Читаем La chica del tambor полностью

Las manos de Helga todavía descansaban sobre los hombros de Charlie, y sus recios pulgares rozaban levemente el cuello de Charlie. Con su optimista mirada en la cara de Charlie, Helga preguntó:

- ¿Es difícil aprender tantas palabras, Charlie?

Charlie repuso:

- Para mí no representa problema alguno.

Y se apartó de Helga. Pero ésta cogió la mano de Charlie y le puso una moneda de cinco peniques en la mano, diciéndole:

- ¿Aprendes con facilidad? Anda, enséñame como funciona este fantástico invento inglés llamado fuego.

Charlie se puso en cuclillas junto a la estufa, dio vuelta hacia un lado al cierre, echó la moneda, dio vuelta al otro mando, y la moneda cayó dentro. Se oyó un gemido de protesta en el momento en que se encendía el fuego. Helga exclamó:

- ¡Oh, Charlie! ¡Es increíble!

Luego, Helga explicó inmediatamente, como si fuera un rasgo importante de su personalidad que su nueva amiga debiera saber:

- Ocurre que soy absolutamente negada para las cosas técnicas. Es típico en mí. Soy totalmente opuesta a las posesiones, y por esto nada tengo, por lo que difícilmente puedo saber cómo manejar las cosas. Anton, haz de intérprete, por favor. Tengo fe en Sein, nicht Haben.

La petición dirigida a Anton fue pronunciada como la orden dada por una institutriz dictatorial. El inglés de Helga era lo suficientemente bueno para que no necesitara la ayuda de Anton. Helga dijo a continuación:

- ¿Has leído a Erich Fromm, Charlie?

Con lúgubres acentos, mientras miraba a las dos mujeres, Anton dijo:

- Cuando Helga ha dicho posesiones quería decir propiedades o propiedad. Esta es la esencia de la filosofía moral de la señorita Helga. Tiene fe en la bondad fundamental, y también en la superioridad de la naturaleza sobre la ciencia.

Y Anton, como si quisiera interponer su persona entre las dos mujeres, añadió: -Es lo que ella y yo creemos.

Helga, echándose de nuevo la rubia melena hacia atrás, y mientras ya pensaba en otra cosa absolutamente diferente, repitió:

- ¿Has leído a Erich Fromm? Estoy totalmente enamorada de él.

Helga se puso en cuclillas ante el fuego y alargó las manos para calentárselas. Dijo:

- Cuando admiro a un filósofo, me enamoro de él. Esto también es típico en mí.

Tenía Helga una gracia superficial en sus movimientos, unida a cierta torpeza de quinceañera. Calzaba zapatos sin tacones, para no incrementar su considerable altura.

Charlie preguntó:

- ¿Dónde está Michel?

Desde su rincón, Mesterbein observó secamente:

- La señorita Helga no sabe dónde se encuentra Michel. La señorita Helga no es abogado, y ha venido aquí sólo por el placer del viaje y en busca de la justicia. La señorita Helga nada sabe de las actividades y del paradero de Michel. Siéntese, por favor, señorita Charlie.

Charlie siguió en pie, pero Mesterbein se sentó en una silla y colocó cruzadas sus blancas y limpias manos sobre sus muslos. Sin trinchera, Mesterbein lucía ahora un traje castaño, nuevo. Parecía un regalo de cumpleaños que le hubiera hecho su madre. Charlie dijo: -Me dijo que tenía noticias de él.

Un temblor se había apoderado de la voz de Charlie, quien sentía los labios rígidos. Helga, ahora tendida en el suelo, se volvió hacia Charlie. Helga oprimió con aire pensativo la uña de su dedo pulgar contra sus fuertes dientes frontales. Mesterbein preguntó a Charlie: -¿Cuándo vio por última vez a Michel? Charlie ya no sabía a cuál de los dos mirar. Repuso: -En Salzburgo. Desde el suelo, Helga observó: -Salzburgo no es una fecha. -Hace cinco o seis semanas. ¿Dónde está? Mesterbein preguntó:

- ¿Y cuándo tuvo noticias de él por última vez? -¡Quiero saber dónde está! ¿Qué le ha ocurrido? Se volvió hacia Helga, insistiendo: -¿Dónde está? Mesterbein preguntó:

- ¿Y nadie la visitó o la llamó? ¿Amigos? ¿La policía? Helga insinuó: -Quizá tu memoria no sea tan buena como dices, Charlie. Mesterbein dijo:

- Por favor, señorita Charlie, díganos con quien ha estado usted en contacto. Inmediatamente. Es absolutamente necesario. Estamos aquí para solucionar asuntos urgentes. Helga, mientras dirigía a Charlie una mirada límpida e interrogativa, dijo:

- En realidad, Charlie puede mentir con gran facilidad, siendo como es tan buena actriz. ¿Qué podemos creer de cuanto nos diga una mujer tan preparada para fingir?

Como si hiciera una nota mental para su actuación en el próximo futuro, Mesterbein se mostró de acuerdo con Helga:

- Debemos andar con mucho cuidado.

La doble y conjunta actuación de aquellos dos tenía cierto matiz de sadismo. Estaban hurgando en una herida que Charlie aún no sentía. Miró a Helga y luego a Mesterbein. A Charlie se le escaparon las palabras, no pudo evitarlo. En un susurro preguntó:

- ¿Ha muerto, verdad?

Helga pareció no haberla oído. Estaba totalmente absorta en la contemplación de Charlie. En tono lúgubre, Mesterbein dijo:

- ¡Oh, sí! Michel ha muerto. Como y es natural, lo siento. La señorita Helga también lo siente. Los dos lo sentimos mucho. Y a juzgar por las cartas que usted le escribió, le aseguramos que también usted lo sentirá, señorita Charlie.

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