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Tony miró hacia abajo y vio un ardiente arroyo de fuego que corría entre sus pies. No tenía más agua con que apagarlo. El fuego no tardaría en engullir la moqueta y empezaría a lamer la vieja madera seca que había debajo. Mientras tanto, toda la parte frontal de las oficinas estaba ya en llamas.

Tony tiró la garrafa de agua vacía y dio unos pasos atrás. El calor era intenso; sentía cómo se le estiraba la piel. Si no fuera por esos condenados periódicos, podría haber…

Pero ya era demasiado tarde para pensar en lo que «podría haber…». Se giró y vio a Pete, que volvía del pasillo de atrás con otra garrafa de Poland Spring en los brazos, de pie en el umbral. Se le había caído la mayor parte de la manga de la camisa chamuscada y la piel de debajo estaba de un rojo vivo.

– ¡Demasiado tarde! -gritó Tony, y, levantando un brazo para protegerse la cara del calor, dio un rodeo para evitar el escritorio de Julia, que ya se había convertido en una columna de llamas que ascendían hasta el techo-. ¡Demasiado tarde, vayamos por detrás!

Pete Freeman no necesitó que se lo gritaran dos veces. Lanzó la garrafa al creciente incendio y echó a correr.

23

Carrie Carver rara vez tenía nada que ver con Gasolina & Alimentación Mills; aunque la pequeña tienda 24 horas había hecho que su marido y ella se ganaran bastante bien la vida durante muchos años, ella consideraba que estaba Por Encima de Todo Eso. Sin embargo, cuando Johnny le propuso que se acercaran con la furgoneta para llevarse a casa los alimentos enlatados que quedaban («para guardarlos a buen recaudo», con esa delicadeza lo expresó su marido), ella enseguida estuvo de acuerdo. Y aunque normalmente no le gustaba demasiado trabajar (ver el programa de la juez Judy en la tele era más su estilo), se había ofrecido voluntaria para ayudarlo. No había estado en el Food City, pero, cuando se había acercado más tarde por allí para inspeccionar los daños con su amiga Leah Anderson, los escaparates destrozados y la sangre que todavía había en la acera la habían asustado muchísimo. Esas cosas habían hecho que le diera miedo el futuro.

Johnny sacaba a rastras cajas de sopas, cocidos, judías y salsas; Carrie las colocaba en la parte de atrás de su Dodge Ram. Habían hecho más o menos la mitad de la tarea cuando vieron fuego calle abajo. Los dos oyeron la voz amplificada. Carrie creyó ver a dos o tres figuras corriendo por la callejuela que había junto a Burpee's, pero no estaba segura. Más adelante sí que lo estaría, y elevaría el número de imprecisas figuras hasta al menos cuatro. Tal vez incluso cinco.

– ¿Qué quiere decir eso? -preguntó-. Cariño, ¿qué significa eso?

– Que ese condenado cabrón asesino no está solo -dijo Johnny-. Significa que tiene una banda.

Carrie le había puesto una mano en el brazo y entonces le clavó las uñas. Johnny se zafó de su garra y salió corriendo hacia la comisaría gritando «¡Fuego!» con todas sus fuerzas. En lugar de seguirlo, Carrie Carver continuó cargando la furgoneta. El futuro le daba más miedo que nunca.

24

Además de Roger Killian y de los hermanos Bowie, en las gradas del gimnasio de la escuela de secundaria había diez nuevos agentes de lo que había dado en llamarse Fuerza de Seguridad Municipal de Chester's Mills. Big Jim apenas acababa de empezar su discurso sobre la gran responsabilidad que tenían en sus manos cuando se disparó la alarma de incendios. El chico se ha adelantado, pensó. No puedo confiar en él para salvar mi alma. Nunca he podido, pero ahora está mucho peor.

– Bueno, muchachos -dijo, dirigiendo su atención hacia el joven Mickey Wardlaw en concreto (¡Dios, menudo armario!)-. Tenía mucho más que deciros, pero parece que nos espera algo de diversión. Fern Bowie, ¿no sabrás tú si tenemos fumigadoras de agua en el almacén del parque de bomberos?

Fern dijo que había echado un vistazo en el parque de bomberos esa misma tarde, solo para ver con qué clase de equipo contaban, y que había visto casi una docena de esos aparatos. Y todos ellos llenos, además, lo cual les venía muy bien.

Big Jim, pensando que el sarcasmo había que reservarlo para gente con suficientes luces como para saber que lo era, dijo que eso quería decir que el buen Dios velaba por todos ellos. También dijo que, si se trataba de algo más que de una falsa alarma, él tomaría el mando de la situación, con Stewart Bowie como segundo de a bordo.

Para que aprendas, bruja fisgona, pensó mientras los nuevos agentes, todos ellos ansiosos y con los ojos inyectados en sangre, se levantaban de las gradas. A ver qué te parece ahora meterte en mis asuntos.

25

– ¿Adónde irás? -preguntó Carter.

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