Читаем La chica del tambor полностью

- Un momento, por favor. Conozco al guapito ese. Es el genio que se echó a volar por los aires, hace cosa de un mes, en la auto-pista de Munich, y que se llevó consigo a las nubes a la fulanita holandesa, ¿no es cierto?

Quitándose por un instante de los hombros su manto de humildad, Kurtz avanzó rápidamente en el terreno contrario:

- Así es, comandante, y según las informaciones de que disponemos, tanto el vehículo como los explosivos, en este desdichado accidente, fueron suministrados por los contactos del señor Masterbein en Ankara, y transportados hasta Austria, a través de Yugoslavia.

Cogiendo el papelito que Malcolm le había entregado, Picton comenzó a acercarlo a sus ojos y luego a alejarlo, como si fuera corto de vista, que no lo era. Con fingida tranquilidad y desinterés, Picton dijo:

- Me informan que nuestra máquina mágica, abajo, no contiene ni a un solo Masterbein, no, señor, ni en la lista negra ni en la lista blanca. El tipo no está, sencillamente.

Kurtz pareció más contento que disgustado:

- Comandante, esto no significa ineficiencia de su magnífico servicio de archivos. Me atrevo a decir que hasta hace un par de días, Jerusalén también estimaba que Masterbein era un ser carente de toda importancia. Y lo mismo cabe decir de sus cómplices.

Malcolm, refiriéndose a la señora que acompañaba a Masterbein, preguntó:

- ¿Ni siquiera la rubita?

Pero Kurtz se limitó a sonreír, y se ajustó un poco las gafas en el puente de la nariz para llamar la atención de los presentes hacia la siguiente fotografía. Era una de las muchas fotografías que el equipo de vigilancia de Munich había tomado de la casa frontera, y en ella se veía a Yanuka en el momento de abrir la puerta a la calle de la casa en que se encontraba su apartamento. La foto era un poco borrosa, cual suelen ser las fotografías con rayos infrarrojos y de escasa velocidad, pero se veía a Yanuka con la claridad suficiente para poderle identificar. Iba en compañía de una alta mujer rubia, a la que se veía en un cuarto de perfil. La mujer estaba un poco rezagada, mientras Yanuka metía el llavín, y era la misma mujer que había llamado la atención del capitán Malcolm en la anterior fotografía.

Picton preguntó:

- ¿Y dónde estamos ahora? Esto no es París. Los edificios no son así, en París.

Kurtz dijo:

- Es Munich.

Y dio las señas. Picton preguntó acto seguido, y con tanta brusquedad que cualquiera hubiera creído que se dirigía a alguno de sus subordinados:

- Munich, sí, pero ¿y el cuándo?

Una vez más, Kurtz fingió no haber oído la pregunta, y repuso: -La señora en cuestión se llama Astrid Berger.

Una vez más la amarillenta mirada de Picton, con expresión de bien fundadas sospechas, se fijó en Kurtz. Privado por el momento, de la oportunidad de pronunciar grandes discursos el policía galés se contentó con leer en voz alta la ficha de la señorita Berger:

- «Berger, Astrid, alias Edda, alias Helga», y con otra multitud de alias… «nacida en Bremen el año 1954, hija de un opulento naviero». Parece, señor Raphael, que nos movemos en altos círculos sociales… «Estudió en las universidades de Bremen y Frankfurt, licenciándose en ciencias políticas y en filosofía el año 1978. Esporádicamente colaboradora de publicaciones periódicas, radicales y satíricas, de Alemania Occidental, la última residencia conocida, en 1979, se encontraba en París, es frecuente visitando el Oriente Medio…»

Picton le interrumpió bruscamente:

- Otra maldita intelectual. Malcolm, traiga lo que tengamos de ella.

Mientras Malcolm salía de nuevo del cuarto, Kurtz recuperó hábilmente la iniciativa.

- Si se toma la molestia de comparar las fechas, comandante, advertirá que la última visita que la señorita Berger efectuó a Beirut fue en abril del presente año, coincidiendo con la gira del señor Masterbein. La señorita Berger también se encontraba en Estambul cuando el señor Masterbein hizo su parada en dicha ciudad. Llegaron en vuelos diferentes, pero se alojaron en el mismo hotel. Si, Mike, por favor.

Litvak les ofrecía dos fotocopias de formularios de inscripción en un hotel, a nombre de Anton Masterbein y de Astrid Berger, con fecha del 18 de abril. Junto a ellos, en una reproducción mucho más pequeña, estaba el recibo pagado por Masterbein. El hotel era el Hilton de Estambul. Mientras Picton y el policía -el inspector jefe- examinaban las fotocopias, la puerta volvió a abrirse y cerrarse. Con la más desolada de las sonrisas, Malcolm anunció:

- Astrid Berger es también NRA. ¿Parece increíble, verdad?

Rápidamente, Kurtz preguntó:

- ¿NRA significa Nothing Recorded Against? (Nada consta en contra.).

Picton cogió el lapicero de plata y le dio vueltas y más vueltas bajo su glauca mirada. Pensativo, Picton contestó:

- Si, exactamente esto. Póngase usted el primero de la clase, señor Raphael.

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