El secado con la toalla había ayudado, a pesar de su evidente turbación cuando él la había atendido. Aunque estaba cerca de los treinta años, obviamente no estaba acostumbrada a ser tocada tan íntimamente. Su rubor lo había dejado con un creciente deseo de tocarla aún más concienzudamente, explorar su cuerpo y descubrir sus respuestas.
Pero no había sido capaz de determinar si ella agradecería sus atenciones o no. En cuanto a si era una sub… No podría determinarlo todavía. Sin embargo, una vez que ella superara la sorpresa inicial de ver el club, él sería capaz de examinar su mente y ver si el ambiente de la dominación la excitaba.
– Maestro Z -Uno de sus nuevos custodios de la mazmorra se detuvo junto a él, su rostro huesudo preocupado. -¿Podría usted interceder por un minuto?
– Por supuesto. -Zachary miró a Jessica. -¿Necesitas una escolta hacia la entrada o vas a permanecer aquí?
Su boca, hermosos labios rosados que se verían muy adorables alrededor de su polla, se frunció mientras miraba alrededor de la habitación. Sintió sus dudas compitiendo con su intensa curiosidad. La curiosidad ganó.
– Me quedaré.
– Chica valiente.
El cremoso café irlandés quemó todo el camino hacia abajo, iniciando un pequeño fuego en su interior.
– ¿Lista para más?, -Preguntó.
Demonios, su bolso estaba en el maletero del coche y estaría allí hasta que una grúa retirara el coche afuera.
– No, gracias. Eso está bien.
Él inclinó un enorme brazo sobre la barra y frunció el ceño.
– Es obvio que quieres otro. ¿Cuál es el problema?
¿Qué sucedía con estos tipos?
– ¿Tú y tu jefe leen la mente o qué?
Su risa resonó, ahogando la música.
– El maestro Z es el que lee la mente, yo sólo estoy atento.
Su declaración fue un poco demasiado directa para su comodidad. Sin duda, el gerente no leía…
– Dejé mi bolso en el coche, así que no tengo dinero.
– No te preocupes. Eres la invitada del dueño esta noche. -Después de un minuto, el camarero ubicó una humeante taza delante de ella. -Hay un límite de dos bebidas, así que te hice un café común y corriente.
– Pero sólo he tomado un trago.
Él le sonrió.
– No has estado aquí antes. También puedes necesitar más alcohol después de un rato.
Ahora ¿por qué ese sonido era tan inquietante? Ella tomó un sorbo de la bebida en lugar de inhalarla, y esta vez el calor que la llenó era el calor del café y no la potencia del alcohol. Puso un codo sobre la barra, suspirando mientras el frío liberaba su último control. Cuando veía de nuevo al Maestro, tendría que agradecerle por las bebidas.
Así que él era el dueño de este lugar, no el gerente. No era de extrañarse que todo el mundo saltara ante sus peticiones. Por otra parte, ella no sabía que él era el dueño, y lo había dejado desnudarla y eso no era propio de ella en absoluto. De alguna manera él había tomado el control desde el momento en que entró en el vestuario.
El pensamiento la hizo retorcerse. ¿Cómo podría alguna vez mirarlo a la cara de nuevo sin ruborizarse? Suspiró, dándose cuenta de que probablemente no volvería a verlo de todas maneras. Después de todo, él estaba lejos de su tipo. Demasiado guapo. Demasiado seguro de sí mismo. Con ese toque de plata en el pelo y las líneas de expresión alrededor de esos ojos grises ahumados, él era definitivamente un hombre, nada que ver con los tipos pueriles que parecían estar en todas partes. Y tenía esos esbeltos, ondulantes músculos… um-hmmm.
Pero lo que realmente le atraía era su aire de pura competencia, como si todo lo que hacía, iba a hacerlo mejor que nadie. Suspiró y sacudió la cabeza. No lo pudo creer, Jessica. Un tipo que te gusta, y aquí estás, volviéndote toda entusiasmo.
Pero, para disgusto de su delgada madre, ella nunca había tenido el cuerpo acicalado y gallardo que le gustaba a los hombres, y el Maestro Z sabía eso desde que la había visto desnuda en toda su gloria. Teniendo en cuenta su apariencia, él podía tener a cualquier mujer en este lugar. Maldición, en cualquier lugar. Sí, ella simplemente lo evitaría y no pasaría por una tonta aún más grande de lo que era.
Girando en el taburete de la barra, echó un vistazo por la habitación. Un club de