– No te preocupes por Phil. Ya hemos bajado la persiana, y seguirá bajada hasta que se acabe la crisis. De hecho, todo lo que está pasando tal vez sea una señal de que tenemos que cerrar el laboratorio de forma definitiva. Quizá es una señal del Todopoderoso.
– Eso estaría bien -dijo Andy. Pero tenía un presentimiento deprimente: si la Cúpula desaparecía, Big Jim cambiaría de opinión, y cuando lo hiciera, Andy haría lo mismo. Stewart Bowie y su hermano Fernald también los seguirían. Entusiasmados. En parte porque estaban ganando mucho dinero (libre de impuestos, ni que decir tiene) y en parte porque estaban metidos hasta el cuello. Recordó algo que había dicho una estrella de cine del pasado: «Cuando descubrí que no me gustaba actuar, era demasiado rico para dejarlo».
– No te rompas tanto la cabeza -dijo Big Jim-. Empezaremos a devolver el propano del pueblo dentro de unas semanas, tanto si el problema de la Cúpula se resuelve como si no. Usaremos los volquetes del pueblo. Sabes conducir un trasto de esos de cambio manual, ¿verdad?
– Sí -respondió Andy, desanimado.
– ¡Y… -se le iluminó la cara cuando se le ocurrió la idea- podemos usar el coche fúnebre de Stewie! ¡Así podremos empezar a trasladar algunas de las bombonas incluso antes!
Andy no dijo nada. No soportaba el hecho de que se hubieran apropiado (esa era la palabra que había utilizado Big Jim) de tanto propano de tantas fuentes distintas pertenecientes al pueblo, pero les había parecido el método más seguro. Estaban fabricando metanfetaminas a gran escala, y eso significaba que tenían que quemar mucho producto y ventilar los gases nocivos. Big Jim dijo que comprar grandes cantidades de propano podía levantar sospechas. Del mismo modo que el hecho de comprar grandes cantidades de los distintos medicamentos que se pueden adquirir sin receta y que eran necesarios para fabricar esa mierda podía llamar la atención de alguien y causar problemas.
Ser el propietario de un Drugstore había sido útil en ese aspecto, aunque el tamaño de sus pedidos de medicamentos como Robitussin y Sudafed había puesto a Andy muy nervioso. Creyó que eso supondría su caída, si es que llegaba alguna vez. No pensó en el enorme depósito de tanques de propano que había detrás del edificio de la WCIK hasta entonces.
– Por cierto, esta noche tendremos electricidad de sobra en el ayuntamiento. -Big Jim hablaba como si estuviera revelando una grata sorpresa-. Le he dicho a Randolph que envíe a mi hijo y a su amigo Frankie al hospital para que cojan una de sus bombonas para nuestro generador.
Andy parecía asustado.
– Pero si ya les cogimos…
– Lo sé -se apresuró a terciar Rennie para calmarlo-. Sé lo que hicimos. No te preocupes por el Cathy Russell, de momento tienen combustible de sobra.
– Podrías haber cogido uno de la emisora de radio… Hay tanto ahí…
– El hospital estaba más cerca -dijo Big Jim-. Y era más seguro. Pete Randolph es nuestro hombre, pero eso no significa que quiero que conozca el negocio que nos traemos entre manos. Ni ahora ni nunca.
Esto no hizo sino confirmar las sospechas de Andy de que Big Jim no quería cerrar el laboratorio.
– Jim, si empezamos a devolver el propano al pueblo, ¿dónde diremos que estaba? ¿Vamos a decirle a la gente que lo cogió el Hada del Gas y que luego cambió de opinión y ha decidido devolverlo?
Rennie frunció el ceño.
– ¿Te parece que esto es divertido?
– ¡No! ¡Creo que da miedo!
– Tengo un plan. Anunciaremos la creación de un depósito de suministro de combustible y lo utilizaremos para racionar el propano a medida que lo necesitemos. Y también el gasóleo para la calefacción, si encontramos un modo de usarlo sin electricidad. Odio la idea del racionamiento, es algo totalmente antiamericano, pero esto es como la historia de la cigarra y la hormiga. En este pueblo hay muchos puñeteros que lo gastarían todo en un mes y luego gritarían que nos ocupáramos de ellos a la mínima que bajaran un poco las temperaturas.
– ¿Acaso crees que esto va a durar un mes?
– Claro que no, pero ya sabes lo que dicen los ancianos del lugar: hay que prepararse para lo peor y esperar que ocurra lo mejor.
Andy pensó que tal vez debía añadir que ya habían usado una buena parte de las provisiones del pueblo para fabricar cristal, pero sabía lo que respondería Big Jim:
Claro, ¿quién se lo habría imaginado? ¿Qué persona, en su sano juicio, habría esperado este corte súbito de todos los recursos? Los planes y las previsiones tenían que ser siempre holgadas. Ese era el estilo americano. Quedarse corto era un insulto para la mente y el espíritu.
Andy dijo:
– No eres el único al que no le gustará la idea del racionamiento.