...la ventana era una m´ınima ranura en la roca negra, no lo suficientemente grande para que entrase un hombre... una figura esquelética era visible a través de ella, acurrucada bajo una manta... ¿Muerta o durmiendo?
“¡Muy bien!” dijo Scabior. “¡Muy bien, estamos en esto! ¿Y qué pasa con los otros, Greyback, qué haremos con ellos?”
“Bien podr´ıamos llevarlos a todos. Tenemos dos sangres sucia, eso son otros diez galeones. Dame también la espada. Si son rub´ıes, tenemos otra peque˜na fortuna aqu´ı.”
Arrastraron a los prisioneros para ponerlos de pie. Harry pudo escuchar la respiración de Hermione, rápida y aterrorizada.
“Agarradlos, y fuerte. ¡Yo cojo a Potter!” dijo Greyback, agarrando un pu˜nado del cabello de Harry. Harry pudo sentir sus largas u˜nas amarillas ara˜nándole el cráneo. “¡A la de tres! Uno... dos... tres...”
CAPÍTULO 23. LA MANSI ÓN DE LOS MALFOY
259
Se Desaparecieron, llevando a los prisioneros con ellos. Harry luchó, intentando apartar la mano de Greyback, pero fue inútil: Ron y Hermione estaban apretados con fuerza contra él a cada lado; no se pod´ıa separar del grupo, y cuando el aliento se escapó de sus pulmones, su cicatriz ardió todav´ıa más dolorosamente...
...cuando se forzó a pasar a través de la ranura de una ventana como una serpiente y aterrizó ligeramente como vapor en el interior de la celda...
Los prisioneros se chocaron unos contra otros cuando aterrizaron en un camino rural.
A los ojos de Harry, todav´ıa hinchados, les llevó un momento aclimatarse. Entonces vio un par de verjas de hierro forjado al principio de lo que parec´ıa ser un camino de entrada.
Experimentó un peque˜no alivio. Lo peor aún no hab´ıa pasado: Voldemort no estaba all´ı.
Estaba, Harry sab´ıa, en la cima de una torre. Lo que tardar´ıa Voldemort en llegar a este lugar una vez que supiese que Harry estaba all´ı, era otro asunto...
Uno de los Saqueadores avanzó hacia las rejas y las sacudió.
“¿Cómo entramos? Están cerradas, Greyback, no puedo... ¡Caray!”
Apartó las manos asustado. El hierro se estaba retorciendo, doblándose para pasar de los abstractos rollos y espirales a una cara espantosa, que habló en una voz metálica y retumbante: “¡Declara tu propósito!”
“¡Tenemos a Potter!” rugió Greyback con triunfo. “¡Hemos capturado a Harry Potter!”
Las verjas se abrieron.
“¡Vamos!” le dijo Greyback a sus hombres. Movieron a los prisioneros por las rejas y por el camino, entre altos setos que amortiguaban sus pasos. Harry vio una forma blanca fantasmal sobre él, y se dio cuenta de que era un pavo real albino. Se tropezó y Greyback lo enderezó; ahora avanzaba tambaleante por el lateral, atado espalda contra espalda a los otros cuatro prisioneros. Cerrando sus hinchados ojos, permitió que el dolor de la cicatriz lo abrumase por un momento, queriendo saber lo que estaba haciendo Voldemort, si sab´ıa que hab´ıan cogido a Harry...
La consumida figura se estiró bajo la delgada manta y se dio la vuelta hacia él, abriendo los ojos en una cara cadavérica... el frágil hombre se sentó, con los ojos hundidos fijos en él, en Voldemort, y entonces sonrió. Le faltaban la mayor´ıa de los dientes...
“As´ı que has venido. Pensé que lo har´ıas... un d´ıa. Pero tu viaje ha sido en vano.
Nunca la tuve.”
“¡Mientes!”
Cuando la rabia de Voldemort vibró en su interior, la cicatriz de Harry amenazó con estallar de dolor, por lo que obligó a su mente a volver a su propio cuerpo, luchando para mantenerse presente mientras los prisioneros eran empujados sobre la grava.
La luz se derramó sobre todos ellos.
“¿Qué es esto?” dijo la voz fr´ıa de una mujer.
“¡Estamos aqu´ı para ver a El-que-no-debe-ser-nombrado!” raspó Greyback.
“¿Quién eres tú?”
“¡Sabes quién soy!” hubo resentimiento en la voz del hombre lobo. “¡Fenrir Greyback!
¡Hemos cogido a Harry Potter!”
Greyback agarró a Harry y lo arrastró hacia la luz, forzando a los otros prisioneros a arrastrase con él.
CAPÍTULO 23. LA MANSI ÓN DE LOS MALFOY
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“Lo sé, está hinchado, se˜nora, ¡pero es él!” apuntó Scabior. “Si lo mira un poco más cerca, verá su cicatriz. Y esta aqu´ı, ¿ve a la chica? Es la sangre sucia que ha estado viajando con él, se˜nora. No hay duda de que es él, ¡y también tenemos su varita! Aqu´ı, se˜nora...”
A través de sus hinchados ojos, Harry vio a Narcissa Malfoy examinando su inflamada cara. Scabior le pasó la varita de endrino. Ella levantó las cejas.
“Traedlos dentro” dijo.
Harry y los otros fueron empujados a golpes por los amplios escalones de piedra hasta llegar a un vest´ıbulo con retratos alineados.
“Seguidme” dijo Narcissa, encabezando la marcha por el pasillo. “Mi hijo, Draco, está en casa por las vacaciones de Semana Santa. Si ese es Harry Potter, él lo sabrá.”
El salón deslumbraba después de la oscuridad exterior; incluso con los ojos casi cerrados, Harry pod´ıa distinguir las amplias proporciones de la habitación. Una lámpara de ara˜na colgaba del techo, hab´ıa más retratos en las paredes de color morado oscuro.