-Así se cuenta en vuestras mentirosas crónicas -añadió el moro-; pero ten entendido que Boabdil y los guerreros que pelearon hasta lo último por la defensa de Granada, todos fueron encerrados en esta montaña por arte de encantamiento. En cuanto al rey y al ejército que salieron de Granada al tiempo de la rendición, era una simple comitiva de espíritus y demonios, a quienes se le permitió tomar aquellas formas para engañar a los reyes cristianos. Más te diré, amigo mío: la España entera es un país encantado; no hay cueva en la montaña, solitario torreón en el llano o desmantelado castillo en la sierra donde no se oculten hechizados guerreros, que duermen y dormirán siglos y siglos bajo sus bóvedas, hasta que expíen sus pecados, por lo que Allah permitió que el dominio de la hermosa España pasase por algún tiempo a manos de los cristianos. Una vez al año, en la víspera de San Juan, se ven libres del mágico encantamiento desde la salida del sol hasta el ocaso, y se les permite venir a rendir homenaje a su soberano; así, pues, toda esa muchedumbre que ves bullendo en la caverna son guerreros musulmanes que acuden de sus antros y de todas las partes de España. Por lo que a mí toca, ya viste en Castilla la Vieja la arruinada torre del puente donde he pasado centenares de inviernos y veranos, debiendo volver a ella antes de romper el nuevo día. En cuanto a los batallones de infantería y caballería que ves formados en las cavernas vecinas, son los encantados guerreros de Granada. Está escrito en el libro del destino que, cuando sean deshechizados, bajará Boabdil de la montaña, a la cabeza de su ejército, recobrará su trono en la Alhambra y gobernará de nuevo en Granada; y, reuniendo los encantados guerreros que hay diseminados en toda España, reconquistará la Península, que volverá otra vez a quedar sometida al yugo musulmán.
-¿Y cuándo sucederá eso? -pregunté ansiosamente.
-¡Sólo Allah lo sabe! Nosotros creímos que estaba cercano ya el día de nuestra libertad; pero reina ahora en la Alhambra un gobernador muy celoso, tan intrépido como veterano soldado, conocido por El gobernador manco. Mientras este viejo guerrero tenga el mando de esta avanzada y esté pronto a rechazar la primera irrupción de la montaña témome que Boabdil y sus tropas tengan que contentarse con permanecer sobre las armas.
Al oír esto, el Gobernador se incorporó, requirió su espada y se retorció de nuevo el mostacho.
-Para concluir la historia y no cansar más a Su Excelencia, el soldado moro, después de contarme esto, se apeó del caballo y me dijo:
-Quédate aquí guardando mi corcel, mientras que yo voy a doblar la rodilla ante Boabdil.
Y esto diciendo, se confundió entre la muchedumbre que rodeaba el trono. «¿Qué hacer (me pregunté) habiéndome dejado solo y de esta manera? ¿Espero a que vuelva el infiel, me monte en su caballo fantástico y me lleve Dios sabe dónde, o aprovecho el tiempo y huyo de este ejército de fantasmas?» Un soldado se decide pronto, como sabe Su Excelencia perfectamente, y por lo que hacía al caballo, lo consideré como presa legal, según los fueros de la guerra y de la patria. Así, pues, montando rápidamente en la silla, volví riendas, golpeé con los estribos morunos en los flacos del animal, y huí rápidamente por el mismo sitio que habíamos entrado. Al pasar a través de los salones en que se hallaban formados los jinetes musulmanes en inmóviles batallones, me pareció oír choque de armas y ruido de voces. Aguijoneé de nuevo al caballo con los estribos y redoblé mi carrera. Entonces sentí a mis espaldas cierto rugido como el que produce el huracán; oí el choque de mil herraduras, y acto continuo me vi alcanzado por un sinnúmero de soldados y arrastrado hacia la puerta de la caverna, donde partían millares de sombras en cada una de las direcciones de los cuatro puntos cardinales.
Con el tumulto y la confusión de aquella escena caí al suelo sin sentido; y cuando volví en mí, encontreme tendido en la cima de una montaña, con el caballo árabe de pie a mi lado, pues al caer enredose la brida en mi brazo, lo que creo que impidió que se escapara a Castilla la Vieja.