Sus miradas se cruzaron. Fue un verdadero momento de ternura que provocó que a Big Jim le entraran ganas de arrancarse el pelo. Sabía que no debía permitir que ese tipo de pensamientos se apoderaran de él, que era malo para su presión sanguínea, y lo que era malo para su presión sanguínea era malo para su corazón, pero a veces le costaba un poco dominarse. Sobre todo en ocasiones como esa, en la que acababan de entregarle una nota de un tipo que sabía demasiado y que ahora creía que Dios quería que se dirigiera al pueblo. Si Big Jim estaba en lo cierto sobre lo que se le había metido en la cabeza a Coggins, esa situación era insignificante en comparación.
Aunque tal vez no era insignificante. Porque él nunca le había caído bien a Brenda Perkins, y esa mujer era la viuda de un hombre al que la gente consideraba, sin motivo alguno, un héroe. Lo primero que tenía que hacer…
– Entremos -dijo Big Jim-. Hablaremos en la sala de plenos. -Miró a Barbie-. ¿Forma usted parte de todo esto, señor Barbara? Porque no lo entendería por nada del mundo.
– Tal vez esto le ayude -dijo Barbie, que le entregó las hojas que se habían estado pasando-. Pertenecí al ejército. Fui teniente. Al parecer han vuelto a reclutarme. Y me han ascendido.
Rennie cogió las hojas por una esquina, como si estuvieran ardiendo. La carta era más elegante que la nota mugrienta que Richie Killian le había entregado, y el remitente era bastante conocido. El encabezado decía simplemente: DE LA CASA BLANCA
. Llevaba fecha de ese mismo día.Rennie cogió el papel con fuerza. Un hondo surco se formó entre sus espesas cejas.
– Este no es papel de la Casa Blanca.
– Claro que no. -Barbie intentó mantener un tono agradable-. Ha llegado por internet, en un archivo PDF. La señorita Shumway se ha encargado de descargarlo e imprimirlo.
Julia Shumway. Otra alborotadora.
– Léelo, James -dijo Brenda en voz baja-. Es importante.
Big Jim lo leyó.
4
Benny Drake, Norrie Calvert y Joe McClatchey «el Espantapájaros» se encontraban frente a las oficinas del
– Me pregunto qué estará pasando -dijo Norrie.
– Chorradas de adultos -respondió Benny, con una absoluta falta de interés, y llamó a la puerta del periódico. Al no obtener respuesta, Joe lo apartó e intentó girar el pomo. La puerta se abrió. Enseguida entendió por qué la señorita Shumway no los había oído; la fotocopiadora estaba funcionando a toda velocidad mientras ella hablaba con el periodista de la sección de deportes del periódico y el tipo que había hecho las fotografías en la explanada.
Vio a los chicos y les hizo un gesto con la mano para que entraran. Las hojas de papel salían disparadas en la bandeja de la fotocopiadora. Pete Freeman y Tony Guay se turnaban para sacarlas y amontonarlas.
– Ahí estáis -dijo Julia-. Tenía miedo de que no vinierais. Ya casi hemos acabado. Eso si la maldita fotocopiadora no se va al carajo.
Joe, Benny y Norrie tomaron nota de la expresión en silencio y decidieron usarla a la mínima oportunidad.
– ¿Os han dado permiso vuestros padres? -preguntó Julia-. No quiero que un puñado de padres furiosos me salten a la yugular.
– Sí, señora -dijo Norrie-. Nos lo han dado a todos.
Freeman intentaba atar un paquete de hojas con un cordel, de un modo algo chapucero, mientras Norrie lo observaba. Ella era capaz de hacer cinco nudos distintos. Y de anudar moscas de pescar. Se lo había enseñado su padre. Ella, a cambio, le había enseñado a hacer piruetas en la barandilla, y cuando se cayó la primera vez se puso a reír hasta que le corrieron las lágrimas. Norrie pensó que tenía el mejor padre del universo.
– ¿Quieres que lo haga yo? -preguntó Norrie.
– Si sabes hacerlo mejor, por supuesto. -Pete se apartó.
La chica se puso manos a la obra, acompañada de Joe y Benny. Entonces vio el gran titular en negrita en el número extra de una sola página, y se detuvo.
– ¡Hostia puta!
En cuanto pronunció las palabras se tapó la boca, pero Julia se limitó a asentir.
– Es una verdadera putada. Espero que hayáis traído la bicicleta y espero que tengan cestas. No podréis llevar esto por el pueblo en monopatín.
– Eso es lo que nos dijo y eso es lo que hemos traído -contestó Joe-. La mía no tiene cesta, pero sí un soporte especial.