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Tomando asiento en su sillón de cuero favorito, él empujó la mesa de café de roble más lejos y tiró de ella hacia abajo para sentarla en el suelo entre sus piernas, la espalda contra el sillón. Su pálida piel era casi translúcida contra el color rojo oscuro de la alfombra.

Ella se volvió hacia él con una expresión ofendida. -¿Es aquí donde se sienta una mascota?

– No… mascota. -Puso un ligero énfasis a la palabra sólo para ver su cara ruborizarse. -Aquí es donde alguien se sienta cuando necesita que le masajeen sus hombros. -Sus manos se cerraron sobre sus hombros donde los músculos estaban tan apretados que él había visto los nudos a través de la cocina.

– Ohhhh.

El suspiro le recordaba a su dulce gemido cuando su polla entraba en ella con suavidad. Se endureció, considerando tomarla allí mismo en la alfombra. Pero eso no era lo que necesitaba de él ahora mismo. Clavó los pulgares en sus músculos, sintiendo la relajación.

– ¿Señor?

– Um-hmm. -Movió los dedos a su esbelto cuello, deslizando el sedoso cabello a un lado.

– Lo siento.

Había un ligero temblor en su voz y preocupación, casi miedo en su mente, y él frunció el ceño. ¿Perdón por qué? Ella lo había desafiado, recordó, ¿o tal vez por la forma en que ella le había dado órdenes? Ah, probablemente era eso. Ella era nueva para todo esto.

– Jessica, con algunos Doms, el menor paso en falso derivará en la indignación sobre la cabeza de un sub. Yo no funciono de esa manera. Que tú hayas estado dispuesta a arriesgar mi ira por cuidarme… gatito, me siento mimado, no enojado.

Y la sensación fue tan inesperada que todavía estaba teniendo problemas para encontrar el equilibrio.

– Oh. -Ella tomó un sorbo de su bebida, arrugando la nariz ligeramente. No era su bebida favorita. Tendría que surtir a su gabinete de licores con algo más que whisky.

Bajo sus dedos, sus músculos se tensaron y pudo sentir una oleada de preocupación – e indignación – de ella. -Me enteré sobre la mujer que tú… pusiste sobre la barra.

Se mordió de nuevo la risa, mantuvo su tono de voz suave. -No me extraña que te sientas un poco insegura.

– No es broma, -murmuró ella, y él sonrió, ya que ella no podía verlo, y se concentró en aliviar la nueva tensión de sus músculos. Ella no era más que un manojo de nervios. Y aquí él había previsto tenerla convertida en un pequeño charco de baba para este momento. En su lugar, estaba dando lesiones de bondage.

Luchadora, sensible pequeña sub. Sin embargo, él nunca había disfrutado tanto enseñando en su vida. Envolvió sus brazos alrededor de ella.

– Gatita, su castigo fue por más que un paso en falso, ella pasó la noche desairando deliberadamente a su Dom. Y él sabía que ella iba a considerar unos latigazos como una recompensa.

– Pero ¿por qué hizo eso?

– Una sub que se sale de su camino siendo maleducada es una sub infeliz. Era audaz con él, prácticamente rogándole que le quite el control. Si ella hubiera limitado sus acciones sólo a él, yo simplemente le hubiera dado a él algunas sugerencias. Pero ella me quitó esa opción.

Sus manos volvieron a sus hombros, aliviando lo último de la tensión, así como sus palabras aliviaban la preocupación en su interior. Ella asintió con la cabeza. -Gracias por explicarlo. De repente me sentí como si en realidad no te conociera en absoluto, ¿sabes? Por supuesto, yo no, no realmente, pero… -Ella agarró su vaso y lo terminó.

– Mmmmph, es bastante poco lo que yo conozco de ti, también. -Como el motivo por el que su pequeña sub se la pasaba atacando a los Doms. Él tiró de ella hacia atrás para poder masajear los músculos en el frente de sus hombros.

– ¿A qué te refieres? -Murmuró ella. Con su preocupación aliviada, sus emociones se habían convertido en un cálido murmullo, casi como un ronroneo.

– Has estado en el club dos noches y atacaste a un Dom cada noche para defender a alguien. En lugar de encontrar un custodio, saltaste directamente sobre él.

Jessica sintió que su mente se quedaba en blanco y trató de incorporarse. -Yo… Cualquiera haría lo mismo, proteger a alguien de ser herido.

– Por supuesto. ¿Qué lo hace tan personal para ti, Jessica? -Sus manos la inmovilizaron en contra de la silla.

– Esto… -Ella dijo con malhumor. -¿No puedo mantener algo privado?

– Bueno… no. -Besó la parte superior de la cabeza, pero sus manos, aplastadas contra su pecho, no se movieron. -Dime lo que pasó. ¿Quién resultó herido por un hombre?

Precisión milimétrica. Debía ser un infierno de psicólogo. Y ella no debería haber tomado la última copa, sus pensamientos estaban dispersos y se habían ido al infierno. -Mi hermana. Su marido le pegaba, le pegaba regularmente.

– ¿Tú lo sabías? -Sus manos se movían otra vez, suaves caricias circulares, tranquilizadoras.

– Debería, -dijo con amargura. -Pensé que ella era una recién casada normal, con ganas de estar a solas con su marido. Le creí cuando dijo que había tropezado con algo o tuvo un accidente automovilístico. Yo debería haberme dado cuenta.

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