Читаем La chica del tambor полностью

Lo supo en cuanto entró. Una pequeña habitación rectangular, llena de libros, en una planta baja de algún lugar de Bloomsbury, con cortinas de encaje y lugar para un inquilino pequeño. En esta pared había mapas del Londres secreto; en aquella otra, un aparador con dos teléfonos. El tercer lado estaba constituido por una litera en la que nadie había dormido; el cuarto era un escritorio de abeto con una vieja lámpara encima. Junto a los teléfonos burbujeaba una cafetera y en la chimenea ardía un buen fuego. Marty no se puso en pie cuando entró ella, pero la miró y le dedicó la sonrisa más cálida y mejor que había obtenido de él, aunque tal vez fuera porque ella misma estaba viendo el mundo como un lugar agradable. Le tendió los brazos y ella cedió y se entregó a su largo abrazo paternal: mi hija, que acaba de regresar de sus viajes. Se sentó frente a él y Joseph se acuclilló en el suelo, al estilo árabe, de la misma manera en que se había acuclillado en lo alto de la colina cuando la hizo acudir a su lado y le dio instrucciones sobre el arma.

- ¿Quieres escucharte a ti misma? -la invitó Kurtz, señalando un grabador que tenía a su lado. Ella meneó la cabeza-. Charlie, estuviste fantástica. No la tercera figura ni la segunda, sino la primera, siempre.

- Está halagándote -le advirtió Joseph, pero no bromeaba.

Entró una mujer pequeña vestida de marrón, sin golpear, y hubo una conversación sobre quién había cogido el azúcar.

- Charlie, estás libre para salirte -dijo Kurtz cuando la mujer se hubo ido-. Aquí Joseph insiste en que te lo recuerde, en voz alta y con toda claridad. Vete ahora; te vas con todos los honores. ¿Está bien, Joseph? Un montón de dinero; un montón de honor. Lo que te prometimos y más.

- Ya se lo he dicho -dijo Joseph.

Ella vio que la sonrisa de Kurtz se ensanchaba para ocultar su irritación.

- Seguro que se lo has dicho, Joseph, y ahora se lo estoy diciendo yo. ¿No es eso lo que quieres? Charlie, has levantado la tapa de una caja de gusanos que hemos estado buscando desde hace mucho tiempo. Nos has revelado más nombres, lugares y conexiones de las que sabes, y vendrán más. Contigo o sin ti. Por ahora estás todavía casi limpia, y donde haya zonas sucias, danos unos meses y las haremos limpiar. Un período de cuarentena en alguna parte, un período de enfriamiento, llévate una amiga contigo… Tú lo quieres así y así es como tienes derecho a pedirlo.

- Lo dice en serio -dijo Joseph-. No te limites a decir que seguirás. Piénsalo.

Una vez más, observó la sombra de fastidio en la voz de Marty cuando se dirigió a su subordinado.

- Por supuesto que lo digo en serio, y si no lo dijera en serio, éste sería el último momento que elegiría para flirtear con lo que digo -dijo, arreglándoselas al final para transformar la reprimenda en un chiste.

- ¿Entonces dónde estamos? -preguntó Charlie-. ¿En qué momento?

Joseph comenzó a hablar, pero Marty llegó primero.

- Charlie, en este asunto hay una cosa que está por encima de la línea y otra que está por debajo. Hasta ahora, has estado por encima, arreglándotelas de todos modos para mostrarnos qué estaba pasando más abajo. Pero a partir de aquí…, bueno, puede tratarse de algo distinto. Así es como lo interpretamos. Podemos equivocarnos, pero es así como interpretamos los signos.

- Lo que quiere decir es que hasta ahora has estado en territorio amigo. Podemos estar cerca de ti, sacarte del lío si es preciso. Pero a partir de ahora, eso ha terminado. Serás una de ellos. Compartirás sus vidas. Su mentalidad. Su moral. Podrías pasar semanas y aun meses sin tener contacto con nosotros.

- Tal vez no sin contacto, pero sí fuera de nuestro alcance, eso es verdad -concedió Marty. Estaba sonriendo, pero no a Joseph-. Pero andaremos por ahí, puedes contar con eso.

- ¿Cuál es el fin? -preguntó Charlie.

Marty pareció momentáneamente confundido.

- ¿Qué clase de fin, querida…, el fin que justifica estos medios? Me parece que no te entiendo bien.

- ¿Qué estoy buscando? ¿Cuándo estarán satisfechos?

- Charlie, ahora estamos más que satisfechos -dijo Marty generosamente, y ella supo que estaba mintiendo.

- El fin es un hombre -dijo abruptamente Joseph, y ella vio que la cabeza de Marty giraba hacia él hasta que dejó de verle la cara. Pero no la de Joseph y su mirada, al devolver la de Marty, tenía una franqueza desafiante que no había visto antes en él.

- Charlie, el fin es un hombre -aceptó finalmente Marty, volviéndose hacia ella una vez más-. Si vas a seguir adelante, éstas son cosas que tendrás que saber.

- El Jalil -dijo ella.

- El Jalil está bien -dijo Marty-. El Jalil dirige toda su operación europea. El es el hombre que necesitamos tener.

- Es peligroso -dijo Joseph-. Es tan bueno como malo era Michel.

Tal vez para descolocarle, Kurtz adoptó el mismo estribillo.

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