- Bueno, señor, pero no se puede afirmar categóricamente que la muchacha sea inglesa. ¿No será la chica holandesa? Cabello rojo, cabello rubio, esto nada significa. Y el término inglesa, en este caso sólo cabe aplicarlo a la lengua común.
Picton ordenó:
- Cállese.
Encendió un cigarrillo, sin ofrecer el paquete a nadie, y dijo:
- Déjenle que siga explicándose.
Y acto seguido, Picton tragó una monstruosa cantidad de humo, que se guardó dentro del cuerpo.
Ahora, la voz de Kurtz se había endurecido, y parecía que sus hombros también lo hubieran hecho. Kurtz puso los puños a uno y otro lado de la carpeta. Dijo, con gran fuerza en su voz:
- Según nuestras informaciones, procedentes de otra fuente, comandante, este Mercedes, en su viaje hacia el Norte, desde Grecia y a través de Yugoslavia, fue conducido por una mujer joven, con pasaporte de la Gran Bretaña. Su amante no la acompañó, sino que se trasladó por vía aérea a Salzburgo, a bordo de un avión de la Austrian Airlines. Esta misma compañía de aviación, se ocupó de reservarle prestigiosas habitaciones en el hotel
Osterreichischer Hof, de Salzburgo, en donde según nuestras investigaciones, la pareja en cuestión se hizo pasar por monsieur y madame Laserre, a pesar de que la dama en cuestión no hablaba el francés, sino únicamente el inglés. La señora es recordada en el hotel, por su espectacular belleza, su cabello rojo, la ausencia de alianza en el dedo anular, así como por su guitarra, guitarra que suscitó ciertas risas, y también se la recuerda por el hecho de que, a pesar de haber dejado el hotel a primera hora de la mañana, en compañía de su marido, regresó más tarde, para utilizar sus servicios. El conserje recuerda haber llamado un taxi que llevara a madame Laserre al aeropuerto de Salzburgo, e incluso recuerda que llamó dicho taxi a las dos de la tarde, poco antes de terminar su turno de servicio. Este mismo conserje ofreció a madame Laserre confirmar la reserva de su vuelo y averiguar si la partida de su avión había sido retrasada o no, pero madame Laserre no le permitió hacerlo, y cabe presumir que tal negativa se basaba en que dicha señora no viajaba con el nombre de Laserre. Hay tres vuelos, que parten de Salzburgo que coinciden con la hora de partida. Uno de ellos es un vuelo de la compañía austríaca que va a Londres. La empleada del mostrador de ventas de la Austrian Airlines recuerda perfectamente a una chica pelirroja inglesa que tenía un billete no usado, para un vuelo charter, para ir de Tesalónica a Londres, y que deseaba canjearlo, en el caso de que ello fuera posible. Por ello, la señorita inglesa tuvo que comprar un billete, solo de ida, que pagó en dólares norteamericanos, principalmente con billetes de veinte.
Picton gruñó:
- ¡Oiga, no sea tan reticente! ¿Cómo se llama la tía?
Y aplastó muy violentamente el cigarrillo contra el cenicero, cigarrillo que siguió oprimiendo con los dedos, hasta mucho después que la Lucha hubiera terminado, en realidad.
En contestación a la pregunta de Picton, Litvak ya estaba distribuyendo fotocopias de la lista de pasajeros. Litvak estaba pálido, e incluso parecía que sufriera algún dolor. Después de haber recorrido el perímetro de la mesa, se sirvió un poco de agua que bebió, a pesar de que apenas había pronunciado palabra.
Mientras todos centraban su atención en la lista de pasajeros, Kurtz confesó:
- Con la consiguiente consternación por nuestra parte, comandante, resultó que no había ninguna Joan en la lista de pasajeros. El nombre que mejor se adecuaba a nuestra señorita era Charmian. El apellido lo tiene usted a la vista. La empleada de la Austrian Airlines confirmó nuestra identificación. Dicha señorita Charmian era la número treinta y ocho de la lista. La empleada incluso recuerda la guitarra. Por una feliz coincidencia resulta que dicha empleada es una admiradora del gran Manitas de Plata, por lo que la guitarra de la pasajera impresionó profundamente a la empleada.
Rudamente, Picton dijo:
- Y, claro, la empleada era otra maldita amiga de ustedes. Litvak tosió.
La última prueba gráfica de Kurtz también salió de la cartera de Litvak. Kurtz extendió ambas manos para cogerla, y en las manos de Kurtz la depositó Litvak. Se trataba de un montón de fotografías todavía húmedas después del reciente proceso de sacar las pruebas positivas. Kurtz las repartió ágilmente, como si fueran naipes que uno puede permitirse el lujo de regalar. En estas fotos se veía a Mesterbein y a Helga en el aeropuerto, en una sala de salida. Mesterbein miraba aburridamente a un punto en el aire, y Helga, detrás de él, compraba una botella de whisky libre de impuestos. Mesterbein llevaba un ramillete de orquídeas envueltas en papel de seda del aeropuerto.
Sibilinamente, Kurtz dijo: