“Kreacher, yo, er, quisiera que tuvieras esto,” dijo, presionando el relicario contra la mano del elfo. “Perteneció a Regulus y estoy seguro que él querr´ıa que tu lo tuvieras como una muestra de gratitud por lo que...”
“Estás exagerando, compa˜nero,” dijo Ron mientras el elfo le echaba un vistazo al relicario, dejaba escapar un alarido de conmoción y desdicha, y se volv´ıa a tirar al suelo.
Les llevó casi media hora calmar a Kreacher, que estaba tan abrumado ante el ofrecimiento de que conservara una reliquia de la familia Black, que se le pusieron las rodillas tan flojas que no pod´ıa mantenerse en pie correctamente. Cuando finalmente fue capaz de dar unos pocos pasos tambaleantes todos le acompa˜naron a la alacena, le vieron dejar a salvo el relicario entre las sucias mantas, y le aseguraron que la primera prioridad para ellos ser´ıa la protección del relicario mientras él estuviera ausente. Luego hizo dos grandes reverencias en dirección a Harry y a Ron, y hasta le dedicó a Hermione una peque˜na y graciosa sacudida que podr´ıa haberse interpretado como un intento de saludo respetuoso, antes de Desaparecerse con el acostumbrado y ruidoso crack.
Cap´ıtulo 11
El Soborno
Si Kreacher hab´ıa podido escapar de un lago lleno de inferis, Harry confiaba en que la captura de Mundungus le llevar´ıa unas pocas horas como mucho, y rondó por la casa toda la ma˜nana en un estado de máxima expectación. Sin embargo, Kreacher no volvió esa ma˜nana o siquiera esa noche. A la puesta de sol, Harry se sent´ıa desaminado y ansioso, y la cena compuesta mayormente por pan mohoso, sobre el que Hermione hab´ıa intentando una variedad de Trasfiguraciones sin éxito, no ayudaron en nada.
Kreacher no volvió al d´ıa siguiente, ni el d´ıa después de ese. Sin embargo, dos hombres encapuchados hab´ıan aparecido en la plaza fuera del número doce, y se quedaron all´ı en la noche, mirando fijamente en dirección a la casa que no pod´ıan ver.
“Mortifagos, seguro,” dijo Ron, mientras él, Harry y Hermione miraban por la ventana del salón de dibujo. “¿Seguro que no saben que estamos aqu´ı?”
“No creo” dijo Hermione, aunque parec´ıa asustada. “o habr´ıan enviado a Snape a por nosotros, ¿verdad?”
“¿Creéis que ha estado aqu´ı y tiene la lengua atada por la maldición de Moody?”
preguntó Ron.
“Si,” dijo Hermione “de otro modo habr´ıa podido decirles como entrar aqu´ı, ¿verdad?
Pero probablemente estén vigilando para ver si aparecemos. Sab´ıan que Harry es el due˜no de esta casa, después de todo.”
“¿Cómo lo...?” empezó Harry.
“Los testamentos de magos son examinados por el Ministerio, ¿recuerdas? Saben que Sirius te dejó este lugar.”
La presencia de los mortifagos fuera incrementó el humor amenazador dentro del núme-ro doce. No hab´ıan tenido noticias de nadie que estuviera más allá de Grimmauld Place desde el patronus del Se˜nor Weasley, y la tensión empezaba a pasar factura. Inquieto e irritable, Ron hab´ıa desarrollado el molesto hábito de jugar con el Desiluminador en sus bolsillos. Esto enfurec´ıa particularmente a Hermione, que hab´ıa abandonado la espera por Kreacher para estudiar Los Cuentos de Beedle el Bardo y no apreciaba la forma en que las luces segu´ıan encendiéndose y apagándose.
“¡Quieres parar!” gritó la tercera noche de ausencia de Kreacher, cuando todas las luces se apagaron de nuevo en el salón de dibujo.
“¡Lo siento, lo siento!” dijo Ron, accionando el Desiluminador y restaurando las luces.
“¡No sé qué estoy haciendo!”
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CAPÍTULO 11. EL SOBORNO
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“¿Bueno, puedo sugerirte que encuentres algo útil en que ocuparte?”
“¿Algo como leer cuentos para ni˜nos?”
“Dumbledore me dejó este libro, Ron...”
“... y a m´ı me dejó el Desiluminador, ¡quizás se supone que tenga que usarlo!”
Incapaz de soportar la pelea, Harry salió de la habitación sin que lo notara ninguno de los dos. Se dirigió escaleras abajo hacia la cocina, la cual segu´ıa visitando porque estaba seguro de que era all´ı donde era probablemente aparecer´ıa Kreacher. A medio camino, sin embargo, oyó un golpe en la puerta delantera, después chasquidos metálicos y el rechinar de la cadena.
Todos los nervios de su cuerpo parecieron tensarse. Sacó su varita, adentrándose en las sombras junto a las cabezas de elfos decapitados, y esperó. La puerta se abrió. Vio un destello de luz de las farolas de la plaza de abajo, y una figura encapuchada se adentró en el vest´ıbulo y cerró la puerta tras ella. El intruso dio un paso hacia adelante y la voz de Moody pregunto. ’ ¿Severus Snape?’. Entonces la figura de polvo alcanzó el final del vest´ıbulo y se lanzó sobre él, alzando su mano muerta.
“No fui yo quien te mató, Albus,” dijo una voz tranquila.
La maldición se rompió. La figura explotó de nuevo, y fue imposible divisar al recién llegado a través de la densa nube gris que esta dejó atrás.
Harry apuntó su varita en medio de ella.
“¡No te muevas!”
Hab´ıa olvidado el retrato de la Se˜nora Black. Al oir su grito, las cortinas que la ocultaban se abrieron y ella empezó a gritar ’Sangresucia y basura deshonrando mi casa...’.