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Ella sonrió. Aunque aquí bien podría ampliar sus conocimientos básicos. La tía Eunice estaría encantada, y su madre horrorizada.

Pero nada le emocionaba más que aprender algo nuevo. ¿Por dónde empezar?

La gente bailando parecía estar divirtiéndose, aunque ella nunca había estado a gusto en una pista de baile, al menos no sobria. Ofrézcanle una ocasión de negocios o social, y ella se sentía como en casa. Haz que sea una interacción hombre-mujer, y ella se ponía tensa como un hombre de negocios siendo auditado.

Mientras miraba, sus ojos se agrandaron. Algunos de los que daban vueltas por ahí serían arrestados participando en cualquier otro lugar. Un hombre joven con una dura erección giró a la mujer en sus brazos y luego la presionó tan cerca que sólo el tejido entre ellos impedía la penetración.

Ella tomó otro sorbo de su bebida y se dio cuenta que los bailarines eran demasiado provocativos para su comodidad. Como esa pareja. El hombre movía a su mujer dónde él la quería. La tocaba cuando quería, incluso le hacía poner sus manos sobre su… allí.

Con un esfuerzo, Jessica apartó la mirada, intentado observar a las otras parejas en el piso. Y se centró en un hombre grande con vaqueros ceñidos que estaban abultados con una gruesa erección. Arrastró a su mujer en bikini hacia él, enredó sus manos en su pelo y tiró de su cabeza hacia atrás para tomar sus labios. La besó lentamente. Concienzudamente.

Jessica parpadeó, se dio cuenta que estaba presionando sus muslos. Whoa, era el momento de dejar de observar la acción en vivo. Y aquí ella había pensado que podía considerarse a sí misma con bastante experiencia. Seguro, había crecido en un pequeño pueblo, pero había vivido en Tampa el tiempo suficiente para haber tenido varios amantes. No es que ella fuera tan buena en las cosas relacionadas con del sexo. En definitiva, hacer el amor estaba más bien sobrevalorado, por lo menos para ella.

Hizo una mueca al recordar la última vez y cómo ella no había podido dejar de pensar en todo y nada. ¿Él pensaba que estaba gorda? ¿Podría ver cómo su estómago sobresalía? ¿Debería mover sus caderas más rápido? ¿Le gustaría a él que le toquen los testículos o no? El sexo era simplemente demasiado estresante.

Después de terminar su café, miró de nuevo a la pista de baile. Diablos, esa mujer de allí parecía que estaba obteniendo más de un beso que lo que Jessica había conseguido jamás en todo ese asunto de introducir-la-polla-moviéndola-frenéticamente. Y ahora, el hombre tenía su mano sobre el pecho desnudo de la mujer, en realidad estaba jugando con su pezón. Cuando los dedos apretaron en lo que parecía un pellizco doloroso, las rodillas de la mujer se hundieron.

Maldita sea, con sólo observar Jessica se estaba acalorando. Sus propios pezones ardían. Furtivamente, miró hacia abajo. Sin sujetador. Sus pezones se asomaban como si alguien hubiera pegado gomas de borrar lápiz en su pecho. Volviendo a la barra, cruzó los brazos sobre la carne traidora queriendo hacerla deshincharse.

El camarero la miró, un toque de diversión en sus ojos. Levantó sus gruesas cejas ante su taza.

Ella negó con la cabeza. No más alcohol, y ella definitivamente estaba lo suficientemente caliente. Era hora de dar una vuelta y tranquilizarse.

Deslizándose del taburete de la barra, se alejó de la pista de baile hacia la parte posterior de la habitación. La gente llenaba las mesas y sillones; el murmullo de la conversación aumentaba mientras se alejaba de la música. El lugar parecía casi como un bar normal, si ignoraba lo que la gente vestía… y las cosas que sostenían sus manos. Pasó al lado de una mesa donde una mujer estaba arrodillada a los pies de su hombre. Él acariciaba su cabello como a un gatito.

Jessica frunció el ceño. El propietario la había llamado mascota. Ella no quería, realmente no quería, pensar en lo que había querido decir con eso. Especialmente desde que pensar en él la hacía pensar en esa pareja en la pista de baile. Cómo sería si fuera el Maestro tocándola a ella, sosteniéndola contra su… Ay, chica, no vayas por esa dirección.

A mitad de camino de regreso a la habitación, se acercó a uno de los lugares en la pared que estaba iluminada con brillantes apliques. Ahora podía ver lo que era. Parpadeó con horror. Había una mujer desnuda atada a una X de madera en la pared. Una mujer de verdad, no una estatua. Los pies de Jessica no quisieron moverse a pesar de que sabía que ella estaba mirando.

Vale, vale. Esto en realidad era como un bar de strippers; mujeres desnudas haciendo cosas. Pero la mujer estaba atada, sus piernas abiertas, los senos libres. Todo el mundo podía verla.

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