Читаем El Traje Gris полностью

Por la tarde no lo molestaron. Si hubiera querido, habría podido trabajar con los papeles de las sociedades financieras, pero no tenía ganas. ¿Qué significaban aquellas nuevas radiografías? ¿No le habían hecho ya de todo el cuerpo, incluidos los pulmones? ¿Por qué esta vez se habían limitado a los pulmones? ¿Qué buscaban? ¿Había complicaciones? En determinado momento no resistió más y llamó a la enfermera. -¿Podría hablar con el profesor De Caro? -Por regla general, ningún paciente puede requerir al profesor. Y aunque yo quisiera hacer una excepción, no podría: el profesor está operando. Sin embargo, ahora le había entrado una angustia insoportable. ¿Cómo trataban así a un enfermo, sin darle ninguna explicación? ¿Y si llamaba a Adele para que solicitara información? No, no era el caso. Recordó a Caruana. Tuvo la suerte de que se lo pasaran enseguida. -¿Qué hay? Todo bien, ¿no? De Caro es un amigo, me tiene informado. -Iba bien. Pero esta mañana han vuelto a sacarme placas de los pulmones. -¿Y bien? -Quisiera saber por qué. -¿Quieres que se lo pregunte a De Caro? -Te lo agradecería. En este momento está operando. -Eso significa que hablaré con él dentro de un par de horas. Quédate tranquilo, que en cuanto tenga noticias te llamo al móvil. Pero Caruana no llamó, y cuando él lo telefoneó a su casa sobre las diez de la noche, su mujer le dijo que aún no había regresado. Marcó el número del consultorio y el teléfono sonó en vano. Lo llamó al móvil y estaba apagado. Pasó una noche infame.


Por la mañana, se levantó de la cama a las siete sin que ninguna enfermera lo hubiera despertado. Eso lo tranquilizó bastante. Significaba que no habría contraórdenes, que en cuestión de unas horas saldría. Fue al lavabo, se lavó, se afeitó, se vistió, recogió sus efectos personales y los guardó en la maleta, incluidas las dos carpetas. A las ocho menos diez volvió a llamar a Caruana. Esta vez el teléfono sonó un buen rato en vano. ¿Sería posible que tampoco su mujer estuviera en casa? ¿O es que Caruana no quería hablar con él? No tuvo el valor de llamarlo al móvil. Seguro que lo tendría apagado. Después, sin saber qué hacer, se sentó y encendió el televisor por primera vez en todos aquellos días. A las nueve se presentó en la habitación una guapa joven que no iba vestida de enfermera. -El profesor lo espera en su despacho dentro de media hora. Puede dejar la maleta aquí. La mandaré bajar a la recepción. Si entretanto quiere pasar por administración… Se alegró. Si lo dejaban salir es que las radiografías de la víspera las habían hecho en vano. Por consiguiente, si Caruana no lo había llamado ni había contestado a sus llamadas, significaba simplemente que estaba demasiado ocupado. La factura ya estaba preparada. Firmó un talón, pidió que le explicaran dónde estaba el despacho del profesor, tomó el ascensor, bajó dos pisos, encontró la puerta y llamó con los nudillos. Una voz femenina le dijo que entrara, y se encontró delante de la guapa chica de antes, sentada detrás de un escritorio. -Voy a ver si el profesor puede atenderlo. Se levantó, abrió una puerta y la cerró a su espalda. Volvió a salir un minuto después. -Pase.

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