- En este caso, ¿por qué no me dijiste cómo debía disparar?
Joseph se dirigía hacia el automóvil, llevando a Charlie cogida del brazo. Dijo:
- Si es Michel quien te enseña a disparar, debes disparar como una discípula de Michel. Michel nada sabe de disparar con las dos manos. Ha seguido el ejemplo de su hermano. ¿0 es que quieres que te induzca a portarse de tal manera que sería lo mismo que si llevaras un cartel que dijera «Made in Israel»?
Irritada, y mientras cogía el brazo de Joseph, Charlie insistió: -¿Y por qué Michel dispara así? ¿A qué se debe que no sepadisparar correctamente? ¿Por qué no le enseñaron a disparar?
- Ya te lo he dicho. Su hermano le enseñó.
- ¿Y por qué su hermano no le enseñó a disparar bien?
Charlie realmente quería que le dieran respuesta a estas preguntas… Se sentía humillada y estaba disponiéndose a hacer una escena. Joseph pareció darse cuenta de ello, por cuanto sonrió y, a su manera, se rindió:
- Michel dice que es voluntad de Dios que El Jalil dispare con una sola mano.
- ¿Por qué?
Joseph meneó la cabeza, y de esta manera se negó a contestar la pregunta. Regresaron al automóvil.
- ¿El hermano se llama El Jalil?
- Sí.
- ¿Tú dijiste que El Jalil es el nombre árabe de Hebrón?
Joseph quedó complacido al escuchar estas palabras, aunque extrañamente apesadumbrado. Puso en marcha el motor y repuso:
- Es las dos caras. El Jalil es nuestro pueblecito, es mi hermano, es el amigo de Dios, es el profeta judío Abraham, a quien el Islam respeta, y que reposa en nuestra antigua mezquita.
- Bueno, pues El Jalil.
Joseph dio su conformidad, secamente:
- El Jalil. -Luego dijo-: Recuérdalo bien. Debes también recordar las circunstancias en que Michel te lo dijo. Sí, porque te ama. Porque ama a su hermano. Porque has besado la pistola de tu hermano y has pasado a pertenecer a la gente de su sangre.
Con Joseph al volante, comenzaron el descenso de la colina. Charlie ya no sabía quién era ella, en el caso de que alguna vez lo hubiera sabida. El sonido de los disparos efectuados por ella misma aún resonaba en sus oídos. Sentía en sus labios el sabor del cañón, y cuando Joseph le indicó el Olimpo, lo único que Charlie vio fue un conjunto de manchas blancas y negras, como una lluvia atómica. La preocupación de Joseph era tan grande como la de Charlie, pero la finalidad de Joseph se encontraba una vez más ante ellos, y Joseph, mientras conducía, siguió distraídamente su narración, amontonando detalle sobre detalle. El Jalil otra vez. Los días que Michel y El Jalil pasaron juntos, antes de que éste iniciara su lucha. Nottingham, el gran encuentro de sus almas. Su hermana Fatmeh y el gran amor que por ella sentía. Habló de sus hermanos muertos.
Llegaron a la carretera de la costa. El tránsito era mucho más rápido y producía un sonido estruendoso. Las sucias playas con sus chozas medio derruidas, las torres de las fábricas que parecían prisiones,…
Charlie se esforzó en mantenerse despierta, en atención a Joseph. Pero no pudo conseguirlo. Apoyó la cabeza en el hombro de Joseph, y durante cierto tiempo se hurtó a cuanto la rodeaba.
El hotel de Tesalónica era un antiguo armatoste eduardiano, con cúpulas iluminadas, y cierto aire de pompa y circunstancia. La suite que ocuparon se encontraba en el último piso, y tenía una alcoba para niños, un cuarto de baño amplísimo, y muebles de los años veinte, con arañazos, igual que en Inglaterra. Charlie encendió las luces, pero Joseph le ordenó que las apagara. Joseph había ordenado que les subieran comida, pero ninguno de los dos la había tocado. Había una ventana mirador, y Joseph se encontraba en ella, dando la espalda a Charlie, dedicado a mirar la verde plaza, y los muelles iluminados por la luna, más allá. Charlie estaba sentada en la cama. Hasta el cuarto llegaba la popular música callejera.
- Bueno, Charlie…
En espera de que le dieran la explicación que se merecía, Charlie repuso, como un eco:
- Bueno, Charlie…
- Te has comprometido a librar mi guerra. Pero ¿qué guerra? ¿Y cómo se libra esta guerra? ¿Dónde? Te he hablado de la causa, te he hablado de acción. Tenemos fe, en consecuencia actuamos. Te he dicho que el terror es teatro, y que, a veces, es preciso coger al mundo por las orejas y ponerlo en pie, con el solo fin de que nos escuche.
Charlie se rebulló inquieta. Joseph prosiguió:
- Reiteradamente, en mis cartas, en nuestras largas conversaciones, te he prometido llevarte al campo de acción. Pero lo he demorado. Hasta esta noche. Quizá no confío en ti. 0 quizá he llegado a amarte tanto que no quiero situarte en primera línea. Tú no sabes a cuál de las dos causas puede deberse, pero a veces te sientes ofendida por mis secretos, tal como tus cartas demuestran.
Charlie volvió a pensar: «Las cartas, siempre las cartas.» Joseph dijo: