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En quinto lugar, deseo hacer referencia a las comunicaciones por internet. La Junta de Jefes del Estado Mayor está a favor de cortar temporalmente la comunicación por correo electrónico. No obstante, el coronel Barbara ha ofrecido una serie de argumentos para que permitiéramos que los ciudadanos de Chester's Mills siguieran teniendo acceso a internet. El coronel ha señalado que la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) puede controlar el correo electrónico de forma legal, de modo que desde un punto de vista práctico este tipo de comunicación puede filtrarse de un modo más sencillo que las transmisiones de teléfono móvil. Puesto que él es nuestro «hombre en la zona», he accedido a su petición, en parte por motivos humanitarios. Sin embargo, esta decisión también puede ser revocada en cualquier momento; podemos llevar a cabo cualquier cambio en nuestra política. El coronel Barbara tomará parte en la revisión de todas estas decisiones, y esperamos que haya una relación fluida entre él y las máximas autoridades del pueblo.

En sexto lugar, les ofrezco la posibilidad de que esta terrible situación a la que están sometidos finalice mañana mismo, a las 13.00, hora oficial de la costa Este. El coronel Barbara los pondrá al corriente de la operación militar que tendrá lugar a esa hora, y me asegura que entre los buenos oficios de ustedes y la señora Julia Shumway, propietaria y directora del periódico local, podrán informar a los ciudadanos de Chester's Mills de lo que sucederá.

Y en último lugar: ustedes son ciudadanos de los Estados Unidos de América y nunca los abandonaremos. Nuestra más firme promesa, basada en nuestros puros ideales, es sencilla: ningún hombre, mujer o niño será abandonado. Emplearemos todos los recursos necesarios para poner fin a su confinamiento. Gastaremos hasta el último dólar que haya que gastar. A cambio, esperamos de todos ustedes fe y cooperación.

Por favor, concédannos ambas cosas.

Con los mejores deseos y plegarias, quedo a su entera disposición,

6

Fuera quien fuese el patán que había pergeñado aquel escrito, lo había firmado el mismísimo cabrón, con los dos nombres, incluido el segundo, el del terrorista. Big Jim no le había votado y en ese momento, si hubiera aparecido ante él, Rennie creyó que lo habría estrangulado sin ningún problema.

Y también a Barbara.

Big Jim albergaba el vano deseo de llamar a Pete Randolph para que metiera al Coronel Fritanga en una celda. De decirle que impusiera su ley marcial de las narices desde el sótano de la comisaría, con Sam Verdreaux como ayudante de campo. Tal vez Sam «el Desharrapado» sería capaz de aguantar el delirium tremens el tiempo suficiente para llegar a hacer el saludo militar sin meterse el pulgar en el ojo.

Pero ahora no. Aún no. Ciertas frases del Canalla en Jefe le llamaban la atención:

«Y si ustedes lo ayudan, nosotros les ayudaremos a ustedes.»

«Esperamos que haya una relación fluida entre él y las máximas autoridades del pueblo.»

«Esta decisión está sujeta a una posible revisión.»

«Esperamos de todos ustedes fe y cooperación.»

La última era la más reveladora. Big Jim estaba seguro de que ese hijo de fruta proabortista no sabía nada sobre la fe, para él no era más que una palabra de moda, pero cuando hablaba de cooperación, sabía exactamente qué decía, y también Jim Rennie: «Un guante de seda, pero no hay que olvidar que dentro hay un puño de hierro».

El presidente ofrecía compasión y apoyo (había visto cómo una Andrea Grinnell aturdida por los calmantes había estado a punto de romper a llorar mientras leía la carta), pero si leía entre líneas, era fácil ver la verdad. Era una amenaza, simple y llanamente. O cooperáis u os quedáis sin internet. Más os vale cooperar, porque vamos a hacer una lista de quién se ha portado bien y quién mal, y es mejor que no aparezcáis en la lista de los malos cuando logremos atravesar la Cúpula. Porque no lo olvidaremos.

Coopera, amigo. O atente a las consecuencias.

Rennie pensó: Jamás entregaré mi pueblo a un pinche de cocina que se atrevió a ponerle la mano encima a mi hijo y luego tuvo la osadía de cuestionar mi autoridad. Eso jamás ocurrirá, simio. Jamás.

También pensó: Tranquilo, calma.

Había que dejar que el Coronel Fritanga explicara el gran plan militar. Si funcionaba, bien. Si no, el último coronel nombrado por el Ejército de Estados Unidos iba a descubrir un nuevo abanico de significados de la expresión «hallarse en territorio enemigo».

Big Jim sonrió y dijo:

– Vamos adentro, ¿de acuerdo? Tenemos mucho de qué hablar.

7

Junior estaba sentado a oscuras con sus amigas.

Era extraño, incluso a él se lo parecía, pero también relajante.

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