ropas, su forma de vestir, su forma de moverse o de hablar, lo mucho o lo poco que tenían esos rasgos del hombre nuevo que juega con las reglas modernas de la sociedad de la información. Y, como consecuencia, se encuentra a sí mismo entre otras cosas, se desarrolla y disfruta con ello, o simplemente se ve arrastrado por el flujo general de emociones, malgastándose en cosas brillantes y tentadoras para la vista y perdiéndose gradual e irrevocablemente.
Ése era el futuro que ahora veía en la gente. Alguien estará satisfecho con la vida, porque la vida para él será una serie de pasos diferentes, donde no hay victorias ni derrotas, sino alternancia de pasos exitosos con pasos infructuosos. Donde en lugar de la amargura de la pérdida, se realicen las conclusiones correctas. Donde la mirada se dirige al conocimiento de cosas infinitamente nuevas. Donde el resultado de todo es un proceso correctamente construido del hoy. Donde tu futuro mañana es igual a lo que estás haciendo exactamente ahora, con una comprensión plena de lo que será para ti cuando lo experimentes como pasado.
Y algo de esperanza en el mañana como algo que sucede por sí mismo. Porque el negro debe cambiar a blanco y la oscuridad a luz. Y cuanto menos quiere conseguir ese mañana, menos resulta que no sea así en absoluto.
Esa era la diferencia de la que debía alimentarse el hombre. El español necesitaba poder ahora, y ese poder sólo podía ser tomado. Y podía tomarlo sin ser visto. Para ser aceptado. Y cuanto más inteligente era un hombre, más difícil era conseguir su consentimiento, pero más fuerte sería si lo conseguía.
En ese preciso momento pasaba por delante de una librería. Uno de los lugares más apropiados para tener a la persona adecuada para el trabajo. Y resultó ser una chica, por supuesto.