Ella instintivamente comenzó a ir en ayuda de la mujer, luego se detuvo y escudriñó a la gente que estaba mirando. Nadie parecía preocupado. Un hombre con brillantes pantalones de cuero negro y una camiseta sin mangas, estaba parado dentro de la zona acordonada sosteniendo algunas pequeñas cosas de metal en sus manos.
Jessica se quedó estudiando a la mujer en la cosa en forma de cruz. Sus ojos estaban centrados sobre el hombre en látex, la morena no estaba dolorida, sus movimientos parecían retorcerse provocativamente.
¿Esa mujer había
Así que ¿por qué estaba encontrando esto tan fascinante?
¿Por qué este lugar la hacía sentir como que sus sueños cobraban vida, sólo que era más erótico que cualquier cosa que ella incluso había imaginado? Su rostro se ruborizó cuando recordó al Maestro diciendo
Miró a la mujer otra vez. ¿Cómo sería eso? El calor se arremolinó a través de ella con el pensamiento de estar allí ella misma, sus muñecas flageladas…
Pasó a través de los espectadores, más allá de la zona acordonada. La mayoría de los miembros estaban en parejas o grupos, y Jessica se sintió notoriamente sola.
E inadecuadamente vestida, aunque estaba más vestida que un montón de mujeres. Pero sus pechos llenos sobresalían de la camiseta apretada, rebotando con sus movimientos. Estos no eran los años sesenta, por el amor de Dios, y ella nunca iba sin un sostén. No en público. Las contadoras conservadoras no usaban este tipo de cosas. Ni iban sin ropa interior tampoco. La sensación de la seda de la falda deslizándose en contra de su trasero, la caricia del aire fresco contra sus partes privadas era desconcertante, especialmente en esta habitación sobrecargada de sexo.
La gente pasaba rozando, dejando perfumes, colonias, y almizcle a su paso. Una pareja pasó a su lado, el hombre conduciendo a la mujer con una correa encadenada como un collar alrededor de su cuello, y el olor del sexo impregnaba el aire alrededor de ellos.
Observó eso. La forma en que el hombre tenía la correa alrededor de su puño, la forma en que la mujer lo seguía… Jessica se tocó el cuello. Su núcleo realmente quemaba mientras pensamientos increíblemente promiscuos llenaban su cabeza: las manos de un hombre abrochando un collar sobre ella, tocándola. Un hombre, el Maestro, haciendo lo que quisiera con ella.
Cruzando la sala hacia el bar, Zachary sonrió, disfrutando de los inocentes ojos muy abiertos. Cuando ella se tocó el cuello, él se endureció, sabiendo exactamente lo que ella estaba pensando. Sus emociones eran tan fuertes que él casi podía verlas tanto como sentirlas.
– ¿Perdiste a tu pequeña sub, Z? -El barman ubicó un vaso de
– No la perdí. La dejé libre para explorar.
Ella le recordaba a un gatito liberado de la jaula, yendo detrás de una nueva aventura, las orejas hacia adelante, la cola en alto. Definitivamente era una bola de pelo valiente. La había observado cuando se detuvo frente a la cruz de San Andrés, sintiendo el desconcierto que irradió de ella.
A diferencia de la mayoría de la gente, ella tenía emociones fuertes y transparentes. Curiosidad. Coraje para explorar algo nuevo. Sorpresa. Preocupación y simpatía por alguien que ella pensaba que podría ser herido. La capacidad de pensar antes de reaccionar.
Y ahora…
– Ella es un bombón, -comentó Cullen. -Aparentemente no está acostumbrada a ver exhibiciones públicas. Estaba observando el baile, en especial a Daniel con un sub, y se puso colorada.
Zachary tomó un sorbo de bebida.
– Entonces, será interesante cuando llegue al fondo de la sala.
Cullen se echó a reír.
– Tienes una mente retorcida, jefe. ¿Tienes planes para ella para esta noche?
– Tal vez. Está fascinada con las parejas Dom/sub. -¿El gato saldría corriendo hacia la seguridad?
– Desearía sólo poder pasear por la mente de una mujer como lo haces tú.
– De acuerdo a las subs que has tenido, lo has hecho bastante bien sin ese talento. -Sonriendo, Zachary se volvió para comprobar la habitación, pero la pequeña inocente había desaparecido.