Читаем El Traje Gris полностью

Por la noche, cuando Adele lo acompañó a la habitación, él decidió preguntarle lo que le rondaba por la cabeza desde la víspera. -Mañana por la mañana… cuando te levantes… ¿puedo ir contigo? Ella lo miró perpleja; no comprendía adonde quería ir con ella. Después lo recordó. Y sonrió. -Pues claro que puedes. Te traigo el café, y después… Y cumplió su palabra. Como en los viejos tiempos, primero lo hizo asistir a la ceremonia y después participar en ella, entregándole el cepillo para el cabello. El empezó, pero tuvo que sentarse enseguida. No se sostenía de pie. Ella actuó como si nada. Cuando pasaron al vestidor, Adele no tuvo la menor dificultad en elegir la ropa. Desde su regreso, él había observado que ya no se ponía ni pantalones ni vestidos de colores vivos. Faldas por debajo de la rodilla, blusas muy discretas, y siempre en tonos apagados. -¿Me abres todo el armario? -¿Por qué? -Porque quiero ver tu guardarropa. Ella abrió todas las puertas, menos la última de la izquierda. -¿Y ésa? -Es que ahí sólo tengo el vestido de novia, el negro y el traje gris. -Abre de todos modos. Advirtió enseguida que faltaba una prenda. -¿Y el traje gris? -Ah, ¿ése? Lo he enviado a una tintorería que me recomendó Gianna. Parece que conseguirán eliminar aquella mancha tan fea. La mancha fea. La de la sangre de su primer marido.


La mañana del séptimo día le llevó el café. Se limitó a despertarlo. -Te acompaño a la clínica. -No te molestes, está Giovanni. -Tengo que acompañarte yo. Se había equivocado en la elección del verbo. Debería haber dicho «quiero» en lugar de «tengo». Esta vez la representación tendría un mayor número de espectadores: los enfermeros, los médicos, el propio profesor De Caro. -Y la maleta ya está preparada. -¿Qué maleta? De Caro me dijo que… -Ya, pero lo ha pensado mejor. Quizá tenga que retenerte unos cuantos días más. Salió de la clínica diez días después. Adele había conseguido, tras insistir mucho, que le colocaran una ca-mita en la misma habitación, para no abandonarlo ni siquiera de noche. Tras haberlo examinado y vuelto a examinar, al tercer día de hospitalización De Caro fue a decirle que había que operar. La noticia no lo sorprendió. A aquellas alturas estaba convencido de que su enfermedad era mucho más grave de lo que quería hacerle creer De Caro, el que presumía de hablar siempre con claridad. -Mire, le expongo la situación sin medias tintas. Pese a todos los chequeos a que lo hemos sometido, no conseguimos saber con exactitud cuál es la naturaleza del daño pulmonar. Hemos llegado a la conclusión de que lo único que se puede hacer es abrir y ver. Durante la explicación del profesor, Adele le apretaba la mano tan fuerte que le hacía un poco de daño. -Pero ¿y tus compromisos? -le preguntó él una tarde. -No te preocupes. He conseguido que me sustituyan provisionalmente. Claro que el hecho de sentirla tan cercana constituía un gran alivio. Al cuarto día se presentó Daniele. En aquel momento él estaba solo; Adele se había ido a casa para solventar ciertos trámites. -Te veo muy bien, tío. He venido a saludarte y darte las gracias por todo. De vez en cuando te visitaré. -Pero yo espero no tener que quedarme en la clínica… -No decía aquí, tío, sino en tu casa. Me he mudado a un pequeño apartamento que me ha encontrado la tía. Estaré allí hasta que tú te recuperes del todo. No parecía muy contento. Adele le había notificado la orden de desahucio.

11

– No ha habido necesidad de operar -le dijo Adele, sujetándole la mano en cuanto se disipó un poco el atontamiento de la anestesia. El aún no podía hablar, así que le preguntó con los ojos por qué no lo habían operado. -No era una metástasis. Te han abierto inútilmente. El hizo un gesto que Adele volvió a interpretar debidamente. -No; han hecho bien. De lo contrario, habría quedado la duda. -Pero entonces, ¿qué era… aquella sombra? -logró preguntar haciendo un esfuerzo. -Me lo han explicado, pero me temo que no lo he entendido bien. El le apretó la mano tan fuerte como pudo, invitándola a continuar. -Me han dicho que es como un grumo que se ha formado y que tratarán de disolver con medicamentos. Pero me han advertido que será un proceso largo y debilitante. ¿Un grumo? ¿De qué? ¿Qué se podía coagular por ahí dentro? ¿Flemas? ¿Sangre? Pero en aquel momento era importante otra cosa. De nuevo con los oíos -porque pronunciar aquellas pocas palabras lo había cansado- hizo otra pregunta. -Puedes estar tranquilo. De Caro dice que dentro de tres días como máximo podremos volver a casa. Se quedó dormido, un poco más sosegado. Por lo menos eso era bueno: la enfermedad le permitía desarrollar en paz el resto del servicio fuera de los rigores del cuartel-hospital.


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Меня зовут Андрей Гагарин — позывной «Космос».Моя младшая сестра — журналистка, она верит в правду, сует нос в чужие дела и не знает, когда вовремя остановиться. Она пропала без вести во время командировки в Сьерра-Леоне, где в очередной раз вспыхнула какая-то эпидемия.Под видом помощника популярного блогера я пробрался на последний гуманитарный рейс МЧС, чтобы пройти путем сестры, найти ее и вернуть домой.Мне не привыкать участвовать в боевых спасательных операциях, а ковид или какая другая зараза меня не остановит, но я даже предположить не мог, что попаду в эпицентр самого настоящего зомбиапокалипсиса. А против меня будут не только зомби, но и обезумевшие мародеры, туземные колдуны и мощь огромной корпорации, скрывающей свои тайны.

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