– Eso será mejor que se lo explique en mi comisaría. ¿Le parece bien pasarse por ella, señor Andropov?
– No veo qué interés podría haber.
– Supongo que se niega.
– Permita que le dé mi propia hipótesis -dijo Andropov acercándose un paso, movimiento que imitó su chófer-.
– ¿A qué se refiere exactamente?
– ¿No habla francés?
– Sé qué quiere decir, pero no entiendo qué es lo que insinúa.
– En Moscú, Alexander Todorov tenía cierta fama. Fue expulsado de su puesto de profesor por acusaciones de conducta inadecuada. Con las estudiantes, ¿entiende? Y, por lo visto, cuanto más jóvenes mejor. Bien, si me disculpa…
Andropov encaminó sus pasos hacia el bar.
– ¿Va a reunirse de nuevo con su amigo el gángster? -dijo Rebus. Pero Andropov hizo caso omiso y siguió andando. No así el chófer, que decidió que Rebus merecía una mirada de despedida torva y amenazadora que venía a decir «
La mirada con que le obsequió Rebus transmitía algo no menos amenazador: «
Fuera de nuevo, en la fresca noche, decidió ir a casa caminando. Tenía el pulso acelerado y la boca seca. Recorrió unos cien metros y paró el primer taxi que vio.
SEXTO DÍA
Miércoles, 22 de noviembre de 2006
Capítulo 21
El ingeniero de sonido se llamaba Terry Grimm y la secretaria Hazel Harmison. Los dos estaban conmocionados, y no era para menos.
– No sabemos qué hacer -dijo Grimm-. Figúrese… ¿cómo vamos a cobrar a fin de mes? ¿Qué haremos con los trabajos pendientes?
Siobhan Clarke asintió despacio con la cabeza. Grimm estaba sentado ante la mesa de mezclas con los brazos cruzados.
– Estoy segura de que el señor Riordan tendrá previsto algo -dijo, pero no estaba nada segura.
Todd Goodyear miró todos aquellos aparatos, las filas de botones e indicadores, teclas y controles deslizantes. En el pub, la noche anterior, Hawes había insinuado ser ella o Tibbet quien la acompañase al estudio, y Clarke volvió a pensar si no había incorporado a Goodyear al equipo precisamente por evitarse elegir entre los dos.
– ¿No tienen autorización para firmar cheques de la empresa? -preguntó tras una pausa.
– Charlie no era tan confiado -dijo con voz aguda Hazel Harmison.
– Tendrán que hablar con el contable.
– Sí, pero está de vacaciones.
– ¿No hay nadie más de la empresa?
– La empresa era un solo hombre -replicó Grimm.
– Seguro que se arregla -comentó Clarke secamente, harta de sus quejas-. Hemos venido porque la mayoría de las grabaciones del señor Riordan no se salvaron del incendio y quisiera saber si guardan copia.
– A lo mejor hay alguna en el almacén -dijo Grimm-. Yo siempre insistía en que hiciera copias de seguridad… ¿No se han salvado los discos duros? -preguntó mirándola a la cara.
– Poca cosa. Hemos traído cierto material a ver si tiene más suerte que nosotros.
Grimm se encogió de hombros.
– Se puede comprobar.
Clarke tendió las llaves del coche a Goodyear.
– Trae las bolsas -dijo.
En ese momento sonó el teléfono y Harmison contestó.
– Estudios CR, diga -eEscuchó un instante-. No, lo siento. De momento no podemos aceptar más trabajos debido a circunstancias imprevistas.
Clarke seguía frente al ingeniero.
– Podrían continuar ustedes dos -dijo en voz baja mirando hacia Harmison. Él asintió con la cabeza, se levantó, fue hasta la mesa e hizo una seña a la secretaria para que le pasara el teléfono.
– Un momento, por favor -dijo Harmison-, le paso al señor Grimm.
– Dígame -dijo Grimm, mientras la mujer se acercaba a Clarke, otra vez con los brazos cruzados, como protegiéndose de nuevas desgracias.
– La primera vez que vine -comenzó Clarke-, Terry insinuó que el señor Riordan lo grababa todo.
La secretaria asintió con la cabeza.
– En cierta ocasión fuimos los tres a cenar juntos y nos sirvieron algo que no habíamos pedido. Charlie sacó del bolsillo una grabadora diminuta y se lo demostró al camarero -dijo ella sonriente pensando en la escena.
– Hay ocasiones en que yo haría lo mismo -comentó Clarke.
– Y yo. El fontanero que dice que vendrá a las once… la gente que me dice por teléfono que ha enviado el cheque por correo…
Clarke sonrió, pero Harmison volvió a ponerse seria.
– Lo siento por Terry. Trabaja tanto como Charlie, y seguramente más horas a decir verdad.
– ¿Qué tipo de trabajo están haciendo ahora?
– Anuncios para la radio, un par de audioguías y… el encargo del Parlamento.
– ¿Qué encargo del Parlamento?
– ¿No sabe que organizan anualmente un Festival Político?
– Pues no.
– No podía faltar. Tenemos festivales de todo tipo. El año que viene han encargado a un artista que monte un proyecto. Trabaja con vídeo y esas cosas y nos ha pedido un fondo musical para la obra.
– ¿Y han estado grabando en el Parlamento?
– Cientos de horas -contestó Harmison señalando con la cabeza hacia los aparatos, pero Grimm chasqueó los dedos, llamándola.