Читаем La chica del tambor полностью

Toda prisión tiene una habitación pequeña y brillante con flores de plástico y una fotografía de Suiza, donde se puede recibir a la gente inocente. El administrador se había ido. Tayeh y la muchacha se sentaron uno a cada lado de Charlie, la chica tan erguida como una monja y Tayeh reclinado, con una pierna puesta rígidamente hacia un lado y el bastón en el centro, como el palo de una tienda. El sudor corría sobre su cara, llena de cráteres, mientras fumaba y jugueteaba con el cigarrillo y fruncía el entrecejo. Los ruidos de la prisión no habían cesado, pero se habían confundido entre sí hasta formar un estrépito único, en parte de musita, en parte de voces humanas. A veces, sorprendentemente, Charlie escuchaba risas. La muchacha era hermosa y severa y un poco aterradora en su negrura, con rasgos fuertes y una mirada oscura, directa, que no tenía interés en disimular. Se había cortado el cabello. La puerta permanecía abierta. Los dos chicos de costumbre la guardaban.

- ¿Sabe quién es ella? -preguntó Tayeh, apagando ya su primer cigarrillo. ¿Ve algo familiar en su cara? Mirela bien. Charlie no necesitaba hacerlo.

- Fatmeh -dijo.

- Ha regresado a Sidón para estar junto a su gente. No habla inglés, pero sabe quién es usted. Ha leído sus cartas a Michel, y también las que él le escribió a usted. Traducidas. Naturalmente, está interesada en usted.

Agitándose dolorida en su silla, Tayeh sacó un cigarrillo manchado de sudor y lo encendió.

- Está sufriendo, pero todos sufrimos. Cuando le hable, por favor, no se ponga sentimental. Ya ha perdido a tres hermanos y una hermana. Sabe cómo se hace.

Tranquilamente, Fatmeh empezó a hablar. Cuando se detuvo, Tayeh tradujo… con desprecio, que era su humor de esa noche.

- Primero desea darle las gracias por el gran consuelo que le dio a su hermano Salim mientras combatía contra el sionismo también le agradece que usted se haya unido a la lucha por la justicia. -Y espera mientras Fatmeh continuaba-. Dice que ahora son hermanas. Ambas amaban a Michel, ambas están orgullosas de su muerte heroica. Le pregunta… -E hizo una nueva pausa para dejarla hablar-. Le pregunta si esta usted dispuesta a aceptar la muerte antes que ser esclava del imperialismo. Es muy política. Diga que sí.

- Si.

- Desea saber cómo hablaba Michel de su familia de Palestina. No invente. Tiene mucho instinto.

El humor de Tayeh ya no era despreocupado. Poniéndose en pie con dificultad, comenzó a dar una larga vuelta a la habitación, interpretando, haciendo sus propias preguntas subsidiarias.

Charlie habló directamente mirando al frente, desde el corazón, desde su herida memoria. No era una impostora para nadie, ni si-quiera para si misma. «Al comienzo -dijo-, Michel no quería hablar de sus hermanos; y sólo una vez, de pasada de su amada Fatmeh. Entonces un día en Grecia comenzó a recordarlos a todos con gran amor, subrayando que desde la muerte de su madre su hermana Fatmeh se había transformado en la madre de toda la familia.»

Tayeh tradujo con brusquedad. La muchacha no contestó, pero sus ojos estaban fijos en el rostro de Charlie, vigilándolo, escuchando, inquiriendo.

- ¿Qué dijo de ellos…, de los hermanos? -ordenó Tayeh, impaciente-. Repítaselo.

- Dijo que durante toda su infancia, sus hermanos mayores fueron su luminosa inspiración. En el Jordán, en el primer campo, cuando el era todavía demasiado pequeño para luchar, los hermanos se iban sigilosamente sin decir adonde. Después Fatmeh se acercaba a su cama y le decia en susurros que habían hecho otro ataque contra los sionistas…

Tayeh interrumpió con una veloz traducción.

Las preguntas de Fatmeh perdieron su nota nostálgica, adquiriendo la aspereza de un examen. ¿Qué habían estudiado sus hermanos? ¿Cuáles eran sus habilidades y aptitudes, cómo habían muerto? Charlie contestaba lo que podía, a trozos. Salim -Miuhel- no le había contado todo. Fawvaz era un gran abogado, o había tenido intención de serlo. Había estado enamorado de una estudiante en Ammán…; ella era la joven novia de su niñez en su aldea de Palestina. Los sionistas le mataron cuando salía de su casa una mañana temprano.

- Según Fatmeh… -comenzó.

- ¿Qué pasó según Fatmeh? -preguntó Tayeh.

- Segun Fatmeh, los jordanos le habían pasado su dirección a los sionistas.

Fatmeh estaba haciendo una pregunta. Enojado, Tayeh volvió a traducir:

- En una de sus cartas, Michel menciona su orgullo al compartir la tortura con su gran hermano -dijo Tayeh-. Con respecto a este incidente, escribe que su hermana Fatmeh es la única mujer sobre la tierra, aparte de usted, a la que puede amar completamente. Explique esto a Fatmeh, por favor. ¿A qué hermano se refiere?

- A El Jalil -dijo Charlie.

- Describa el incidente -ordenó Tayeh.

- Fue en Jordania.

- ¿Dónde? ¿Cómo? Describa exactamente.

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